Hemos pasado un par de años con muchas dificultades; pero Salomón nos dice que, “hay una temporada para todo”. Por ello, al comenzar el mes de nuestra máxima celebración de la cristiandad: el Nacimiento de JESÚS, les confieso que –no me lo están preguntando, pero debo decirles, que en este mes mi corazón disfruta al máximo este acontecimiento- poco me importa si JESÚS nació el 29 de septiembre, el 6 de enero o el 2 de abril, lo que me importa es que ¡JESÚS nació! Y también me importa saber que hace muchos años nació en mi corazón. Este acontecimiento lo celebro con todo el sano entusiasmo posible, e invito a otros a que lo hagan; eso sí, siendo nosotros los que con sobriedad, con fe, esperanza, amor, controlamos estas festividades y no las festividades a nosotros; no deje que sus emociones, frente a lo mucho que tiene o que no tiene, le impidan celebrar cómo se debe; si JESÚS es el Cumpleañero de este mes, el dominio propio en lo que hagamos, debe corresponde a su alta investidura.
Tampoco debemos olvidar sus enseñanzas, una de las más importantes es que JESÚS es la Vida Eterna, Él quiere que le ofrezcamos nuestros corazones como un pesebre y que lo invitemos a nacer en él: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí… He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Juan 14:4; Apocalipsis 3:20 RV60). Cuando JESÚS, viene a nuestras vidas, toda celebración en Él, nos trae Su humildad, Su amor, Su esperanza y Su paz. Entonces, si podremos decir con todo entusiasmo y expectativa: ¡Llegó diciembre!
¡Adelante, siempre adelante!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios