Francisco Aular
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Lectura devocional: Hechos 13:1-12
Pero el Señor le dijo: «Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a la gente de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa.» Hechos 9:15,16 DHH).
El diccionario El mundo.es, define “misión” en los siguientes términos:“Peregrinación y predicación de la doctrina cristiana a pueblos que no la siguen o no la conocen: ha dedicado su vida a las misiones. Territorio y casa o centro donde se lleva a cabo esta predicación: riadas de gente se acercaron a la misión para pedir ayuda.” Sin embargo, “misión o misiones.” No son palabras que aparezcan en el Nuevo Testamento. Pero se puede decir, sin exagerar: Que toda la Biblia está llena del mandato misionero, de ir llevando esa Buena Noticia de salvación “a los que no la siguen o la conocen”.
No obstante que el vocablo “misiones” no aparezca en el Nuevo Testamento, el mandato de JESÚS en Mateo 28:19,20, llamado desde hace unos cuatrocientos años: La Gran Comisión, no deja dudas al hacer una buena exégesis de estos versículos que las iglesias son ante todo, agencias misioneras:
“Jesús se acercó entonces a ellos
y les dijo: —Se me ha dado toda autoridad
en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan
y hagan discípulos de todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a
obedecer todo lo que les he mandado
a ustedes. Y les aseguro que estaré
con ustedes siempre, hasta el fin
del mundo.” (Mateo 28:19,20 NVI).
En nuestra denominación cristiana: bautistas del sur, tomamos tan en serio el mandato de la Gran Comisión que la llamamos “la fuerza impulsora.” En efecto, entendemos tres movimientos respecto la Gran Comisión, los definimos en tres verbos activos: orar, enviar y dar. Desde luego, Dios llama al misionero, -al ser humano que irá llevando la Buena Noticia a otros lugares fuera de su congregación-, eso puede ser en su propio barrio, su ciudad o hasta la última frontera. Los que nos quedamos en casa lo enviamos, oramos y damos.
Esto nos lleva a considera lo siguiente, la Iglesia de Antioquía en el Nuevo Testamento. La iglesia de Antioquía, oraba por misiones, enviaba misioneros y daba recursos financieros para sostenerlos. La iglesia de Antioquía, tenía a dos hombres de gran preparación cristiana: Bernabé y Saulo su discípulo, podíamos decir ¡eran sus mejores hombres! Pero el Espíritu Santo, los escogió para que fueran los misioneros que buscaran los campos blancos, allí sembraran congregaciones, y éstas a su vez, hicieran lo mismo. Así las cosas, aquellos hombres escogidos por Dios y sostenido por su iglesia, estuvieron listos para recoger la gran cosecha de personas, llegando a conocer a JESÚS e integrándose al Reino de Dios por todo aquel mundo conocido.
El autor de la introducción del libro “El progreso de las misiones cristianas”, Robert Hall Glover, dice lo siguiente: “Es casi increíble que un pequeño grupo de mujeres y hombres desconocidos, integrantes de un pueblo pequeño y sojuzgado en tierra insignificante lindantes sobre las playas del Mediterráneo, pudiese, sin recursos militares, prestigio, dinero ni organización elaborada, aumentar hasta contar entre sus filas con un tercio de la población global. Es aún más maravilloso que este pequeño núcleo fuese formado por discípulos de un caudillo despreciado, rechazado y condenado, quien sólo les legó la inspiración de su vida y de sus enseñanzas, el mandato de ir y predicar su mensaje, y la promesa de su poder y su presencia.”
Llevando todo esto a lo personal, les comunico que desde recién convertido el tema de las misiones ha estado en mi corazón, no he sido pastor de congregaciones de muchos miembros, pero si he tenido el privilegio de ayudarlas en su crecimiento y plantar nuevas congregaciones. Pero por encima de todo, he amado el trabajo misionero, y los hombres y mujeres a los cuales Dios llama con la misma idea que al más grande los misioneros del cristianismo el apóstol Pablo: «Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a la gente de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa.» Hechos 9:15,16 DHH).
Este proceso y el esfuerzo para alcanzar a un ser humano sin DIOS, necesita hombres y mujeres llamados por el mismo SEÑOR de la mies. Leyendo la historia de las misiones cristianas y los misioneros que fueron para invertir sus vidas en naciones en todo el mundo, más allá de las cuatro paredes de su querido templo, nos permite esta pregunta: ¿Cuánto vale un misionero?
Oración:
PADRE ETERNO:
Quiero ser un misionero de tu Palabra, allí a dónde tú me lleves. Tu voluntad haré, yo no temeré, voy con gozo porque tú eres todo lo que tengo y soy. Ayúdame a plantar tu Palabra y tu bandera en el corazón de quienes no te conocen. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La misión de la iglesia es honrar y glorificar a DIOS orando, proclamando Su Evangelio, alcanzando al perdido, nutriéndolo y enviándolo a cualquier precio, en cualquier tiempo y a cualquier lugar.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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