Lectura devocional: 2 Tesalonicenses 3:1-5
Finalmente,
amados hermanos, les pedimos que oren por nosotros. Oren para que el mensaje
del Señor se difunda rápidamente y sea honrado en todo lugar adonde llegue, así
como cuando les llegó a ustedes. 2 Tesalonicenses 3:1 (NTV)
En mi segundo viaje a los Estados Unidos a finales de
1977, Dios hizo grandes cosas en la evangelización. Primero fue en la Iglesia
Bautista Emanuel de Miami, en tan solo una semana, más de cien personas
vinieron a Cristo, entre los convertidos estuvo un hombre que dijo que el
diablo lo había enviado a destruir la reunión en la cual, precisamente, se convirtió.
Hubiera logrado su propósito porque aunque el templo estaba lleno, sentí una
pesadez desde el principio del culto. Pero no la sentía yo solo. Tan pronto el
pastor Humberto Cruz, me entregó el púlpito. Vi que se dirigió a un grupo de
hermanos, salieron hacia el cuarto de oración y se pusieron de rodillas a orar
y a interceder por mí. Aquella acción cambió el ambiente del culto. Me sentí
lleno de autoridad espiritual y el poder del evangelio empezó a fluir. Hice el
llamado, el primero en pasar pidiendo perdón a Dios en voz alta, fue aquel
hombre enviado por el maligno a perturbar, y con él mucho otros más. ¡El Eterno
había venido a mi auxilio porque los amados habían orado!
Como lo relato en otra parte del libro Pasión por JESÚS en Marcha. Aquel viaje
me permitió ir a Dallas en donde grabé varios programas de televisión con el
evangelista Jim Williams y me sirvió de traductor el Dr. Rudy Hernández.
Después de tres semanas en Estados Unidos, regresé a
mi casa. Por todas partes contaba lo que el Señor había hecho. Les confieso que
sentía un poco inflado por lo que Dios había realizado conmigo. Pero el Señor
es especialista en enseñarnos a ser humildes como Él, es.
Ocurrió que en preparativos para la Tercera Marcha
Evangelizadora, en el oriente de Venezuela. Me había comprometido con el
hermano pastor Samuel Ramírez, dar un viaje en reconocimiento del terreno. Así
lo hice. Vale decir que esto ocurrió una semana después del exitoso viaje a
Estados Unidos.
Fuimos viajando desde la ciudad de Puerto Ordaz, en el
Estado Bolívar, visitando todos aquellos lugares por donde pasaría la marcha un
año y medio después. Así llegamos tarde la noche a la ciudad de El Palmar. Nos
alojamos en la casa de la familia Pulgar. Estábamos bajando nuestras cosas del
auto cuando la hermana Pulgar, se me acercó y con tono de imploración me dijo.
Perdone usted hermano Francisco, pero tenemos en nuestra iglesia, una anciana
que lo ama a usted mucho, ella nos pidió que tan pronto usted llegara lo
lleváramos a su casa, ella quiere conocerlo.
Llegamos a la casa de la hermana María Reina, una
anciana cercana a los noventa años, casi ciega. Ella había sido una de las
fundadoras de la obra evangélica en todos aquellos pueblos conjuntamente con el
misionero Covoult. La sala de la casa estaba dividida por un tabique y en la
pared de éste, lo tenía empapelado con los artículos del Luminar Bautista que
yo había publicado.
Me presenté delante de aquella sierva de Dios,
intercambiamos algunas palabras. Pero nunca olvidaré, su gesto y sus palabras.
Se levantó de su asiento y tocando mi cara con sus manos, me dijo: “¡Francisco,
que te había ocurrido, ¿en dónde estabas estas semanas pasadas? Que el Señor,
no me había dejado dormir y puso en mi corazón interceder por ti, noche y día!”
Hice uso de la rapidez de la mente humana y en
fracciones de segundo, recordé todas las bendiciones recibidas en aquel viaje
en Estados Unidos. ¡La intercesión de esta amada anciana por aquel joven
evangelista había hecho la diferencia! Lágrimas de gratitud corrieron por mis
mejillas y exclamé: hermana María Reina, no deje usted de orar por mí y por los
obreros que estamos en el frente de batalla. Nunca más la hermana María Reina y
yo, volvimos a encontrarnos en esta tierra. Pero lo sé, sus oraciones me
acompañaron siempre. La hermana María, partió con el Señor unos veinte años,
después. Como todo intercesor, estoy seguro que su ministerio de intercesión
abarcó mucho más allá de mi propio ministerio. Sólo en el cielo, cuando nos
encontremos otra vez, sabremos cuanto de lo bueno que hemos hecho en la obra,
se lo debemos a la hermana María Reina y su gran ministerio de intercesión,
aquí en la tierra. Sí, la oracion es la clave de la evangelización, sin límites
territoriales.
Oración:
Padre nuestro:
¡Gracias Señor por dejarnos la oración
intercesora y por los amados que a través de los siglos han clamado delante de
ti, deteniendo tu justa ira por un mundo indiferente, y una generación sin
salvación, sin paz y sin esperanza! Ayúdame Señor a mantener en alto el
estandarte de la oración intercesora y hacer posible que la primavera del
Espíritu Santo, descienda sobre los obreros de tu Reino y las naciones. En el
nombre de JESÚS. Amén.
La oración es la clave de todo lo que hagamos en Su obra de,
activémosla y Dios hará milagros en la extensión de Su Reino como lo ha
prometido.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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