Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: 2 Tesalonicenses
3:1-5
Finalmente, amados hermanos, les pedimos que oren
por nosotros. Oren para que el mensaje del Señor se difunda rápidamente y sea
honrado en todo lugar adonde llegue, así como cuando les llegó a ustedes. 2 Tesalonicenses 3:1
(NTV)
En mi segundo viaje a los Estados Unidos a finales de
1977, Dios hizo grandes cosas en la evangelización. Primero fue en la Iglesia
Bautista Emanuel de Miami, en tan solo una semana, más de cien personas
vinieron a Cristo, entre los convertidos estuvo un hombre que dijo que el
diablo lo había enviado a destruir la reunión en la cual, precisamente, se
convirtió. Hubiera logrado su propósito porque aunque el templo estaba lleno,
sentí una pesadez desde el principio del culto. Pero no la sentía yo solo. Tan
pronto el pastor Humberto Cruz, me entregó el púlpito. Vi que se dirigió a un
grupo de hermanos, salieron hacia el cuarto de oración y se pusieron de
rodillas a orar y a interceder por mí. Aquella acción cambió el ambiente del
culto. Me sentí lleno de autoridad espiritual y el poder del evangelio empezó a
fluir. Hice el llamado, el primero en pasar pidiendo perdón a Dios en voz alta,
fue aquel hombre enviado por el maligno a perturbar, y con él mucho otros más.
¡El Eterno había venido a mi auxilio porque los amados habían orado!
Como lo
relato en otra parte del libro Pasión por
JESÚS en Marcha. Aquel viaje me permitió ir a Dallas en donde grabé varios
programas de televisión con el evangelista Jim Williams y me sirvió de
traductor el Dr. Rudy Hernández.
Después
de tres semanas en Estados Unidos, regresé a mi casa. Por todas partes contaba
lo que el Señor había hecho. Les confieso que sentía un poco inflado por lo que
Dios había realizado conmigo. Pero el Señor es especialista en enseñarnos a ser
humildes como Él, es.
Ocurrió
que en preparativos para la Tercera Marcha Evangelizadora, en el oriente de
Venezuela. Me había comprometido con el hermano pastor Samuel Ramírez, dar un
viaje en reconocimiento del terreno. Así lo hice. Vale decir que esto ocurrió
una semana después del exitoso viaje a Estados Unidos.
Fuimos
viajando desde la ciudad de Puerto Ordaz, en el Estado Bolívar, visitando todos
aquellos lugares por donde pasaría la marcha un año y medio después. Así
llegamos tarde la noche a la ciudad de El Palmar. Nos alojamos en la casa de la
familia Pulgar. Estábamos bajando nuestras cosas del auto cuando la hermana
Pulgar, se me acercó y con tono de imploración me dijo. “Perdone usted hermano
Francisco, pero tenemos en nuestra iglesia, una anciana que lo ama a usted
mucho, ella nos pidió que tan pronto usted llegara lo lleváramos a su casa,
ella quiere conocerlo.” Llegamos a la casa de la hermana María Reina, una
anciana cercana a los ochenta años, casi ciega. Ella había sido una de las
fundadoras de la obra evangélica en todos aquellos pueblos conjuntamente con el
misionero Covoult. La sala de la casa estaba dividida por un tabique y en la
pared de éste, lo tenía empapelado con los artículos del Luminar Bautista que
yo había publicado. Me presenté delante de aquella sierva de Dios,
intercambiamos algunas palabras. Pero nunca olvidaré, su gesto y sus palabras.
Se levantó de su asiento y tocando mi cara con sus manos, me dijo: “¡Francisco,
que te había ocurrido, ¿en dónde estabas estas semanas pasadas? Que el Señor,
no me había dejado dormir y puso en mi corazón interceder por ti, noche y día!”
Hice uso
de la rapidez de la mente humana y en fracciones de segundo, recordé todas las
bendiciones recibidas en aquel viaje en Estados Unidos. ¡La intercesión de esta
amada anciana por aquel joven evangelista había hecho la diferencia! Lágrimas
de gratitud corrieron por mis mejillas y exclamé: hermana María Reina, no deje
usted de orar por mí y por los obreros que estamos en el frente de batalla.
Nunca más la hermana María Reina y yo, volvimos a encontrarnos en esta tierra.
Pero lo sé, sus oraciones me acompañaron siempre. La hermana María, partió con
el Señor unos veinte años, después. Como todo intercesor, estoy seguro que su
ministerio de intercesión abarcó mucho más allá de mi propio ministerio. Sólo
en el cielo, cuando nos encontremos otra vez, sabremos cuanto de lo bueno que
hemos hecho en la obra, se lo debemos a la hermana María Reina y su gran
ministerio de intercesión, aquí en la tierra. ¿Quiéres que "el mensaje del Señor se difunda rápidamente", y sin límites de espacio y tiempo? ¡Móntate en el vehiculo de la oración!
Oración:
Padre nuestro:
¡Gracias Señor por
dejarnos la oración intercesora y por los amados que a través de los siglos han
clamado delante de ti, deteniendo tu justa ira por un mundo indiferente, y una
generación sin salvación, sin paz y sin esperanza! Ayúdame Señor a mantener en
alto el estandarte de la oración intercesora y hacer posible que la primavera
del Espíritu Santo, descienda sobre los obreros de tu Reino y las naciones. En
el nombre de JESÚS. Amén.
La oración es la clave de todo lo que hagamos en
la obra. Activémosla y Dios hará milagros en la extensión de Su Reino como lo
ha prometido.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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