viernes, 29 de marzo de 2013

Identificación total


Francisco Aular

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Juan 19:28 (RV60)
Josh MacDowell en su libro Evidencia que exige un veredicto dice: “A través de todo el Nuevo Testamento, los apóstoles apelaron a dos sectores de la vida de Cristo para establecer su calidad de Mesías. Uno fue la resurrección, y el otro fue el cumplimiento de la profecía mesiánica”, de hecho, he contado 35 profecías cumplidas en la última semana de la existencia de nuestro amado JESÚS de Nazaret. Solamente el Viernes Santo, en 24 horas se cumplieron, exactamente, 29 profecías. Son profecías que hablan de la traición, torturas, muerte y sepultura de nuestro Señor Jesucristo; éstas fueron anunciadas en diferentes oportunidades, por distintos profetas y durante cinco siglos hasta el año 500 a.C.
Por otra parte, el cumplimento exacto de la profecía, nos habla tanto de la credibilidad de la Biblia, como de que JESÚS es quien Él dijo ser: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6; RV60). El hijo de Dios Encarnado se ganó el derecho de ser llamado Señor y Salvador, y nos compró un lugar en cielo, el cual nos los da por su gracia y por nuestra fe y confianza únicamente en Él para nuestra salvación. Por ello, el apóstol Pablo escribió: Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás” (Efesios 2:8-10; NTV).
En esta Quinta Palabra se cumple el Salmo 69:21 “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre…”, Juan, al escribir su Evangelio, hace repetidas referencias a la profecía, y en efecto, ese Salmo de David es mesiánico. ¡Qué cuadro más terrible y angustioso!, el Cristo, Soberano y Poderoso por cuya Palabra fueron hechos los mares y los ríos, ¡tiene sed! ”Tengo sed” es una palabra de identificación total con el ser humano y su necesidad física más vital. Es cierto que JESÚS está padeciendo en la cruz sed física a causa de la tremenda deshidratación producida por tantas horas de torturas y sufrimientos, pero también es cierto que estamos en presencia de otro tipo de sed. Por ello, San Agustín decía que JESÚS tiene sed, pero no solamente física, sino también una sed espiritual: “Tiene sed de que se tenga sed de Él…”, en realidad fue esa sed por la salvación del ser humano que nos puede explicar al Dios que se Encarnó, que derribó las barreras y cambió la historia de la salvación; esa sed explica su gracia, su amor y misericordia, y extiende su oferta salvadora para que los hombres y mujeres de todas las edades, conozcan su Mensaje y lleguen a Él, se arrepientan de sus pecados y se rindan al Señorío de JESÚS.
“Tengo sed”, exclama JESÚS, el dador del “agua viva”. Juan, su discípulo amado, debió recordar a JESÚS hablando con la mujer samaritana: Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13,14). JESÚS el dador del agua viva, Él es la fuente inagotable que nos llena cada día, aquí, en esta vida temporal, y después, en la plenitud de la vida eterna donde nunca más tendremos sed. Los verdugos que estaban al pie de la cruz, le ofrecieron vinagre, y JESÚS tomó el último sorbo de aquella copa de dolor, de amargura y sufrimiento por el pecador, en una identificación total con el ser humano caído de la gracia, y todo ello, para llevarlo de nuevo delante de Dios.
“Tengo sed” ¡Cuánta identificación total con el ser humano!, porque el Dios al cual nosotros servimos, tiene sed de nosotros. Ahora, nosotros debemos tener sed de Él, como lo dice el Salmo 42:1,2: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,  Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”.  ¿Te identificarás totalmente con JESÚS como Él se identificó contigo?
Oración:
Amado Padre Celestial:
“Tengo sed”, hoy me duele repetirlo
Es Palabra que lastima el corazón
Qué fuerte para mí, poder decirlo
Y como JESÚS poder vivirlo…
En medio de la angustia y el dolor…
Perla de hoy:
¿Te identificarás totalmente con JESÚS como Él se identificó contigo?
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 28 de marzo de 2013

Soledad total


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Marcos 15:34 (RV60)

