Perlas del alma
Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
VIERNES, 10 de julio de 2020
Lectura devocional: 1 Corintios 9:16-27
Sin embargo, cuando predico el evangelio,
no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy
bajo la obligación de hacerlo.
¡Ay de mí si no predico el evangelio!
1 Corintios 9:16 (NVI)
Gustavo Torres era miembro de nuestra iglesia El Buen Pastor de Maracay. Estudiaba medicina en la Universidad de Carabobo. Gustavo era hijo de la hermana Guillermina de Torres, una mujer fiel y muy consagrada al SEÑOR y a su iglesia. En realidad, Gustavo venía de vez en cuando a la iglesia, especialmente, en las fechas importantes, así que me sorprendió un domingo en la mañana (pues en aquella ocasión era un servicio regular). Verlo entre la cantidad de hermanos que llenaban nuestro pequeño templo. Confieso que me pareció extraño que cuando me presentó a varios de sus compañeros de estudios, -antes de iniciar el culto- me dijera: “¡Pastor le presento a mis discípulos!”. Esa fue la primera vez que escuché el vocablo discípulo aplicado de esa manera en nuestra denominación.
Prediqué y al final del culto hice la invitación para pasar al frente. Gustavo se puso en pie y con él “sus discípulos”. Bajé de la tarima para recibirlos al frente, pero nuevamente, me sorprendió Gustavo cuando en voz baja me dijo: -“Pastor ellos ya son cristianos, vienen para que usted los bautice”-… ¡Casi me caigo para atrás de la sorpresa! Después de eso comencé a estudiar los materiales de Alfa y Omega, es decir, de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo y a ponerlos en práctica. Terminamos el culto, pero las palabras de Gustavo Torres, “¡pastor, le presento a mis discípulos!” no dejaban de rondarme en la mente desde que él las pronunciara. Además, Gustavo y “sus discípulos” seguían fieles en la asistencia a todas las clases doctrinales y a los servicios. ¡Tuve el privilegio de bautizar a todos los discípulos de Gustavo!
La Semana Santa de 1976 estaba cercana. Yo le había pedido al joven Gustavo Torres de la Cruzada Estudiantil y Profesional Para Cristo (actual CRU), que me consiguiera las Cuatro Leyes Espirituales y la Agenda de Educación Cristiana, que más tarde nosotros llamaríamos la Guía de Atención Espiritual (GAE). Aquellos eran los materiales que él utilizaba con “sus discípulos”. Me suministró lo que le pedí, estudié estos materiales a fondo, pero yo quería tener la experiencia de utilizarlos de primera mano. Con esto en mente, un día por la mañana empecé a tocar puertas y visitar algunos edificios cercanos al templo de la iglesia bautista El Buen Pastor (hoy puedo decir que el Señor guiaba mis pasos hacia el hogar que Él quería que yo visitara).
Puso mis ojos y mis oraciones hacia un pequeño edificio en la misma manzana de nuestro templo. Entre los primeros que visité se encontraba el apartamento de un militar, maestro mayor del ejército venezolano: Luis Rodríguez. Me invitó a pasar, me presenté como un creyente en la fe del Señor Jesucristo (no le dije que era el pastor), y que quería compartirle el folleto ¿Ha oído usted las cuatro leyes espirituales? El corazón parecía que se me iba a salir del pecho cuando yo le presentaba el mensaje de salvación; al lado de aquel hombre estaban Cándida su esposa y sus dos hijas adolescentes, Yanet y Yasmín. De ellos cuatro que evangelicé, sólo la esposa dijo que iba a pensarlo mejor, pero los otros tres aceptaron la invitación a orar para recibir a CRISTO. Lo que vino a continuación no podía ser más emocionante para mí, yo estaba conmovido, ellos también. Les dije que volvería al día siguiente para “discipularlos”; también era la primera vez que utilizaba el término.
Al día siguiente, la cita más importante para mí en la agenda diaria era con la familia Rodríguez Molero; quería compartirles la primera lección de la Agenda de Educación Cristiana, ellos estaban visiblemente gozosos en el SEÑOR y obviamente yo también. La esposa me pidió permiso para ir y prepararme un cafecito, todos sabíamos que era su excusa para no estar en la lección, mientras les compartía las cuatro bendiciones que ellos tenían en sus vidas al recibir a CRISTO el día anterior. Entonces, escuchamos a Cándida que desde la cocina, exclamó: “¡Qué va, yo no quiero perderme esas bendiciones! ¿Puedo yo también entregarme a CRISTO?”. Todos corrimos hacia la puerta de la cocina y lloramos mientras la dama oraba, arrepintiéndose de sus pecados y aceptando el regalo de la Vida Zoé, la Vida Eterna, JESÚS. Al terminar aquel primer encuentro discipular y ver la mano del SEÑOR en todo, mi gozo era contagioso, mientras bajaba las escaleras del edificio el pulso se me aceleraba y quería llegar a casa y decirle a Mary, “mi amor, ¡ya tengo mis discípulos!” …
Acordé con la familia Rodríguez Molero, ir cada día de aquella primera semana de convertidos para discipularlos. El hermano Luís Rodríguez, el militar convertido y mi discípulo, me comunicó en uno de aquellos encuentros que toda la familia viajaría a Maracaibo, de donde era su esposa Cándida Molero. Yo sabía que esos días festivos estaban muy próximos y entonces dije algo que yo mismo me extrañé cuando me lo escuché, ¡los desafié a que se prepararan porque ellos iban a ese viaje como misioneros! Eso significaba que tendrían que evangelizar a sus familiares. Me aceptaron el reto. Los entrené en el uso del folleto de las cuatro leyes espirituales; todavía recuerdo cuando nos despedimos en el hogar de ellos, me sentía como el padre que tiene que dejar a sus propios niños en manos extrañas, Mary y yo oramos mucho por ellos. Ni el compromiso de los servicios de Semana Santa, ni los bautismos que celebraría el domingo de resurrección, me impidieron olvidarme de mis amados discípulos.
Así llegó el lunes en que ellos retornarían del viaje; el martes en la mañana no habría ninguna cita para mí tan especial como aquella con la familia Rodríguez Molero. “¡Siéntese pastor para que no se caiga por lo que le vamos a contar!” Habló Cándida con ese acento tan característico de los zulianos. Así lo hice y me dispuse a escuchar lo que me dirían. Con voz serena, el hermano Luís Rodríguez me contó su viaje, y de la manera como la familia los había recibido y de cómo ellos sin perder tiempo, les habían testificado a todos los que pudieron. Los resultados de esa evangelización: ¡trece personas recibieron al Señor!
Perdóneme, hoy sale un poquito largo este devocional porque hace dos días, el miércoles pasado 8 de julio, hablé con mi amado discípulo Luis Rodríguez. Sigue fiel en el SEÑOR y ha sido miembro de la Primera Iglesia Bautista de Maracaibo por más de tres décadas. Sus pastores me han dado muy buenas noticias de Luis Rodríguez. ¡Alabado sea el SEÑOR! Porque como Juan, escribió: “No tengo yo mayor gozo que este, el oir que mis hijos andan en la verdad”. (3 Juan 4,RV60). Por ello, evangelizar es el mejor regalo a nosotros.
Oración:
Amantísimo PADRE Celestial:
¡Gracias por aquellos corazones productivos en donde la bendita Semilla del evangelio se convirtió en un frondozo árbol para tu Reino! ¡Ayúdame para seguir sembrando, cultivando y cosechando! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy
Dios nos ha bendecido con Su salvación para que bendigamos a otros al compartir el evangelio.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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