Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 139:13-18
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu
libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de
ellos. Salmo 139:16
¡Hoy es mi turno! Más de siete mil millones de seres humanos poblamos este planeta convulsionado y en caos, pero ninguno tiene mis huellas dactilares ni el ritmo de mi corazón. ¡Estuve en la mente de Dios, antes de estar aquí en la tierra! ¡Soy único! Hay promesas de éxito en la vida cristiana, y por ello soy un vencedor a tiempo completo. Imposible contar los millones de personas que llegaron, vivieron y se fueron, ellos tuvieron esta vida como una asignación temporal, al igual que yo, pero ya su tiempo pasó.
¡Hoy es mi
turno! Y quiero aprovechar la brevedad de mi vida en pensar mejores cosas,
decir mejores cosas y hacer mejores cosas: “Todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, en esto pensad” (Filipenses 4:8; RV60). Dios está
conmigo, no puedo perder. Por mi nuevo nacimiento he llegado a ser un hijo de
Dios; tengo su presencia en mí; mi vida tiene un propósito, y tengo paz con
Dios porque me ha perdonado todos mis pecados. Así que, teniendo a JESÚS, lo tengo todo. Estoy
completo en Cristo, no tengo nada que buscar en este mundo pasajero y vanidoso,
no tengo nada que perder, ya que “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Mi vida y mi muerte están en las manos
de Dios; nada ni nadie puede separarme de Dios, ¡ni yo mismo!... Eso explica
por qué puedo contentarme cualquiera sea mi situación (Filipenses 4:11). Las
circunstancias no me cambian, pero el Señor y yo sí las cambiamos. No soy un
termómetro que nada más registra la temperatura, sino un termostato que la
cambia: “Todo
lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13 RV60).
Si el
éxito de la vida humana consiste en conseguir lo que se desea, entonces JESÚS
vino a mi rescate, me encontró y me salvó, para eso nací. Por ello, teniendo a
Cristo ya soy exitoso, mucho más de lo que me merezco. Si la felicidad es
apreciar lo que se ha conseguido, entonces puedo decir que amo a JESÚS, Él y
solo Él es el Comandante en Jefe de mi vida y viviré para su honra y gloria.
¡Hoy es mi turno! Asumo mi realeza
como hijo del gran Rey. Levanto mi frente y salgo a la conquista del mundo
utilizando como arma el amor de Dios que derramó en mi corazón (Romanos 5:5),
hasta levantar un imperio de amor para la gloria de Dios.
¡Hoy es mi turno! Soy un soldado
de JESÚS: “Tú pues sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2
Timoteo 3; RV60), por lo tanto: “Ninguno que milita se enreda en los negocios
de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Timoteo 2:4;
RV60). Ciertamente, la vida humana
es breve, pero la vida espiritual, que JESÚS da como un regalo es para siempre
(Juan 10:10b); como dijo el gran misionero Jim Elliot: “No es ningún tonto el
que cambia lo temporal por lo eterno”, pero hoy es mi turno para vivir ambas
vidas con plenitud. Este paréntesis que ha abierto la eternidad a mi
favor, lo cerraré con un extraordinario triunfo. Sé que no volveré a tener otro
cuerpo como el que tengo en el presente. Conozco mi
finitud, pero
hoy es mi turno, y haré que este cuerpo sea hueso de los huesos de JESÚS. Me
levantaré desde las cenizas de mis derrotas y fracasos, una y otra vez:
"Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará;
los malvados en cambio, se hundirán en la desgracia" (Proverbios 24:16;
RV60). Porque todo lo puedo en Cristo; la victoria final me
espera y no la haré esperar más, porque hoy es mi turno para triunfar. ¡Pondré
alas a la esperanza y con ella volaré a cumbres elevadas!
¡Hoy es mi
turno! Y tengo un destino eterno y una misión histórica que cumplir. No estoy
aquí para consumir nada más, sino para dar y gastarme en lo que soy, un hijo de
Dios. Este momento histórico es único, no desperdiciaré ni un segundo de él.
Soñaré grandes sueños. Me empinaré sobre ellos y simplemente: ¡Viviré! Porque: ¡Hoy
es mi turno!
Oración:
Digno eres Padre de mi alabanza en este día, gracias por permitirme ser
el humano que has hecho de mí, y por hacerme un soldado de tu milicia; no puedo
dividir mi lealtad y solo a ti serviré. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando naces de nuevo,
llega tu turno para disfrutar a plenitud de ser un hijo de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?