Francisco Aular
A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer. Juan 1:18 (NVI)
Braulio Pérez Marcio en su precioso libro Vislumbres de Esperanza, nos cuenta: “Un joven literato llegó a casa de Esteban Mallarmé para consultarle sobre un poema que se proponía escribir, un poema acerca de Dios.
-¡Hermoso asunto!- opinó Mallarmé.
-¿Verdad, maestro? Pero usted,-¡no sé si me atreva a preguntárselo!-¿Usted, cómo lo ve, como lo concibe?
Tomó Mallamé una hoja en blanco, y en medio de aquel papel, escribió: “DIOS”. Después dejó la pluma y permaneció en silencio.
-¿Y qué, maestro?-interrogó al cabo de un instante el joven poeta.
-¿Y qué? Pues, nada más. No cabe agregar nada más a esa palabra. Las consideraciones más variadas y profundas, las disertaciones más sutiles, y el poema más grandioso que pudiera concebirse, dirían menos que esas cuatro letras. Cuando se escribe DIOS se ha dicho y se ha escrito todo”. JESÚS, “el Hijo unigénito, que es Dios”, vino desde el cielo y vivió entre nosotros. Se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Él mismo dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). A Dios se llega por el espíritu nuestro vivificado por Él. A Dios se le palpa por la fe inquebrantable producto de mi caminar diario con su Palabra.
Como antes les he comentado, me correspondió el privilegio de trabajar en el Servicio de Anatomía Patológica de un hospital de mi país, Venezuela. En esos años ser un cristiano nacido de nuevo, y proclamar el evangelio en una universidad, era cosa, según ellos, de ignorantes, locos o tontos. Ser ateo estaba de moda, y los estudiantes de medicina y los médicos, le daban poca importancia a las cosas de Dios. Es posible que algunos de aquellos cristianos se callaran, otros vacilaran o por la simpleza de no parecer ridículos, callaran. ¡Ese no fue mi caso! Hoy a casi cinco décadas de aquellos años, mi fe en Dios está más firme que nunca. Le he servido a Dios, a pesar de mis debilidades humanas, con entusiasmo y gozo, ahora me encuentro en la antesala para verlo cara a cara.
Siempre me ha gustado la poesía, y Amado Nervo, el poeta mexicano, viene en mi ayuda, con el verso final de su gran poema “Tú”:
“Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo;
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo.»
¡Y con cada fe muerta se agiganta mi fe!”.
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo.»
¡Y con cada fe muerta se agiganta mi fe!”.
Oración:
Amado Padre Celestial:
En esta hora me postro delante de ti, lleno de gratitud y adoración. Cuando pienso en lo mucho que me has dado, sin merecerlo, me humillo delante de ti. He aprendido a creerte y a servirte con todo gozo. Ayúdame a proclamar y a vivir tu Mensaje de amor, fe y esperanza. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Cuando Dios lo creó a usted, sonrió. Ahora, sonríale usted a Él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo.
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