Francisco
Aular
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Lectura devocional: Lucas 23:44-48
“--¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
“ Lucas 23:46
Cuando ingresamos al Seminario, mi hijo Daniel tenía
10 meses de edad. Así que creció entre el hermoso compañerismo de nuestros
amados profesores y alumnos. Cuando tenía tres años, uno de mis compañeros lo
subió a un muro y le pedía que se lanzara desde allí y le prometía que lo
recibiría en sus brazos, yo contemplaba la escena; pero Daniel, no le hacía
caso. Decidí intervenir, le extendí mis brazos, y Daniel, sin ninguna duda, se
lanzó con toda confianza, y allí abajo lo esperé con mis brazos abiertos.
Daniel, tuvo en su padre una confianza total.
Pues bien, aquí tenemos la oración de confianza
total que JESÚS tuvo en Su Padre Celestial. “¡Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu!” es una oración que los niños hebreos repetían por las tardes y
aparece en el Salmo 31:5, posiblemente, JESÚS la aprendió desde niño. ¡Nosotros
también como un niño debemos depositar toda nuestra confianza en las manos de
Dios! ¿Por qué JESÚS hizo esta oración? A causa de la Persona a la cual la
oración se dirige; igualmente a la seguridad de que el Padre la recibiría y
haría lo que JESÚS, le pidió; JESÚS nos enseñó a vivir y a morir, sabiendo que
el Dueño de esta parte de la vida, también es Dueño de la otra vida.
Actualmente, la Persona a la cual nos dirigimos en
oración es el Padre, por medio de JESÚS y en el poder del Espíritu Santo quien
nos auxilia en medio de las tribulaciones. JESÚS se dirige al Padre porque de
Él había venido y volvía a Él como lo había enseñado en Su oración sacerdotal:
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que
hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella
gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” (Juan 17:4,5) ¡Ese Hijo
“había obedecido hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-11) Así el
Hijo volvía confiadamente a la casa de Su Padre.
Podemos tener la seguridad que una oración como esta
es orar según la voluntad de Dios y por lo tanto, somos oídos por Él: “Y esta
es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14) Sí, no hay sitio mejor donde encomendarse
uno que en las manos de Dios. Allí es el lugar de protección, de seguridad y
esperar en la omnipotencia de Dios, lo que Él en Su gracia nos dé es lo mejor
que nos puede ocurrir. ¿Cómo podemos tener miedo a la muerte, sabiendo que
durante toda la vida estuvimos en Sus manos? Podemos repetir nosotros las
palabras del Salmo 23. “El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará. En lugares
de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.
El restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su
nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal
alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.”
Del mismo modo, ¡JESÚS, el Buen Pastor estará con
nosotros en nuestra hora final, nuestro salto de esta vida a la otra, no será
un salto al vacío porque Él nos espera con sus brazos abiertos para
pastorearnos para siempre! Conjuntamente con el madrileño Félix Lope de Vega
(1562-1635) podemos decir:
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
¡El Pastor divino está esperando por nosotros!
Porque nadie entrará al cielo contra su voluntad. ¡Allí estaremos los que
queremos estar! Una vez allí al depositarnos para la salvación eterna en los
méritos de Cristo, tendremos en todas las circunstancias de la vida presente la
confianza en que Dios está con nosotros, y al final como nuestro Señor una
confianza total en el Padre.
En su libro “Milagros en la vida de un pastor”, el
pastor venezolano Germán Núñez Bríñez, relata los últimos momentos de vida de
la hermana Siomara Guerrero de Núñez, su esposa, lo narra así: “Dos días antes
de entregar el espíritu al Eterno, la visitó el reverendo José Feliz Liscano (…)
“¿cómo está doña Siomara?-Ella no tenía fuerzas para contestar, pero haciendo
un esfuerzo inaudito, acumulando el resto de energías que le que le quedaban
exclamó: -“¡Muy feliz!”-. ¡Qué les parece! Devorada por un cáncer y en el
umbral de la eternidad, y sin embargo muy feliz. Esa felicidad no la da la
filosofía, ni la ciencia física, ni la religión. Sólo el Salvador Jesucristo.”
En otras palabras, nuestra amada hermana Siomara, al
igual que millones de cristianos de todos los siglos y hasta cuando nos
reunamos con Él, repetimos sus mismas palabras: “--¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu! ¡La muerte física de un cristiano nacido de nuevo, no
es un salto al vacío! ¡De todas las visiones que ponen de manifiesto el amor de
Dios, el Cristo crucificado es única porque expresa en sí misma que podemos
depositar en Él, una confianza total!
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias por enviar a tu Hijo amado! Sé que desde
principio a fin de Su preciosa vida en esta tierra, anduvo conforme a tu
voluntad. Él tuvo todo el tiempo confianza total en tu plan de salvación para
el pecador, desde el pesebre hasta la cruz. Ayúdame Señor a vivir para tu honra
y gloria como muestra de mi gratitud a mi Señor y Salvador. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
No existe una confianza más segura que descansar
totalmente, en las manos del Padre eterno.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?