domingo, 19 de diciembre de 2021

¡VENGAN Y ADOREMOS!

SALUTACIÓN

Francisco Aular

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. (Mateo 2:21-23)

Hoy es el último domingo antes de la Navidad, y quiero aprovechar este momento para conmemorar con ustedes a través de algunos pensamientos, que la respuesta natural nuestra a este magno evento de la Encarnación de JESÚS, es la adoración. Es poder decir con el salmista: 

¡Vengan, y rindámosle adoración!
¡Arrodillémonos delante del Señor, 

nuestro Creador! (Salmo 95:6,RVC)

 

Hace muchos años un poeta pensando en la historia de la Navidad, escribió:

   ¡Qué bella historia! De Su excelsa gloria 

    Bajó el Salvador, Jesús mi Redentor.

    Nació en pesebre, Despreciado y pobre, 

    Varón de lágrimas y de dolor.

 

¡Vengan y adoremos! La noche en la cual nació JESÚS en aquel establo de Belén, sucedieron varios hechos milagrosos, entre ellos, la participación de los ángeles y el miedo de los pastores cuando en aquella oscuridad escucharon a las huestes celestiales, a los ángeles del cielo que alababan a Dios y decían: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14 NVI). A pesar de ese susto, qué privilegio tan grande tuvieron los pastores de ver JESÚS en su primera venida a este mundo como un bebé común; Él nació en condiciones y circunstancias precarias; su entrada a este mundo tuvo una recepción muy fría por parte de los humanos a los cuales Él vino a salvar. En esa época, el nacimiento de un niño judío era celebrado por los vecinos, pero JESÚS nació lejos de la casa de sus padres en Nazaret, sin embargo, el aire trajo hasta Él el bello canto de los ángeles aquella noche. ¡Muchos en la tierra se perdieron esa primera Navidad!

¡Vengan y adoremos! Nosotros somos muy afortunados porque conocemos la historia, y somos testigos del cumplimiento de las profecías y del cambio que JESÚS hace en los corazones de quienes le creen y le han hecho Señor y Salvador de sus vidas. Hubo gozo en el cielo y un ángel se apareció a los pastores y les anunció las buenas nuevas del Nacimiento de JESÚS: “…he aquí os doy nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10,11 RV60). Así que el primer cántico navideño que se entonó fue por las huestes celestiales. ¡Unámonos con gozo y adoremos al SEÑOR! 

¡Vengan y adoremos! Como podemos ver, la historia de la Navidad es la más preciosa que jamás se haya contado. Uno puede oírla vez tras vez, y no cansarse de oírla. Nuestro abuelos nos las contaron y también nuestros padres. Por los relatos de los Evangelios palpamos el gozo que sintieron y proclamaron todas aquellas personas que participaron en la primera Navidad; sentimos el gozo de María, la madre de JESÚS, al saber que estaba embarazada: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46,47 RV60). Hubo fenómenos milagrosos movidos por la omnipotencia divina, como la estrella que guió a los sabios que vinieron del oriente: “Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo” (Mateo 2:10 RV60). 

 

¡Vengan y adoremos! Aquellos sabios fueron guiados durante meses-posiblemente dos años- para ir a Belén; llegaron y se postraron llenos de gozo delante de JESÚS para ofrecerles sus regalos navideños: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11 RV60). Después, el descanso definitivo de Simeón porque el Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin tener en sus brazos al Mesías prometido; las acciones de gracias de Ana, la ancianita que permaneció en el templo por espacio de ochenta y cuatro años, orando y ayunando en espera del Mesías. Ellos hicieron historia. 

 

¡Venga y adoremos! Después de todo esto, concluimos diciendo que, la Navidad no es una fecha; es un estado de salvación espiritual concebida en la mente divina para llevarnos a ser familia de Dios. ¡Esto hay que celebrarlo!, así que cualquier hora, día o mes es bueno para hacerlo, porque no es un día al año, nada más; en definitiva, Navidad es la memoria de todas las memorias nobles que el humano percibe con todo su ser, espíritu, alma y cuerpo. Recibamos la buena noticia que celebramos en estos días, y digamos con gozo espiritual: 

¡No te pierdas esta Navidad, celébrala en lo individual, con tu iglesia y tu familia!

¡Un abrazo lleno de afecto para ti y los tuyos!

¡Feliz Navidad!

¡Adelante, siempre adelante!

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