¡Allí está JESÚS sufriendo injustamente en el rústico madero de la cruz! Allí, en ese monte Calvario está quien se vació a sí mismo, y vino a ser temporalmente siervo de todos, ¡habiendo sido el Príncipe de los cielos! Empezó por nacer en un pesebre, Aquel para el cual y por el cual todo lo que existe, visible e invisible se hizo para su honra y gloria. ¡Obró como Dios Encarnado dentro de las limitaciones de un cuerpo humano por 33 años! Por la íntima comunión con su Padre, no hizo nada en este mundo sin contar con su voluntad, de tal manera que mientras sus discípulos dormían, Él intercedía por ellos para que el diablo no los zarandeara como veletas al viento. Nunca lo agarró la luz del sol sin estar de rodillas. La oración no era una actividad de su vida; era su vida. JESÚS, no lucha en la cruz, sino que Él vence en la lucha en Getsemaní el día anterior a su muerte, cuando oró en medio de ruegos indecibles: “Se la apareció un ángel del cielo para fortalecerle y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:43,44).
Nosotros nunca podremos imaginar lo que era el tormento de la cruz. En el caso de nuestro Señor y Salvador, los tormentos más crueles, no fueron, tal vez, los físicos, sino los del espíritu, los del alma. El gran teólogo español Francisco La Cueva, especialista tanto en griego como en hebreo, dice que una mejor traducción de esta Cuarta Palabra, sería: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Para qué me desamparaste?”, si fuese, ¿por qué?, estaría demandando explicaciones, y Él había entendido en Getsemaní, al decir triunfante al Padre al final de su lucha: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). En la cruz, JESÚS no clama por razones, sino por el propósito final; no es un rebelde, sino el Salvador, por decirlo de alguna forma, el Pontífice, “el sumo sacerdote”, el Puente entre el ser humano pecador y Dios: “Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos” (Hebreos 4:14; NTV). ¡Ya no necesitamos sacerdotes que intercedan por nosotros, sino que nosotros mismos podemos, individualmente, llegar al Padre!: “Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Hebreos 4:16; NTV).
¡En la Cuarta Palabra encontramos a JESÚS expresando sus méritos como nuestro Redentor! “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18; RV60).  El tomó nuestro lugar, ¡se hizo pecado por todos nosotros! Llevó en la cruz todo el peso del pecado y el castigo que nosotros merecemos, y, por lo tanto, el Padre Celestial no podía darle otro trato que el de pecador. Cercana la muerte física, cuando es más necesario sentir la paz, la felicidad y seguridad que da Dios, JESÚS no tiene la bendición de su comunión con el Padre, porque Dios escondió de Él su rostro, en medio de la oscuridad que produce el pecado del ser humano ante un Dios tres veces santo. La sangre de Cristo era necesaria que fuese derramada para reconciliarnos con Dios: “Él mismo es el sacrificio que pagó por nuestros pecados, y no sólo los nuestros sino también los de todo el mundo” (1 Juan 2:2; NTV). “Y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas. Hizo la paz con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la sangre de Cristo en la cruz” (Colosenses 1:20; NTV).
JESÚS fue desamparado circunstancialmente, y por unas horas, para hacer posible que Dios pudiera ampararnos a nosotros para siempre. ¡JESÚS compró para todos los que lo aceptan como Señor y Salvador un lugar en el cielo! Desde ese día, el trato de Dios con el pecador cambió, y ahora el ser humano, puede espiritualmente nacer de nuevo, y disfrutar de una nueva relación con Dios, en la cual lo hace hijo, y por ello, miembros de la familia de Dios: “Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19; NTV).
JESÚS sufrió una soledad total, para que tú no te sientas solo nunca más, así que, ¡teniéndolo a Él, lo tenemos todo! De hecho, mediante este acto tan cruel, de tanta angustia, la exclamación de JESÚS es también un grito de conquista y de triunfo. Es un nuevo amanecer para todos los seres humanos. Aunque el mundo esté como está, a todos los redimidos por la sangre de JESÚS, nos espera un fabuloso mañana en la Nueva Jerusalén, donde moraremos para siempre con el SEÑOR JESÚS, porque debido a su humillación, ¡Dios hizo a JESÚS, SEÑOR! Como lo dice un himno que se cantaba en las iglesias del primer siglo: Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse.  En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo  y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11; NTV).
Oración:
Amado Padre Celestial:
Mi corazón se llena de gozo y mi alma se regocija en ti, gracias por darnos a JESÚS, ¡Qué grande es este Evangelio! Ayúdame a vivirlo y a predicarlo. En el nombre de tu Hijo amado, en quien tenemos redención de pecados. Amén.
Perla de hoy:
Aunque el mundo esté como está, a todos los redimidos por la sangre de JESÚS nos espera un fabuloso mañana en la Nueva Jerusalén, donde moraremos para siempre con Él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Provisión total


