lunes, 29 de febrero de 2016

¡Hoy es mi turno!

Francisco Aular 
Lectura devocional: Salmo 139:13-18
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. Salmo 139:16

¡Hoy es mi turno! Más de siete mil millones de seres humanos poblamos este planeta convulsionado y en caos, pero ninguno tiene mis huellas dactilares ni el ritmo de mi corazón. ¡Estuve en la mente de Dios, antes de estar aquí en la tierra! ¡Soy único! Hay promesas de éxito en la vida cristiana, y por ello soy un  vencedor a tiempo completo. Imposible contar los millones de personas que llegaron, vivieron y se fueron, ellos tuvieron esta vida como una asignación temporal, al igual que yo, pero ya su tiempo pasó.
¡Hoy es mi turno! Y quiero aprovechar la brevedad de mi vida en pensar mejores cosas, decir mejores cosas y hacer mejores cosas: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, en esto pensad” (Filipenses 4:8; RV60). Dios está conmigo, no puedo perder. Por mi nuevo nacimiento he llegado a ser un hijo de Dios; tengo su presencia en mí; mi vida tiene un propósito, y tengo paz con Dios porque me ha perdonado todos mis pecados. Así que,  teniendo a JESÚS, lo tengo todo. Estoy completo en Cristo, no tengo nada que buscar en este mundo pasajero y vanidoso, no tengo nada que perder, ya que “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).  Mi vida y mi muerte están en las manos de Dios; nada ni nadie puede separarme de Dios, ¡ni yo mismo!... Eso explica por qué puedo contentarme cualquiera sea mi situación (Filipenses 4:11). Las circunstancias no me cambian, pero el Señor y yo sí las cambiamos. No soy un termómetro que nada más registra la temperatura, sino un termostato que la cambia: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13 RV60).
Si el éxito de la vida humana consiste en conseguir lo que se desea, entonces JESÚS vino a mi rescate, me encontró y me salvó, para eso nací. Por ello, teniendo a Cristo ya soy exitoso, mucho más de lo que me merezco. Si la felicidad es apreciar lo que se ha conseguido, entonces puedo decir que amo a JESÚS, Él y solo Él es el Comandante en Jefe de mi vida y viviré para su honra y gloria.
¡Hoy es mi turno! Asumo mi realeza como hijo del gran Rey. Levanto mi frente y salgo a la conquista del mundo utilizando como arma el amor de Dios que derramó en mi corazón (Romanos 5:5), hasta levantar un imperio de amor para la gloria de Dios.
¡Hoy es mi turno! Soy un soldado de JESÚS: “Tú pues sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 3; RV60), por lo tanto: “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Timoteo 2:4; RV60). Ciertamente,  la vida humana es breve, pero la vida espiritual, que JESÚS da como un regalo es para siempre (Juan 10:10b); como dijo el gran misionero Jim Elliot: “No es ningún tonto el que cambia lo temporal por lo eterno”, pero hoy es mi turno para vivir ambas vidas con plenitud. Este paréntesis que ha abierto la eternidad a mi favor, lo cerraré con un extraordinario triunfo. Sé que no volveré a tener otro cuerpo como el que tengo en el presente. Conozco mi finitud, pero hoy es mi turno, y haré que este cuerpo sea hueso de los huesos de JESÚS. Me levantaré desde las cenizas de mis derrotas y fracasos, una y otra vez: "Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados en cambio, se hundirán en la desgracia" (Proverbios 24:16; RV60). Porque todo lo puedo en Cristo; la victoria final me espera y no la haré esperar más, porque hoy es mi turno para triunfar. ¡Pondré alas a la esperanza y con ella volaré a cumbres elevadas!
¡Hoy es mi turno! Y tengo un destino eterno y una misión histórica que cumplir. No estoy aquí para consumir nada más, sino para dar y gastarme en lo que soy, un hijo de Dios. Este momento histórico es único, no desperdiciaré ni un segundo de él. Soñaré grandes sueños. Me empinaré sobre ellos y simplemente: ¡Viviré! Porque: ¡Hoy es mi turno!
Oración:
Digno eres Padre de mi alabanza en este día, gracias por permitirme ser el humano que has hecho de mí, y por hacerme un soldado de tu milicia; no puedo dividir mi lealtad y solo a ti serviré. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando naces de nuevo, llega tu turno para disfrutar a plenitud de ser un hijo de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 26 de febrero de 2016

¡Fe y confianza!

