Francisco
Aular
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Lectura devocional: 2 Timoteo 4:1-8
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe. 2 Timoteo 4:7
(RV60)
El maratón es una disciplina deportiva muy exigente, nada más y nada
menos que ¡una carrera de 42 kilómetros! Tuvo su origen en un memorable
episodio de la antigua Grecia, durante la guerra entre griegos y persas. Maratón
es en realidad el nombre de un campo de batalla. Allí en el año 490 antes de
CRISTO, los griegos lograron una heroica victoria sobre sus enemigos. En
aquellos tiempos una ciudad como Atenas, amenazada por sus enemigos, sería un
botín para los persas. Así que los atenienses solo esperaban las noticias sobre
el resultado de aquella batalla para evacuar e incendiar la ciudad y huir. De
modo que los griegos al obtener la victoria en la batalla de Maratón, era
urgente hacer llegar la buena noticia a a sus habitantes. Se buscó a un
corredor que llevara la buena noticia hasta Atenas. Encontraron a un atleta
bien ejercitado y fuerte. Lo enviaron. Recorrió 42 kilómetros sin detenerse.
Cuando llegó a Atenas, solo exclamó con las pocas fuerzas que le quedaban:
“¡Hemos vencido!”. Y calló muerto. ¡Pagó con su propia vida la proclamación de
las buenas nuevas!
No podemos reflexionar en este relato, sin pensar en JESÚS. Vino del
cielo anunciando las buenas noticias de salvación para todos los seres humanos:
“…para
anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones
heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los
prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro DIOS, a
consolar a todos los que están de duelo,
y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona
en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de
fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de
justicia, plantíos del Señor,
para mostrar su gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas, y restaurarán
los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas, y los
escombros de muchas generaciones. (Isaías 61.1-4, NVI).
A dos
mil años del triunfo de JESÚS en aquel maratón por la vida nuestra, venció a
Satanás, el pecado y la muerte. Fue un triunfo glorioso, definitivo y eterno.
Pero no debemos olvidar que para conseguir esa victoria dio Su vida. Sí, en
efecto dio Su vida para que el Mensaje de Salvación llegara a nosotros. Tampoco
se nos debe olvidar en esta hora, los millones de hombres y mujeres que a
través de los siglos, dejando sus tierras y sufriendo mil incomodidades,
despojándose de todo enredo mundano al costo de sus propias vidas, han corrido
el maratón, llevando las buenas nuevas y nosotros somos sus trofeos.
¿Sabía usted que los cristianos
nacidos de nuevo somos maratonistas del SEÑOR? Porque la carrera cristiana es
un maratón de relevos. Nosotros estamos corriendo para pasarle nuestra posición
en la carrera a otros. Hace dos mil años, JESÚS nos pasó el testigo al decir a
sus díscipulos: “Como me envió el
Padre, así también yo os envío.” (Juan 20:21b). Entre aquellos maratonistas, DIOS puso en la carrera a Saulo de Tarso, al
cual después llamó, Pablo. Ciertamente después de JESÚS, Pablo es uno de los
mejores maratonistas que la Iglesia ha tenido. Fue sentenciado a muerte por el
poderoso imperio romano, sin embargo, Pablo había puesto a otros maratoristas
en posición de seguir corriendo hacia la meta final. Me lo imagino, yendo hacia
el cadalzo en donde el verdugo lo esperaba para decapitarlo, pero Pablo lleva
en mente estas palabras que han llegado hasta nosotros en este día: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor,
juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su
venida.” (2 Timoteo 4:7,8).
Termino, con esto. Es
sabido que, en la historia de los grandes eventos deportivos, y de esta
disciplina del maratón, algunos deportistas han resbalado y caído; ¡pero de
nuevo se pusieron en pie, corrieron y cruzaron la meta! Hagamos lo mismo no rompamos la cadena en este maratón en donde, por la
gracia de DIOS, estamos participando. ¡Gritemos al pasar el testigo con toda
pasión el grito de victoria paulino, porque es nuestro también!: “He peleado la
buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. (2 Timoteo 4:7, RV60).
¡Adelante,
siempre adelante!
Oración:
Amado
PADRE Celestial:
Te
alabo por ser el Autor de una salvación tan grande a nuestro favor. Esta vida
temporal que nos has dado no tendría sentido sin la trascendencia de un destino
eterno y una misión histórica que cumplir. Ayúdame a correr los últimos
kilómetros que me quedan porque ya siento muy cerca de mí, los gritos de
victoria, los aplausos y el gozo de los que corrieron antes que yo y que me
esperan, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Concéntrate
en la victoria del SEÑOR y no en tus derrotas. DIOS no patrocina fracasos. ¡El
triunfo está asegurado!
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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