Francisco Aular
faular@hotmail.com
    
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. Juan 19:26,27 (RV60)

Las mujeres tienen un amplio espacio en la Biblia, y esto, venciendo todas las circunstancias injustas que los hombres les han impuesto a través de los siglos. En los tiempos cuando JESÚS vino a la tierra, algunos rabinos judíos oraban así: “Bendito eres tú, oh Señor nuestro Dios, Rey del universo, que no me has hecho mujer…”, lo cierto es que la mujer ocupaba el último peldaño en la escala social. Así, que, JESÚS llegó a desafiar las reglas religiosas, culturales y civiles de un mundo dominado por hombres. Mientras que algunos rabinos consideraban que la mujer no era digna de que se le enseñara la Biblia, JESÚS alabó a María, la hermana de Lázaro, por sentarse a escuchar sus enseñanzas. Mientras que los rabinos y maestros se negaban a hablar con un samaritano, y mucho menos, con una mujer en la calle, si esta era divorciada, peor aún, pues, JESÚS evangelizó a la mujer samaritana, y no impidió que esta mujer llena de gratitud se convirtiera en la primera evangelizadora y misionera del cristianismo.
Como resultado de haber sido aceptadas por JESÚS, las mujeres se convirtieron en sus discípulas, y como consecuencia, a pesar de todas las circunstancias, ellas le seguían y servían (Lucas 8:1-3). Las primeras personas que fueron testigos de la Resurrección del SEÑOR fueron mujeres. Así, el Evangelio derribó muchas barreras dentro del Reino de Dios; San Pablo exclamó sobre los derechos de la mujer de la manera siguiente: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo” (Gálatas 3:20; RV60). La mujer, tiene por naturaleza, una inclinación natural a servir con un corazón que no espera reconocimientos; así, las vemos ser las primeras haciendo filas en los hospitales, en las entradas de las cárceles para ver a sus hijos, esposos o novios; a través de los años yo las he visto llegar de primeras al SEÑOR, y luego venir con sus familiares en el servicio de la iglesia, ¿qué hubiera hecho yo sin la ayuda de las muchas discípulas del SEÑOR, entre ellas, mi esposa, que ha sido la ayuda eficaz en la extensión de la obra de Dios?
Ahora bien, estudiando el relato de la Pasión y Muerte de JESÚS, encontramos a cuatro mujeres a los pies de la cruz y todas tenían el mismo nombre, María, en efecto, allí estaban: María la madre de JESÚS y su hermana, María Salomé, la madre de Juan y Santiago el Mayor; María “mujer de Cleofas y María Magdalena”. Ellas estaban de pie, sin duda, llorando en silencio. María, la madre de JESÚS estaba allí, en aquellas horas trágicas y sombrías en que su amado hijo moría como un malhechor. La Biblia nunca la  nombra como la virgen María, y mucho menos, como la “Madre de Dios”, aunque María fue una mujer bienaventurada al ser el vaso humano para dar a luz a JESÚS, ella nunca pretendió otro lugar que no fuera ese. Todavía resuena su voz, cuando dijo: «Hagan lo que él les diga» (Juan 2:5; NTV).
Pues bien, cuando nos acercamos a la escena del Calvario, vemos que los tormentos que JESÚS padecía en la cruz no le impidieron pensar y considerar el estado en que quedada aquella mujer tan especial que había sido su Madre, ¿quién podía consolar a aquella mujer en el cumplimiento de las palabras de Simeón, cuando se refirió a ella y al niño JESÚS al tomarlo en sus brazos?, al decirle “y una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2:35). ¿Quién podía recordarle al ausentarse aquel hijo amado, que ella había sido escogida dentro del admirable plan eterno de salvación para ver las maravillas de Dios? ¿Quién podía representar a María, su madre, delante de una sociedad en que a la mujer se le exigía pertenecer a un hombre?, a María, la madre de Jesús, ¿quién podría ayudarla para el sostenimiento material, ahora, en su vejez?, ¿quién compartiría con ella el gozo del domingo de resurrección, en que Él se levantaría de los muertos?...
Sin duda, aunque María tenía sus otros hijos, como lo dicen los Evangelios: “Y se burlaban: «Es un simple carpintero, hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón. Y sus hermanas viven aquí mismo entre nosotros». Se sentían profundamente ofendidos y se negaron a creer en él” (Marcos 6:3, también, 3:31-35; Mateo 12:46-50). JESÚS, el unigénito Hijo de Dios, pero el primogénito de María: “Y dio a luz a su hijo primogénito…” (Lucas 2:7).
Es muy posible que José hubiera muerto hacía ya mucho tiempo, y los hermanastros de JESUS todavía no creyeran en Él, pero, lo que sí ocurre después de su Resurrección (1 Corintios 15:7) es que Jacobo, por ejemplo, y Judas,  escriben epístolas que tenemos en el Nuevo Testamento. En momentos así, un hermano espiritual es de gran ayuda, y por eso, en aquella hora, JESÚS otorga un nuevo hijo a María, y a Juan, una nueva madre a la cual tendría que cuidar: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:26,27. RV60), así, JESÚS une, por el lazo filial espiritual, a aquellos dos seres humanos tan cerca de su corazón, y les da una provisión total.
Oración:
Amado Padre Celestial:
He vivido bastante tiempo para decir con el salmista: Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan (Salmo 37:25.) Ayúdame Señor, a vivir sabiendo que mi provisión total viene de ti. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Aunque María, la Madre de JESÚS fue una mujer bienaventurada al ser el vaso humano para dar a luz a nuestro SEÑOR Y SALVADOR, ella nunca pretendió otro lugar que no fuera ese. Todavía resuena su voz, cuando dijo: «Hagan lo que él les diga». (Juan 2:5 NTV).
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