Francisco Aular 
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Hebreos 11:1-9
La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos; es lo que nos da la certeza de las cosas que no podemos ver. Hebreos 11:1(NTV)

El joven estudiante se va a otra ciudad sin haber sido advertido respecto al clima frío que le esperaba, viajó todo un día, se va desde la terminal del tren a su nueva residencia en medio de aquel clima, mientras caminaba pensó en sus padres así tan pronto como pudo les notificó, su situación. El padre le responde, “hijo salgo y te compro un abrigo y te lo envío inmediatamente.” Antes de colgar el teléfono, el joven le expresa a su padre su gratitud: “¡Padre, gracias por darme el abrigo que te pedí.” Porque después de todo: “La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos…”.
En el desfile de hombres y mujeres que se nos presenta en Hebreos 11, para el autor del documento sagrado, nos son los personajes los relevante, sino el Padre Celestial -que en medio de las pruebas por las cuales pasaron aquellos creyentes del pasado-, depositaron su fe y confianza.
En efecto, cuando pienso en el sufrimiento humano, tampoco puedo olvidar a uno de mis héroes de la fe, Job, las palabras que pronunció al perderlo todo, sus bienes materiales, sus amados hijos y aun hasta su propia salud; él se puso de rodillas en tierra, se inclinó hasta que su frente tocó el suelo para adorar a Dios, y esta fue su oración: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo estaré cuando me vaya. El Señor me dio lo que tenía  y el Señor me lo ha quitado. ¡Alabado sea el nombre del Señor!” (Job 1:21; NTV). No, mi amado esto no es estoicismo, esto tiene un nombre: ¡Fe y confianza!
Ahora bien, me encanta lo que dice el escritor de Job: “A pesar de todo, Job no pecó porque no culpó a Dios” (Job 1:22). Los problemas, la adversidad, las pruebas no deberían apartarnos de Dios, por el contrario, ¡son los escalones que Dios nos permite para que subamos a otro nivel en nuestra relación con Él! Aquí me ayuda mucho el apóstol Pedro: “Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro” (1 Pedro 1:7; NTV).
Desde luego, existen varios tipos de fe, no niego que la fe milagrosa, la fe intelectual y hasta la fe en las demás personas funcionen, esos tipos de fe son temporales, sólo sirven para la tierra, pero, la reina de la fe, es la fe salvadora, mediante la cual pongo toda mi confianza en nuestro Señor Jesucristo para la salvación eterna de mi alma, es la fe que despierta la “esperanza viva” que dice el Apóstol; es la fe que tiene la certeza en la resurrección final, la cual nos llevará a reinar con nuestro amado JESÚS.
La fe salvadora está por encima de cualquier tipo de fe que tengamos: Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean. Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aun cuando tengan que soportar muchas pruebas por un tiempo breve” (1 Pedro 1:5,6, NTV). ¡La fe nos ayuda en todo nuestro proceso de la santificación!, en principio cuando creímos en JESÚS, en el presente frente a las adversidades, y fe en el fabuloso futuro cuando tengamos un cuerpo glorificado para vivir para siempre con el Señor. Esto es, ¡fe y confianza!
Hace pocos días, estuve visitando el hospital a una mujer de Dios, su nombre es Ernestina Flores, ella se ha enfrentado a los sufrimientos de su enfermedad de manera ejemplar. Allí en su cuarto, Mary y yo, le cantamos y oramos. Al salir, nos dijo: “¡Pastor, yo quisiera que esta enfermedad me conduzca a darle mayor gloria al Señor!” Esta actitud de un verdadero hijo de Dios, tiene un nombre: ¡Fe y confianza!
Contrario a lo que algunas religiones prometen, no pararemos de sufrir en esta tierra, tarde o temprano nos tocará a nosotros. El ser humano sufre, sin embargo, Dios no quiere que vayamos andando frustrados y lamentosos por este mundo, Él nos da su paz en medio de las tormentas. Debemos tener la seguridad, como la hermana Flores, de que Dios es nuestro refugio y nuestra única esperanza. No sabemos nada de nuestro futuro, pero una cosa es segura, y lo digo con mucha experiencia a través de toda una vida sirviéndole al Señor, le pido, por encima de cualquier cosa que Dios pueda darme: ¡Fe y confianza!
Oración:
Padre eterno:
Gracias por tu invitación a ser parte de tu familia. Ayúdame a ser conciente de que nada me ocurrirá sin que tú lo sepas y que estarás a mi lado para siempre, y por favor, aumenta aun a través del sufrimento mi fe y confanza en ti y tus promesas eternas.¡Gracias por oírme en el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Cada circunstancia en nuestras vidas como hijos de Dios debemos enfrentarla con ¡fe y confianza!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

jueves, 25 de febrero de 2016

¡Fe en medio de las pruebas!

