Mis amados
todos:
Ya estoy de
nuevo en Toronto, de retorno de Montreal en donde estábamos en la Asamblea
Anual de nuestra Convención Nacional Bautista de Canadá. Pido disculpas porque
no pudimos salir el viernes pasado. Además, les informo que como todos los
años, asumiré otras etapas de mi ministerio durante el verano, y por lo tanto,
es posible que no salgamos durante esos días, pero se los informaré luego.
Nuevamente, gracias por sumar Perlas del alma a sus devocionales favoritos.
Sigan orando por nosotros al Padre; como todo el que escribe para Dios, oramos
para reciban con gozo estos escritos que buscan el propósito de honrar y
glorificar al SEÑOR, y servir de ayuda a nuestros compañeros de peregrinaje
espiritual.
Con mucho
afecto,
su pastor y
amigo,
Francisco
Aular
El
ser humano: El fruto de la cosecha
Mi Padre es
glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis
discípulos. Juan 15:8 (NVI)
El fruto de un
cristiano es otro cristiano. Lo demás que produzcamos en este breve espacio
vital que llamamos la vida humana se quedará aquí cuando nos vayamos.
Únicamente nos llevaremos con nosotros la satisfacción de haber sido usados por
Dios en alcanzar para Él a aquellos a quienes evangelizamos. Por eso,
testificar lo que JESÚS ha hecho en nuestras vidas es un asunto urgente, porque
la persona sin salvación no tiene un mapa para vivir ni una esperanza al morir.
JESÚS nos dice “mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto”. Dios
espera que llevemos frutos como la marca que garantiza que somos sus
discípulos. La gran cosecha de nuevos discípulos para el Señor es el resultado
final de nuestro paso por este mundo.
Pues bien, ¿por
qué el ser humano es el fruto de la cosecha? Veamos. La Biblia nos dice que
Dios nos creó para la gloria de Él: “Dios nos escogió en él antes de la
creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor
nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo,
según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia,
que nos concedió en su Amado” (Efesios 1:4,5). El ser humano es el fruto
de la cosecha por el cual Dios tomó la iniciativa para buscarlo y salvarlo. En
efecto, Dios nos creó con la habilidad de reinar sobre la tierra -pero no sobre
nosotros mismos-; era el propósito de Dios darnos un maravilloso plan para
nuestras vidas basado en nuestra obediencia a Él, en cambio nosotros aceptamos
la oferta de Satanás, que dijo: “— ¡No es cierto, no van a morir! Dios
sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y
llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal” (Génesis 3:4,5).
Un filósofo a
quien le testifiqué, me preguntó: ¿No es arrogante o ser estrecho de
pensamiento asegurar que existe un solo camino de salvación o que el camino que
seguimos es correcto?, le respondí: No creo. Así como existen leyes físicas que
gobiernan nuestro mundo material, de igual modo Dios tiene leyes espirituales
que dirigen nuestra relación con Dios. Basado en las leyes físicas el ser
humano ha podido pisar la luna y va en camino a conquistar y lograr cosas que
nosotros, ni soñábamos hace cien años, o menos. ¿Llamaría usted estrechos de
mentes a los ingenieros, pilotos, médicos y todo aquel profesional, cuando
siguen al pie de la letra todos sus instrumentos para conducirlo a un
diagnóstico de la situación en que viva en un momento dado? Igualmente, los que
hemos descubierto en la Palabra de Dios, la Biblia el manual para llegar a
Dios, seguimos su guía y nos ceñimos a su diagnóstico certero cuando nos dice,
que el ser humano esta contagiado de una enfermedad espiritual, un cáncer con
su metástasis y todo -llamada pecado-, pero, Dios nos ha dado el remedio contra
esa mortal enfermedad: JESÚS, por eso, Él dijo: “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).
Es claro
entonces que, el ser humano es el fruto de la cosecha que Dios está recogiendo
en Cristo en este mundo perdido, y sus posibilidades son infinitas en cuanto a
su capacidad espiritual para reproducirse en otros.
Oración:
Amado Padre
Celestial:
Desde la
hermosura de tu santidad me escogiste para Ti, pero aborreces el pecado que
vive en mí. Por eso te encarnaste, te hiciste humano como yo, pero sin pecado.
Moriste en mi lugar y me has comprado un lugar en el cielo, el cual me has dado
como un regalo; no lo merecía hace 49 años cuando lo recibí, todavía no lo
merezco; mi servicio a ti es por gratitud al darme una salvación tan grande,
gratuita y segura. Ayúdame en ser fiel para contar esta historia a otros, en el
nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
Soy el fruto
del esfuerzo de quienes sembraron la semilla de la Palabra en mí y ya no están,
muchos otros serán mi fruto cuando yo no esté.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para
disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un
nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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