Francisco Aular
faular@hotmail.com
Me ha enviado a sanar los corazones heridos,
a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a
pregonar el año del favor del Señor… Isaías 61:2
Nuevamente millones de personas en el mundo estarán
pendientes de lo que ocurra en los XXX Juegos Olímpicos modernos en Londres,
desde el 27 de julio hasta 12 de agosto de este año. ¡Todos los atletas saldran
a la conquista de sus medallas según la especialidad deportiva para la cual se
han entrenado durante años! Todos harán esfuerzos increíbles, pero solamente unos
pocos serán ganadores. En el terreno espiritual, nuestro amado JESÚS dejó al
cielo y se vino a la tierra, para conquistar para nosotros el derecho de ser
llamados “hijos de Dios” (Juan 1:12), y por eso, como lo dijo el Apóstol:
“somos más que vencedores” (Romanos 8:37), ¡Él venció y nos dio el derecho de
ser vencedores!, esto, ¡si nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos solamente
en Él para nuestra salvación eterna!
Paricularmente, me gusta el maratón. Sin embargo, el
maratón es una disciplina deportiva muy exigente, nada más y nada menos que,
¡una carrera de 42 kilómetros!; tuvo su origen en un memorable episodio de la
antigua Grecia, durante la guerra entre griegos y persas. Maratón es en
realidad el nombre de un campo de batalla. Allí, en el año 490 antes de Cristo,
los griegos lograron una heroica victoria sobre sus enemigos. Se buscó a un
corredor que llevara la buena noticia hasta Atenas. Encontraron a un atleta
bien ejercitado y fuerte. Lo enviaron. Recorrió 42 kilómetros sin detenerse.
Cuando llegó a Atenas, solo exclamó con las pocas fuerzas que le quedaban:
¡Victoria, victoria! Y calló muerto. ¡Pagó con su propia vida la proclamación
de las buenas nuevas!
No podemos reflexionar sobre este relato, sin pensar
en JESÚS. Vino del cielo anunciando las buenas noticias de salvación para todos
los seres humanos: …para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha
enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos
y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor
y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que
están de duelo, y a confortar a los
dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas,
aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de
espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantíos del Señor, para mostrar su gloria. Reconstruirán
las ruinas antiguas, y restaurarán los escombros de antaño; repararán las
ciudades en ruinas, y los escombros de muchas generaciones. (Isaías 61:1-4,
NVI)
En
las olimpiadas los atletas se esfuerzan por la patria que representan. ¡JESÚS,
dio su vida por nosotros! (Romanos 5:8). Entonces, a dos mil años del triunfo
de JESÚS en aquel maratón por la vida nuestra, venció a Satanás, al pecado y a
la muerte, y nosotros nos beneficiamos de su proeza. En efecto, la muerte de
JESÚS fue un triunfo glorioso, definitivo y eterno; que Dios lo resucitó y lo
puso sobre el pináculo de la gloria como SEÑOR,
no me canso de repetirlo, y no debemos olvidar que para conseguir esa
victoria dio su vida. Sí, en efecto dio su vida para que el Mensaje de
Salvación llegara a nosotros. Tampoco se nos debe olvidar en esta hora, los
millones de hombres y mujeres que a través de los siglos, dejando sus tierras y
sufriendo mil incomodidades, despojándose de todo enredo mundano, al costo de
sus propias vidas, han corrido el maratón llevando las buenas nuevas y nosotros
somos sus trofeos. ¡Hagamos lo mismo no rompamos la cadena! Debido a que JESÚS
va con nosotros, como lo ha prometido: “Y tengan por seguro esto: que estoy con
ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos” (Mateo 28: 20b, NTV) Por ello,
¡ningún esfuerzo en la obra de Dios es en vano! ¡Alabando sea el nombre de
Dios!
Oración:
Amado
Padre Celestial:
Te
alabo por ser el Autor de esta salvación tan grande a nuestro favor. Esta vida
temporal que nos has dado no tendría sentido sin la trascendencia de un destino
eterno y una misión histórica que cumplir. Ayúdame a correr los últimos
kilómetros que me quedan porque ya siento muy cerca de mí, los gritos de
victoria, los aplausos y el gozo de los que corrieron antes que yo y que me
esperan, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Concéntrate
en tus victorias y no en tus derrotas. Dios no patrocina fracasos. ¡El triunfo
está asegurado!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un
nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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