martes, 26 de marzo de 2013

Seguridad total



Francisco Aular
     
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lucas 23:42,43 (RV60)
Un ciudadano romano, de acuerdo a la ley, no podía recibir la pena de muerte por crucifixión. Los romanos habían inventado esa terrible forma de morir para escarnecer a sus enemigos, en realidad, la muerte por crucifixión era una maldición física, emocional, teológica y legal. Los testigos de los que morían así, cuentan que los malhechores llegaban a la muerte entre maldiciones e improperios.  En esa terrible mañana del Viernes Santo, el primer ciudadano del cielo -ante el cual todos los demás seres espirituales se inclinan- no tuvo los privilegios de los ciudadanos romanos de la tierra, sin embargo, a pesar del intenso sufrimiento al cual fue sometido nuestro amado JESÚS, convirtió aquel monte Calvario en un santuario, y la cruz, en un púlpito, y desde allí, pronunció las Siete Palabras.
La Segunda Palabra del SEÑOR en la cruz, tiene que ver con la compasión que trajo a JESÚS desde el cielo a la tierra, Él dijo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10; RV60). Por su Persona y su Misión, JESÚS es el ser humano más extraordinario que ha pisado este planeta. Ciertamente, Él es el eterno Dios Hombre. La Biblia enseña que JESÚS de Nazaret, el Carpintero de Galilea fue y es el Hijo de Dios. Él es la Segunda Persona de la Trinidad. Hasta hoy, nadie nació como Él; nadie vivió como Él, ni murió como Él, pero, tampoco, ¡nadie resucitó como JESÚS! Todas las religiones vivas hoy en el mundo pueden seguir, sin importar mucho la categoría moral y santa de sus fundadores, pero el centro de la fe cristiana es JESÚS y su carácter humilde, santo y puro. ¡Sin JESÚS el cristianismo sería una religión más de las muchas que han existido y existen! Es más, sin JESÚS no hay salvación: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Ese fue el mensaje que predicó la iglesia del primer siglo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Pero volvamos al Calvario, había dos hombres muriendo crucificados a la par de JESÚS, uno de ellos, clamó a JESÚS diciéndole: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Aquel moribundo se acercó a la Persona correcta para buscar el auxilio seguro en medio de aquella agonía. En efecto, Dios había dicho a través de Isaías: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22; RV60). Una mirada de fe y confesar con nuestros labios que JESÚS es el SEÑOR, ¡es lo único que necesitamos para ser salvos!: “En realidad, dice: «El mensaje está muy cerca de ti, está en tus labios y en tu corazón».Y ese mensaje es el mismo que nosotros predicamos acerca de la fe: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:8,9; NTV).
He pasado algunos años de mi vida enseñando por muchos lugares lo que he aprendido. Todo pecador necesita confesarle a Dios sus pecados y arrepentirse de ellos, y confiar únicamente en JESÚS para ser salvo. Luego que la persona hace esa decisión y confesión, tenemos que darle la seguridad de su decisión y seguridad de la salvación. Sé que algunos amados míos en la fe, no han llegado a tener la seguridad de su salvación, pero el SEÑOR quiere que nosotros estemos seguros que nuestra relación con Él es enteramente por su Gracia desde el principio hasta el fin; Dios quiere que estemos seguros porque Él nos regala el cielo, el Paraíso para llamarlo de otra manera conocida, por fe y solamente por fe.
Aquella tarde, el ladrón arrepentido no tuvo tiempo ni forma de hacer nada para ser salvo -los que piensan que el bautismo salva, y que la salvación eterna tenemos que ganárnosla por nuestras buenas obras, no encontrarán en esta preciosa escena de la misericordia de Dios un asidero-, por el contrario, los que pensamos que la salvación es un regalo de Dios que se obtiene por la fe en JESÚS, encontramos en la escena, una reafirmación de la doctrina de la salvación por fe y que la seguridad de nuestra salvación es total. Por eso, JESÚS, a pocos minutos de morir, le dijo a aquel nuevo convertido: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. ¡No hay duda!: La seguridad que Dios ofrece a los que mueren depositando únicamente en Él su confianza de salvación son salvos desde el más acá hasta el más allá. ¡Bendito y alabado sea nuestro Dios por esta seguridad total!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Mi espíritu, mi alma y mi corazón te alaban al comienzo de este día. Se tú mi Señor y Salvador y mi amigo en todo lo que haga. Tú has recreado tu imagen en mí a través de JESÚS; me has dado un perdón total; tengo paz contigo para siempre. Ayúdame a perdonar a los demás, y a perdonarme a mí mismo. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
JESÚS elimina para siempre nuestro pasado culpable y nos da un glorioso futuro de amor y perdón.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 25 de marzo de 2013

Perdón total




Francisco Aular
faular@hotmail.com      
Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades (…) Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen. Hebreos 10:17; Lucas 23:34 (NVI)

Me invitaron a una reunión de liderazgo judeocristiano. El rabino principal de la sinagoga nos dio una conferencia en el marco de la conmemoración de las víctimas de la “Noche de Cristal”, hecho que ocurrió en Alemania el 9 de noviembre de 1938 y, que marcó el inicio de los indecibles sufrimientos del pueblo judío durante la dictadura de Hitler. Todavía recuerdo dos frases que nos dijo: “Los judíos tenemos un doctorado en sufrimientos”, y la otra que nos sacudió a  todos al final de su conferencia: “Se debe perdonar, pero no se debe olvidar”.
Muy cierto es que no se debería olvidar lo que ocurrió ese nefasto día y siempre hay que tener presente de lo que es capaz el ser humano fanático y sin Dios, sin embargo, ¡cuán diferente es el ofrecimiento de la gracia divina hacia nosotros los pecadores! Respecto al más terrible de los crímenes que se haya cometido en esta tierra, cuando Pedro se puso de pie y levantó la voz de los seguidores de JESÚS, dijo: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor” (Hechos 3:19; NVI).  Sí, Dios nos da un perdón total por nuestros pecados. Aun el pecado más grande –el asesinato de JESÚS, el Santo y Justo- Dios quiso perdonarlo y borrarlo para siempre, y eso quiere decir, que nunca más acusará a ninguno de nosotros, los seres humanos, por la muerte del SEÑOR JESÚS, y no sólo eso, a través del arrepentimiento del pecador y la fe en esa muerte por nosotros, alcanzamos su perdón y entrada a la vida eterna.
Pues bien, hoy en día JESÚS quiere obrar de la misma manera con cualquier persona que, arrepentida, confiese su culpa y le pida perdón, y, Dios promete que nunca más se acordará de sus “pecados y transgresiones”. Pero al mismo tiempo quien no cree en esta promesa, es dejado todavía con sus delitos, culpas y pecados, y algún día tendrá que encontrarse con JESÚS, no ya como Señor y Salvador, sino como Juez. Por eso, los que hemos aceptado este Regalo de la Salvación y perdón total de nuestros pecados no podemos dejar de anunciar a los demás la gran bendición de poder encontrar únicamente en JESÚS la paz con Dios para siempre. Por eso, acepte ahora el ofrecimiento de la gracia de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6; RV60). De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12; NVI).
Oración:
Amado Padre Celestial:
Mi espíritu, mi alma y mi corazón te alaban al comienzo de este día. Sé Tú mi Señor y Salvador y mi amigo en todo lo que haga. Tú has recreado tu imagen en mí a través de JESÚS, me has dado un perdón total; tengo paz contigo para siempre. Ayúdame a perdonar a los demás, y perdonarme a mí mismo. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
JESÚS elimina para siempre nuestro pasado culpable y nos da un glorioso futuro de amor y perdón.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?



