Francisco Aular
faular@hotmail.com
Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —Tú eres
el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro. Mateo 16:15,16 (NVI)
El viejo refrán que dice: “Una pizca de práctica vale mucho más que toneladas de teoría", lo aplico aquí para decirles quién es JESÚS para mí. Permítanme relatarles,
brevemente, cómo llegué a amar y servir a JESÚS. Tenía 17 años y un buen
trabajo como fotógrafo profesional. Me consideraba un buen cristiano y que “nunca
le había hecho mal a nadie”; por aquel tiempo llegó a mi trabajo, en el estudio
fotográfico Luz y Sombra, un cubano de nombre Orestes Martín Ramos, inmediatamente
nos hicimos buenos amigos. Martín se autodefinía como un “buscador de la
verdad”, él no era todavía un cristiano nacido de nuevo, sin embargo, el
carácter y la conducta diaria de aquel hombre me llenaron de admiración, él era
un buen ejemplo a seguir. Todos los mediodías me invitaba a leer la Biblia. Un
día descubrimos que la Biblia decía que Dios es un ser perfecto y santo y ama
al ser humano. Igualmente dice que el ser humano fue creado para vivir en
comunión con su Creador, pero debido a su desobediencia, el ser humano se hizo
enemigo de Dios. Ahora, el ser humano es pecador y está por ello enemistado con
Dios. También la Escritura dice, que Dios se hizo ser humano en la persona de
JESÚS y llevó en la cruz todos nuestros pecados, y ahora, JESÚS nos reconcilia con
Dios y a Él podemos llamarlo Padre.
La vida de JESÚS es única y ejemplar, pero los
religiosos de su tiempo lo llevaron a una muerte terrible al ser crucificado.
Descubrimos al leer directamente de la Biblia que en la cruz JESÚS pudo haber
detenido el proceso de su lucha y agonía; asumir su omnipotencia como Dios, y
salvarse de aquella horrenda muerte en la cruz, pero no lo hizo por su amor al
pecador. Porque en la cruz del Calvario “La
misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10), pero para que el sacrificio
de JESÚS se haga realidad en el pecador, es necesario que nos arrepintamos de
todos nuestros pecados y confesemos que JESÚS es el Señor y que Dios lo levantó
de los muertos.
Poco a poco comencé a comprender que mi vida le
pertenecía a Dios, pero que yo no se la entregaba. Así me encontró aquel jueves
de la Semana Santa de 1963, estudiando la Biblia solo en mi casa. Fijé mi
mirada en el versículo 20 de San Juan capítulo 17 -es la oración sacerdotal del
Señor JESÚS por sus discípulos-: “Mas
no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí, por
la palabra de ellos…”, inmediatamente, la venda que cubría mi entendimiento fue
quitada y lo comprendí todo: ¡JESÚS había orado por mí! Pedí perdón al Señor
por no haberlo amado como Él se merecía. Le abrí de par en par la puerta de mi
corazón, y por primera vez, sentí paz. En verdad, fue toda una experiencia de
fe al depositar toda mi confianza únicamente en JESÚS para mi salvación eterna.
No vi visiones, pero desde entonces creo con todo mi corazón que JESÚS vive en
mí. No he sido el mismo desde aquel día. La verdad es que no soy perfecto,
nadie en este mundo lo es, sin embargo, Dios es amor y va conmigo. JESÚS y yo
tenemos una amistad de cuarenta y nueve años, ¡imposible decir en pocas palabras
todo lo que mi amado JESÚS es para mí!, creo que lo importante no es que yo lo
haya aceptado a Él, sino que Él, en su gracia, me acepta a mí cada día. Él es
mi Dios y Señor, yo soy su siervo. Él me da su victoria, yo le doy mis
derrotas. ¡JESÚS, y sólo JESÚS es mi pasión
y triunfo! Con Él todo, sin Él nada. Esta vida humana no me puede dar más nada,
teniéndolo a Él lo tengo todo. El mundo no me puede quitar más nada, pero, si
me queda Él estoy completo.
Todos los días también pienso en esto: JESÚS me ha
sido Fiel, veo su bendita mano que cubre la mía, y así como yo conducía de la
mano, por lugares peligrosos, a mis hijos cuando eran pequeños, de la misma
manera, mi amado JESÚS me lleva también. He aprendido que en cada problema,
sufrimiento y lágrimas, no le pregunto por qué, sino, para qué. Siempre ha
habido un propósito detrás de cada prueba. ¡Alabado sea su Nombre por siempre!
Ahora, solo espero aquel día, al final del camino,
cuando me diga: “¡Francisco, quédate conmigo, entra al reposo de tu Señor!
Entonces le responderé lleno de gozo: “¡Sí, me quedo contigo para siempre mi
amado JESÚS!
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Únicamente Tú eres absolutamente santo y apartado del mal, pero enviaste a
tu Hijo unigénito para que todo aquel que cree en Ti tenga vida eterna. Por
eso, cada hijo tuyo es testigo de lo que has hecho con él. Ayúdame a sembrar,
cultivar y cosechar a los hombres y mujeres de mi generación, y presentarlos
delante de ti, SEÑOR de la cosecha. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de
hoy:
Como alguien dijo:
“Si JESÚS es Dios y murió por mí; ningún sacrificio que haga para Él es
demasiado grande para agradecérselo”.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un
nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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