Francisco Aular
Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae. 1 Pedro 1:24 (RV60)
En el epitafio de Alejandro el Grande quedaron grabadas estas palabras: “Una tumba le basta a aquel a quien no le bastó el universo”. Pero antes de dejar este mundo, y que el cuerpo sin vida de cualquiera de los grandes y soberbios gobernantes de este mundo sea confinado a una tumba y destinado a podredumbre, ¡cuántos esfuerzos médicos para evitar que caiga!, ¡cuántas luchas inútiles contra el desplome y la muerte! Así como el muro de Berlín, tarde o temprano, caerá. Al respecto la Biblia sentencia: “Toda carne es como hierba y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba”. ¡Nadie escapará de un triste final; mientras más grande seamos, más ruidosa será la caída!
Los historiadores nos dicen que Felipe II, poco antes de morir se hizo trasladar a la más grande de sus obras y su lugar predilecto en donde su ego encontraba satisfacción, El Escorial, “su cuerpo –cuenta su biógrafo- era una verdadera llaga. Corroído por el dolor, postrado en el lecho del que ni siquiera se le podían mudar las sábanas porque éstas se le pegaban a las carnes, plagado de gusanos que pululaban entre las úlceras, sin que fuese posible extinguirlos, permaneció así cincuenta y tres días… Doce días antes de morir, llamó a su sucesor, diciéndole: “He querido que os hallaseis presentes, para que veáis en qué vienen a parar los reinos y los señores de este mundo y sepáis qué cosa es muerte”. Pocos hombres han existido tan poderosos como el hijo de Carlos I de España y V de Alemania, el poderío de aquel rey por las batallas de San Quintín y de Lepanto; este rey fue el de la contrarreforma protestante y defensor de la catolicidad. Podemos opinar cualquier cosa de Felipe II, pero sin duda sus palabras finales fueron sabias. Los reyes y príncipes, los grandes y los chicos, los poderosos, los sabios, los soberbios, los engreídos, los encumbrados, los que se hacen aplaudir por las muchedumbres, y también las multitudes que los idolatran, vienen a parar en eso: en cáncer, en dolores y en gusanos, porque la Palabra de Dios lo dice: “Toda la gloria del hombre es como la flor de la hierba”. ¡Es mejor asumir responsablemente las demandas de nuestra vida humana breve y pasajera, y dejar un legado cuando nos vayamos!
Ciertamente, en esta hora de crisis, de angustias y de incontables sufrimientos, JESÚS es el único que puede llevar fe, paz, amor y esperanza al corazón desesperado. ¡JESÚS es el ideal del Hombre que nunca pasará de moda! El ser humano exaltado al poder y la gloria terrena acaba en corrupción. Porque la gloria que pueden dar los seres humanos, es en sí misma, efímera, temporal, material, imperfecta y vana. La humildad que nos enseñó JESÚS en cambio, conduce a la gloria. La Biblia nos dice que JESÚS se humilló a sí mismo, hasta la muerte, una muerte que no merecía. Así fue exaltado a la gloria a través de la humillación del Calvario. Su cuerpo no vio corrupción, porque a los tres días el Padre satisfecho de su obra en este mundo, lo hizo volver a la vida, y ahora con su Cuerpo glorificado es digno del triunfo final cuando gobernará para siempre en el cielo.
Desde el momento de la Resurrección del SEÑOR, Dios nos convoca y nos ofrece el descanso para todos los que lo buscan y para todas las inquietudes del alma y la comunión de la divinidad con nuestro espíritu. En efecto, JESÚS nos llama desde el comienzo de su ministerio en este mundo, y aún el eco de su voz se remonta a través de los siglos: “Venid a mí todos que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28 RV60). JESÚS es la única solución eterna ante el poder y gloria efímeros, Él dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Juan 11:25 RV60). Su poder y gloria son eternos.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
¡Bendito eres Padre eterno! ¡Gracias por mostrarnos el propósito de nuestro efímero paso por este mundo y darnos el verdadero significado en tu Hijo amado! Ayúdame para anunciar las buenas noticias de la salvación eterna. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
En el horizonte desconocido de lo efímero de nuestra vida, JESÚS nos ofrece una eternidad de gracia, amor y perdón.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
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