Francisco Aular
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Lectura devocional: Hechos 1:1-8
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1:8 (RV60)
El propósito de haber nacido humanamente hablando, es para llegar a conocer a DIOS y Su plan para la humanidad a través de JESÚS, y nacer de nuevo -pero ahora en sentido espiritual- como el mismo SEÑOR se lo dijera a Nicodemo:
“De cierto de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios” (Juan 3:3 RV60)
¡Es imposible empezar la vida cristiana o experimentar la espiritualidad que le agrada a DIOS, sin ser cristiano nacido de nuevo! Si usted, no hubiera nacido no existiera en este mundo. Si no nace de nuevo, está muerto en su relación con DIOS:
“Y él os dio vida a vosotros, cuando
estabais muertos en vuestros delitos
y pecados, en los cuales anduvisteis
en otro tiempo, siguiendo la corriente
del mundo, conforme al príncipe de
la potestad del aire, el espíritu que
ahora opera en los hijos de
desobediencia” (Efesios 2:1-2).
Pero la vida cristiana no es para que nos quedemos toda la vida, pensando nada más en nuestro nuevo nacimiento, haciendo cosas buenas, pero sin testificar de esa nueva Vida en JESÚS. Entonces, la única razón por la cual hemos nacido de nuevo es para ayudar a la evangelización del mundo. Lo resumo así: el primer nacimiento nos pone en la tierra; el segundo nacimiento, nos pone en el cielo. DIOS ha decidido que en la eternidad futura tenernos a Su lado como Su familia, y ése es Su plan para las edades:
“Demos gracias al Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo por las
bendiciones espirituales que Cristo
nos trajo del cielo.
Desde antes de crear el mundo,
Dios nos eligió por medio de Cristo
para que fuéramos sólo de él y
viviéramos sin pecado. Dios nos amó
tanto que decidió enviar a Jesucristo
para adoptarnos como hijos suyos,
pues así había pensado hacerlo
desde un principio. Dios hizo todo
eso para que lo alabemos por su
grande y maravilloso amor.
Gracias a su amor, nos dio la salvación
por medio de su amado Hijo”.
(Efesios 1:3-6 LBLA)
La verdad es que, a pesar de haber nacido de nuevo, muchos no testifican de lo que DIOS ha hecho en sus vidas. ¡Eso no debe ser! Porque el Evangelio que es el mensaje con las buenas nuevas de salvación debe ser anunciado en todo lugar, a toda persona y a cualquier precio. Entre otras razones porque el evangelio es “poder de Dios”, es un poder benéfico; es un poder sobrenatural; es un poder para cambiar vidas a través del amor; es un poder para transformarnos de miedosos en valientes; es un poder eterno como DIOS mismo; es un poder para cambiar a la sociedad, a la nación y al mundo; es un poder con promesas de esperanza, de amor y de paz. Por lo tanto, no debemos avergonzarnos del Evangelio porque poseemos su carácter celestial. El cristiano nacido de nuevo es un foco de luz en medio de la oscuridad de este mundo, viviendo una vida de justicia y santidad, siendo un testigo del poder del evangelio por dondequiera que vaya. Pero al mismo tiempo no olvidarse del carácter sobrenatural y eterno del evangelio y lo temporal de nuestra vida en esta tierra, no hemos venido a este mudo para quedarnos aquí. Vamos de paso:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador,
al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20 RV60)
Quizás después del sufrimiento del pueblo judío mismo a través de los siglos, ningún otro pueblo ha sufrido y muerto por la fe hasta nuestros días, como el pueblo cristiano. Una de las muchas historias de nuestros mártires que me ha conmovido al leerla ha sido esta: El Coliseo de Roma fue obra del genio de un arquitecto griego. Su inauguración se celebró con una gran fiesta. El emperador tomó su puesto bajo un pabellón de seda adornado con dos águilas y rodeado de 80.00 espectadores. El arquitecto estaba presente, no lejos del emperador. Éste se levantó y dijo: _Estamos aquí para inaugurar este coliseo y para honrar al arquitecto cuyo genio ha sabido dar forma a este grandioso edificio. La fiesta empezará entregando a algunos cristianos a los leones. Al instante, unos cristianos aparecieron en la arena. La multitud prorrumpió en gritos llenos de odio en contra de aquellos fieles testigos de CRISTO. El arquitecto amaba a JESÚS, habiéndolo aceptado como su Señor y Salvador, y nacido de nuevo, pero ahora estaba viendo a sus hermanos en la fe testificando de JESÚS, dispuestos a morir en la arena, mientras él ocupaba un sillón de honra entre los grandes del imperio. ¿Qué va a hacer? ¿Tendría valor de confesar la verdad o quedaría allí mudo, condenado con su cobarde silencio a sus hermanos? Un impulso irresistible agitó el corazón. Dio una mirada a su familia. La determinación estaba hecha. Se levantó y exclamó con voz que resonó por el edificio: ¡Yo soy cristiano! Tal confesión inesperada produjo por un momento un silencio en toda la multitud y en el emperador, pero pronto se desbordó la crueldad de aquel pueblo acostumbrando al circo. Inmediatamente, guardias imperiales agarraron al arquitecto y levantándolo, lo arrojaron a la arena, uniéndose a la suerte de sus amados hermanos en la fe; decidiendo como Moisés:
“Escogiendo antes ser maltratado
con el pueblo de Dios, que gozar de
los deleites temporales del pecado”
(Hebreos 11:25 RV60).
Pocos minutos antes de retornar a Su gloria, JESÚS lo prometió, y así lo hizo en Pentecostés. Envió a Su poder en el cielo y en la tierra, en una Persona cuya obra en nosotros es darno dones y el fruto de nuestro carácter. Su misión principal es dotarnos de poder para evangelizar. ¡Haz algo: evangeliza!
Oración:
Amado SEÑOR:
¡Quien pudiera vivir mil vidas para vivirla para ti! Este el Evangelio que nos has encomendado. Te confieso mi cobardía y te pido ayúdame a testificar de tu gracia, y si tú así los has decido a morir honrándote, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La evangelización es una cruz clavada en el alma sostenida hasta el final por el poder del Espíritu Santo.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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