Francisco Aular
faular@hotmail.com
Martes, 21
de enero de 2014
Lectura
devocional: Hechos 20:17-24
Pasión
evangelizadora: Nuestra misión
Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la
use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles
a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios. Hechos 20:24 (NTV)
El avión que me llevaba a Chile volaba sobre la cordillera andina,
y mientras la atravesábamos, el piloto nos habló, diciendo: “Por favor, miren
por la ventana -y continúo-, ¿se imaginan a José de San Martín remontando esas
montañas con su ejército?...”, él no dijo nada más, pero todos en el avión nos
quedamos en completa reflexión. En efecto, la historia dice que el 18 de enero
de 1817, el general argentino José de San Martín salió de Argentina, al frente
de su ejército para librar a este país del dominio del imperio español. Entre
su punto de salida y su destino se alzaban los Andes como una barrera formidable
y aparentemente infranqueable, pero, entonces, el ejército libertador se
dividió en tres columnas, dos, penetraron en Chile por el paso de Los Patos, y
la otra, por el desfiladero de Uspallata. El cruce de Los Andes es considerado,
todavía en nuestros días, como una de las más arriesgadas empresas militares de
la historia. 18 días de penalidades increíbles al cruzar la segunda cordillera
más alta del mundo, costaron la pérdida de un tercio del ejército de San Martín
y gran parte sus bagajes y caballos; el 12 de febrero de 1817 se libró la
batalla de Chacabuco contra el ejército realista y se logró un triunfo decisivo
en la gesta de la Independencia de Chile. San Martín y el chileno O'Higgins
se llenaron de gloria en aquella memorable ocasión.
Podemos preguntarnos, ¿qué llevó a aquellos hombres a arriesgarlo
todo por una causa? Sin duda, tenían un sentido de misión, un impulso interno,
porque, generalmente, esta es la fuerza impulsora de la cual dependen los
resultados en muchas empresas de la vida, sin embargo, el sentido de misión en
la vida no hará mucho, sino se le pone la chispa de la pasión. Pasión es sentir
fuego en los huesos; es el entusiasmo con el cual acometemos una tarea que echa
fuera la mediocridad y no descansa hasta ver realizada la visión o sueño, y nos
lleva por encima de los obstáculos y adversidades de la vida.
El versículo que encabeza nuestro devocional de hoy nos presenta a
cuerpo entero al hombre más importante de toda la historia cristiana, con excepción de JESÚS, el
apóstol Pablo. Aquel hombre extraordinario consideraba que su única misión en
la vida era la continuación de la misión de JESÚS en la tierra. Y más
extraordinario aún es que proclamaba la verdad de que su unión con Cristo
permitía que el mismo Señor obrara en todo a través de su vida humana. ¡La vida
eterna (zoé) había absorvido su vida humana (bíos)! ¡Qué misión y qué pasión
por lo que hacía en el Reino de Dios!: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20; RV60).
Esto es lo que
todo cristiano nacido de nuevo debe entender: ¡Nuestra vida, aquí en la tierra
es una continuación de la misión de JESÚS en la tierra! La gran verdad es que,
¡Cristo vive en mí! ¡Su amor y pasión por los perdidos y enemistados con Dios
son míos también! ¡Su misión es mi misión! ¡Su pasión por llevarla a cabo
pagando un alto precio es mía también! ¡Qué honor y cuánto privilegio es tener
como misión en la vida conducir a otros a una vida con sentido y en abundancia
que nos ofrece y cumple JESÚS en nosotros!
Concluyo,
explicándome por medio de una ilustración personal. Hace dos años, en un día
como hoy, yo estaba hospitalizado en una Unidad de Cuidados Intensivos,
debatiéndome entre la vida y la muerte, desesperada mi familia, y muchos de
ustedes orando por mí. Mi hija Mary Ruth y mi amada sobrina Laurita Ruiz oraban
por un milagro a la entrada del cuarto; las enfermeras entraban y salían y no
me podían ayudar. Fue en ese instante que un enfermero se puso en mi camino y
me dijo: “¡Francisco, soy enviado por el jefe de todos los cirujanos del
hospital para atenderte!, La misión que tengo es salvarte, ¡procederemos!”, ¡así
fue!, aquel hombre somalí procedió y yo, ¡sané! ¡Gloria sea al Señor! Todavía,
los que estuvimos allí, sabemos que aquel hombre en aquel momento, encarnó la
misma misión de Dios en forma humana. ¡Fue un auténtico milagro! ¿Qué pasará
entonces conmigo? Entiendo que Dios me ha prolongado la vida humana para que yo
me esfuerce en su gracia, y ayude en la medida de mis posibilidades al cumplimiento
de la Gran Comisión el resto de mis días aquí. ¡No tengo otra razón para vivir
y morir que mi amado JESÚS! ¡Él es mi pasión y mi triunfo! Por ello, las
palabras del Apóstol, y es el versículo de mi ministerio: Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la
tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena
Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios. Hechos 20:24 (NTV).
Oración:
Padre amado: Ayúdame a comprender que el
fuego que siento en mis huesos por anunciar tu Palabra, eres tú. Dame el valor
para hacerlo como el propósito de mi vida. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Tengo una sola pasión en la
vida: JESÚS, Él y sólo Él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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