Francisco Aular
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Lectura
devocional: Salmo 144:12-15
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR. Salmo 144:15b (NVI)
La Biblia nos dice que Dios es el Autor de la
raza humana, y de las lenguas, pueblos y gobiernos que en el transcurso de la
historia de la humanidad se han formado. El Creador mismo puso en el corazón
del ser humano la necesidad de un sentido de Dios, de familia y de patria para
poder orientarse en la vida con un propósito.
Cuando leemos en la Palabra de Dios y
revisamos la historia del pueblo israelita, nos damos cuenta que el pueblo
escogido y dirigido bajo la soberanía de Señor, siempre se ha caracterizado, en
primer lugar, por su adoración al único y verdadero Dios, y en segundo lugar,
por el celo con que ha amado a su nación, a la familia, a su lengua y sus
costumbres, es decir, los elementos con los cuales describimos lo que es
patria.
Uno de los héroes del pueblo judío es el rey
David, todavía se visita y se ofrecen los respetos debidos a sus restos en
Jerusalén. David fue un verdadero patriota. Entre sus muchas cualidades está la
de compositor de himnos; en muchos de ellos deja sentir su amor, su visión e
intercesión delante de Dios por su patria. Para el rey David, Dios y patria son
el binomio de la prosperidad de una nación. Pues bien, unas de las citas en
donde se ve claramente el concepto que el rey tenía del binomio Dios-patria, es
la siguiente:“Que nuestros hijos florezcan en su juventud
como plantas bien nutridas; que nuestras hijas sean como columnas elegantes,
talladas para embellecer un palacio. Que nuestros graneros estén llenos de toda
clase de cosechas; que los rebaños en nuestros campos se multipliquen de a
miles, y hasta de a diez miles, y que nuestros bueyes estén muy cargados de
alimentos. Que ningún enemigo penetre nuestras murallas, ni nos lleve
cautivos, ni haya gritos de alarma en las plazas de nuestras ciudades. ¡Felices
los que viven así! Felices de verdad son los que tienen a Dios como el
SEÑOR” (Salmo 144:12-15. Nueva traducción viviente).
El pasaje anterior nos dice que Dios nos ha
dado un hogar que pasa a ser como un palacio, en donde los hijos son un jardín
espiritual y las hijas son doncellas de honor; en un hogar así, temeroso de
Dios y de su Palabra, el padre es un rey y la madre una reina. ¡Oremos por
nuestros hogares y familias de nuestra patria!
Igualmente, Dios nos ha dado una patria, con
una lengua que entendemos, con una cultura muy particular, lugares bellísimos y
gente amable que se gana el corazón de los extranjeros. En esa patria nacimos,
nos hemos criado y vivimos. ¡Oremos por una patria nueva llena de hombres y
mujeres con valores cristianos!
Aunque el cristiano nacido de nuevo tiene una
Patria celestial, todavía está en la tierra y por lo tanto tiene una patria
terrena. En efecto, el cristiano está en el mundo –en sentido físico-, pero no
es del mundo porque este es un sistema antagónico a Dios, por ello JESÚS dijo
con respecto a nosotros sus discípulos: “No son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo” (Juan 17:16 RV60), y el Señor añadió: “No ruego que los quites del
mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:5 RV60). Así podemos decir que
según el Señor JESÚS, el cristiano nacido de nuevo es ciudadano de dos mundos. Como
el salmista, debemos orar, trabajar, velar y soñar con una patria terrenal en
donde la seguridad sea para preservar, especialmente a nuestra familia, niñez y
juventud. ¡Soñemos y nos cansemos de soñar con una patria en donde los mejores
nos dirijan y nos lleven a la prosperidad espiritual y humana! Cierta vez, un
dirigente judío dijo: “Más vale morir que ser expulsado de la propia patria”.
Los judíos que anduvieron dispersos por el mundo por dos mil años, saben lo que
es patria. Nosotros que tenemos patria tenemos que alcanzar a nuestra nación
con el mensaje e influencia de nuestro Señor Jesucristo, porque en la medida
que pongamos como la base de nuestros valores las enseñanzas de la Biblia, tendremos
la patria que Dios quiso que tuviéramos bajo su soberanía y misericordia.
Y como ciudadanos de ambos mundos debemos
caminar sobre nuestro suelo patrio con la mirada puesta en la patria celestial,
porque poseemos la esperanza, de que pase lo que pase, tenemos a Dios y a la
patria.
Oración:
Padre celestial:
Bendito sea tu nombre porque según tu voluntad pusiste
un amor especial por la patria en que nací y por la patria que adopté en esta
tierra, pero lo mejor de todo es que por gracia y poder me has dado la
esperanza definitiva de una patria nueva, en donde moraré contigo para siempre.
Ayúdame a ser un instrumento en tus manos para que mi patria te conozca. En el
nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La
seguridad de nuestra patria celestial, hace posible que nunca nos sintamos,
ciudadanos de segunda clase en ningun lugar.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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