Francisco Aular
Así como la lluvia y la nieve descienden del
cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y
germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también
la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo
deseo y cumplirá con mis propósitos. Isaías
55:11 (NVI)
Vivimos
en un mundo en donde reina la confusión. Voces de todo tipo en este mosaico
religioso en que vivimos se levantan proclamando su verdad. A menudo estas
voces compiten y se contradicen entre sí, reclamando nuestra lealtad. ¿Cómo
podemos saber que andamos en la verdad en medio de tantas contradicciones? Dios
lo sabía por eso nos dejó su guía infalible: La Biblia. Las Sagradas Escrituras
se constituyen en el mapa de Dios
mediante el cual, quien se guía por ellas encontrará, tarde o temprano, a Quien
es su centro: JESÚS. La Palabra de Dios es la semilla que al caer en los
diferentes tipos de corazones, hará la obra para la cual Dios la envió: Dar
vida eterna. El evangelizador, no es responsable de los distintos tipos de
suelo en los cuales la semilla cae, pero debe ser obediente y convertirse en un
sembrador fiel.
Sí,
en efecto, la Biblia es la semilla de la cosecha porque es el Libro que cuenta
la Historia de la Salvación. Narra que antes de los tiempos, Dios se propuso
tener a su lado, para siempre, a dos seres, los ángeles que no tienen cuerpo, y
a nosotros los seres humanos. Dios nos hizo. Una parte de los ángeles liderados
por Satanás quisieron hacerse autónomos y cayeron en desobediencia. El ser
humano creado y puesto en el mejor ambiente posible, pero, también quiso ser
como su Creador y desobedeció, por esta razón fue echado del Paraíso y de allí
en adelante, la Biblia cuenta todos los esfuerzos del ser humano para encontrar
nuevamente la comunión con Dios. Pero Dios había tomado la iniciativa de venir
al rescate del ser humano, “antes de la creación del mundo” (Efesios 1:4), y
así lo cumplió; todo el Nuevo Testamento nos explica esa preciosa historia de
gracia, fe, amor y esperanza, ignorar las Escrituras es ignorar a JESÚS mismo.
Ignorar a JESÚS, es perder la oportunidad de la salvación eterna. Porque Él,
dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por
mí” (Juan 14:6).
La
Biblia no sólo es la Historia de la Salvación, sino, que también nos inspira,
nos exhorta, nos envía y nos exige: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que le es mandado a ustedes” (Mateo
28:19, NVI), ¡La Palabra de Dios es la semilla de la gran cosecha de hoy, como
lo fue ayer y por los siglos de los siglos! Hace 49 años, leyendo un ejemplar
de la Biblia que alguien había regalado a un primo, me convertí en un cristiano
nacido de nuevo. Esa Palabra no volvió vacía, lamentablemente, mi primo nunca
la leyó y creyó, pero, hasta hoy esa Palabra está viva para mí y en mí.
Ciertamente, la Biblia nos dice que no todos creerán a este mensaje pero todos
deben tener la oportunidad de oírlo, y conscientemente: aceptarlo o rechazarlo.
¡En eso estamos!
Oración:
Amado Padre Celestial:
No hay Dios tan grande como Tú, el que eras, eres y
serás. Hazme consciente de que he sido bendecido para bendecir a otros, he sido
salvo para llevar tu salvación a los demás. Ayúdame para ser un sembrador de tu
Palabra eficaz. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Conocer la Palabra de Dios debe dar como
resultado obedecer la Palabra de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección
por aprender?
¿Existe una
bendición para disfrutar?
¿Existe un
mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a
evitar?
¿Existe un nuevo
pensamiento para llevarlo conmigo?
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