Francisco Aular
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. Romanos 8:38,39 (NVI)
Al estudiar la seguridad de nuestra salvación, debemos considerar las tres maneras en que el ser humano cree que puede ser salvo de la condenación eterna. Estos son los tres criterios: Primero: “La salvación se obtiene por las buenas obras que el ser humano hace para Dios”; segundo: “La salvación es el trabajo conjunto entre Dios y el ser humano, el ser humano pone todo de su parte, y Dios hace lo propio”; y tercero: “La salvación es únicamente la obra del amor y la gracia de Dios a favor del ser humano”. En realidad, no deberíamos confundirnos en esa doctrina, debemos tenerla muy clara, porque toda la Biblia enseña que el tercer criterio es la única posibilidad, y es el verdadero. Con respecto a esta verdad, recién convertido, tuve que enfrentar una lucha, y nunca faltaron los que ponían el énfasis en los dos primeros criterios expuestos.
Veamos con la Biblia abierta cómo empezó todo. Hubo un momento en que Dios, dice la Biblia: “creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), allí comienza la historia, como hasta hoy la conocemos, pero, para decirlo de alguna manera, hubo un momento prehistórico, el apóstol Pablo lo afirma: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria, con la cual nos hizo aceptos en el amado” (Efesios 1:4.6 RV60).
Ahora bien, según el primer criterio para poder ser salvo, ¿dónde estaban las buenas obras, suyas y mías, antes de que Dios nos escogiera “en él antes de la fundación del mundo”?, y pensando en el segundo criterio, traemos a colación las preguntas que Dios le hace a uno de sus grandes hombres del pasado, y hacérnoslas a nosotros mismos hoy: “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto! ¡Seguramente sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! ¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?” (Job 38:4-7). Me tomé la atribución de contar 42 preguntas que Dios le hace a Job, obviamente, no puedo reseñarlas, pero vaya usted a su Biblia y búsquelas en el capítulo 38. La pregunta es: ¿En qué momento usted o cualquier otro ser humano se puso de acuerdo con Dios para decirle que íbamos a poner todo de nuestra parte para ganarnos su salvación?
La verdad bíblica es esta: Dios tomó la iniciativa desde antes de que el mundo fuese para hacernos parte de su familia, para vivir con Él después de esta vida presente, en lo que la Biblia llama, la Nueva Jerusalén “así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19 RV60). ¿Cómo lo hizo? Él mismo Dios se hizo humano (Juan 1:14) y como JESÚS, vino a dar su preciosa sangre en rescate de nuestra salvación. Le pregunto, y me pregunto yo también, ¿dónde estábamos usted y yo cuando JESÚS vino a rescatarnos? ¿Nos pidió Dios nuestra opinión para hacer eso? No. Porque toda mi salvación –desde antes de la fundación y hasta el final de los tiempos- es iniciativa soberana de Dios y por eso es segura. ¿Por qué debo vivir una vida santa y apartada del mal?, porque, “cómo descuidar una salvación tan grande” (Hebreos 2:3). No es el miedo a perder la salvación, sino la gracia y amor de Dios por mí, lo que me hace vivir para su honra y gloria. Y, por lo tanto, ¿quién “podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”? Porque nuestra salvación es eterna como Dios, su autor, lo es, y nosotros lo seremos hasta el final, contra viento y marea.
Oración:
¡Señor, qué inmensos son tu gracia y amor para salvarme y sostenerme desde antes de que el mundo fuese, y después en el más allá! Ayúdame a predicar esta salvación eterna y segura como tú. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Para sobrevivir a las tormentas y pruebas de la vida, ánclate en la Roca Eterna, el Autor de nuestra salvación.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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