viernes, 22 de marzo de 2013

La copa de la obediencia


Francisco Aular

 Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Lucas 22.42 (RV60)

Perdónenme que comience de una manera muy personal, pero dentro de poco estaré cumpliendo 50 años de haber nacido de nuevo. Sí, recuerdo que aquel Jueves Santo del año 1963, leyendo la Biblia, Dios me llevó a San Juan 17:20, y con ese versículo Él tocó mi corazón. En cierta manera, no lo he alcanzado todo en la vida cristiana en cuanto a la perfección en Él, pero sigo con un sentido de gratitud hacia mi Señor y Salvador, creciendo cada día en el camino, la verdad y la vida. Lo que sí puedo añadir es que Dios me hizo nacer para ser bendecido y bendecir a otros. Así que, de entre todas las bendiciones que el Señor me ha dado está la inolvidable visita que hiciera a Israel en 1988, la cual me marcó para siempre. A continuación relato una experiencia de las muchas que tuvimos allí, en compañía de mi maestro de Homilética en los días del Seminario don Germán Núñez Bríñez.
Llegamos al Monte de los Olivos y al lado del Templo de Todas las Naciones, con sus doce cúpulas representando las doce tribus está ubicado el Jardín de Getsemaní, pero cuando llegamos estaba cerrado, "¡no, no puede ser!", exclamé con desilusión. A lo lejos, noté que el guardián del lugar se dedicaba a las labores de limpieza, noté también que era un palestino. Le hice señas para que se acercara, y el hombre vino y nos dijo que cerraban el lugar un día a la semana por labores de mantenimiento. Insistí, y al ver mi frustración, al hombre se le ablandó el corazón, haciendo señales para que no se lo dijéramos a nadie, nos dejó entrar. Mi corazón saltaba de alegría y mis ojos no dejaban de capturar imágenes de todo el lugar. Allí quedan todavía ocho olivos originales, con más de tres mil años de edad, y en cierto lugar se contempla la roca de la Agonía, donde se supone que Jesús, oró, lloró y agonizó, ¡no pude resistirme y me arrodillé!, lágrimas de gratitud fluían de mis ojos. Me pareció contemplar a JESÚS sufriendo, gimiendo en una agonía total, el sudor rojizo de su frente, cayendo gota a gota sobre aquellas piedras, sentí que toda la tempestad del mundo caía sobre sus hombros. Más, aun, estar ahí en Getsemaní era contemplar que a los ojos de un Dios tres veces santo, el pecado es tragedia, dolor y desastre. No existe nada bueno en el corazón del ser humano pecador, la obediencia a Dios es la columna sobre la cual debiera descansar toda respuesta del ser humano al amor de Dios, pero desde Adán -el habitante feliz del Jardín del Edén-, la desobediencia ha sido nuestra única respuesta al Dios Santo.
¡Pero he aquí el segundo Adán: JESÚS!, en Él, la obediencia es total. En toda la historia de la salvación desde antes de la fundación del mundo, Getsemaní es el punto de no retorno, es el punto del trueque, del intercambio: ¡Jesús toma el lugar del pecador! Nadie lo obliga a hacerlo, pero, el amor de JESÚS es grande, y decide sobre esa base -como el primer Adán-, porque tiene delante de sí el obedecer o el desobedecer. La lucha es real y se le da la copa del precio que tendrá que pagar, la toma o la deja. Fue entonces, que en mi espíritu escuché el final más feliz de toda la prueba de Getsemaní, y también de mi oración: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y, se tomó la copa hasta la última gota: ¡La obediencia, por fin, había triunfado!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias amado Dios por enviar a tu Hijo a morir por mí! Tal razonamiento me hace humillarme delante de tu amor, y rogarte que yo tenga fuerzas para seguir predicando este mensaje. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
¿Está en alguna encrucijada de la vida? Escoja hacer la voluntad de Dios sin mirar el costo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?