Francisco Aular 
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Salmo 46
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad. Salmo 46:1 (NTV)

Mary y yo viajábamos a una reunión de una de las juntas de nuestra denominación a la Isla del Encanto (Puerto Rico) y camino a la aduana del Aeropuerto Internacional de San Juan, nos dimos cuenta que los televisores de CNN transmitían desde Haití la noticia del devastador terremoto que había acontecido hacía tan solo una hora. Se calcula que murieron unas 316.000 mil personas en el desastre telúrico más calamitoso de la historia de la humanidad. Obviamente, seguíamos con mucha atención las noticias de los días siguientes: ¡Cuántos muertos, lágrimas y miedo se veía en los rostros de hombres, mujeres y niños!, pero una escena que observamos nos emocionó hasta las lágrimas. Se trataba de una mujer joven con un niño entre sus brazos, frente a una periodista que la interrogaba, la mujer dijo: “¡He perdido todo, y también a mi otro hijo (…) él murió entre los escombros al no poder salir como nosotros. ¿Pudo sepultarlo?, -indagó la periodista-, no. Fue imposible. Su cuerpo quedó atrapado”. Luego de decir esas palabras ella puso su mano sobre una Biblia que llevaba en su mochila, y de memoria, citó el primer versículo del Salmo 46: “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad” (NTV). ¡Gloria al Señor, -exclamé-, yo sabía al verla que era mi hermana en la fe! La cámara la siguió mientras ella subía a un autobús. Allí estaba aquella cristiana, nacida de nuevo, enfrentando la perdida de su hijo, con el otro bebé en sus brazos, y subiendo a un vehículo que la llevaría a quién sabe adónde, pero, en medio de la pérdida, había algo que esa mujer tenía en abundancia: ¡Fe en medio de las pruebas!
¡Cuántas veces he acudido al Salmo 46 en medio de las pruebas de la vida! Pero ahora, no lo puedo citar sin pensar en que una humilde haitiana, lo vivía, lo encarnaba. Sí, ¡Dios es nuestro refugio! Dios es el lugar en donde podemos protegernos cuando los problemas y las tormentas de la vida nos azotan sin piedad. ¿Has llegado a punto en que lo único que tienes es a Dios?, ¡no busques más, lo tienes todo! Dios permanece inmutable, todopoderoso y por ello, podemos exclamar: ¡Aleluya!, a pesar de todo.
Se cuenta que un día estaba caminando Juan Wesley con un hombre muy preocupado por sus pruebas y tribulaciones, que casi parecía dudar de la bondad de Dios. - No sé que haré con todos estos afanes, pruebas y temores – dijo el hombre. En ese momento Wesley notó que una vaca los miraba por encima de un muro de piedra. - ¿Sabe usted por qué esa vaca mira por encima del muro? – preguntó Wesley. No,– respondió su compañero, perturbado. - Se lo diré. Es porque no puede ver a través de él. Eso es lo que hay que hacer con el “muro” de los afanes, pruebas y temores. Mirar más alto, por encima de él. En efecto, la fe nos ayuda a mirar más allá, por encima de las dificultades, al Señor quien es nuestra ayuda como lo vio el salmista:Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad.” (Salmo 46:1, NTV). Como lo afirmó aquella haitiana en medio de sus pruebas y tribulaciones, eso tiene un nombre: ¡Fe en medio de las pruebas!
 Oración:
Padre eterno:
Gracias por dejarme tu Palabra la cual es una fuente refrescante en medio de las pruebas de la vida. En estos momentos difíciles, tú eres mi refugio y mi única esperanza. Ayúdame a seguir firme en la esperanza viva que me has dado por medio de tu Hijo para ayudar y consolar a otros como tú los has hecho conmigo. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡Pase lo que pase soy más que vencedor por medio de mi fe en JESÚS!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

miércoles, 24 de febrero de 2016

¡Upernikao!: “Somos más que vencedores”

Francisco Aular
Lectura devocional: Romano 8:35-39
Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8:37 (NVI)

Mi epístola favorita de las trece cartas paulinas es Romanos. Romanos es la obra teológica principal de Pablo, hoy en día se le daría un doctorado solamente por esta carta. Aquí tenemos las ricas enseñanzas paulinas de la justificación por la fe, además, sistematiza las doctrinas sobre el evangelio, sobre quién es el hombre, quién es Dios, quién es JESÚS, y, quién es el Espíritu Santo. Todo eso, en un ensayo teológico magistral de 16 capítulos.
La hoja de mi Biblia que tengo marcada -y casi desgastada por el uso- es la del capítulo 8: 28-39, como dirían los jóvenes, con lo que escribió Pablo, ¡se botó!, estos versículos me inspiran, me alientan y me desafían a vivir la vida cristiana, no en mis propias fuerzas, sino en mi unión con JESÚS, ¡nada ni nadie podrán separarme de su amor! Aquí, Pablo escribe a los hermanos romanos, y no les oculta el elevado costo de la gracia de Dios. Habrá sufrimientos y muerte en el futuro para los seguidores de JESÚS, ¿eso fue solamente en el pasado?, no. Lamentablemente, hoy los cristianos están siendo perseguidos,  encarcelados, torturados y asesinados por sus enemigos gratuitos, especialmente en los países musulmanes y comunistas. No obstante, lo eterno está por encima de lo temporal: ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: “Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!” (Romanos 8:35,36).
Pablo ve a JESÚS, no como el Juez que ciertamente Él es, sino como el amoroso Señor y Salvador de los seres humanos, y así lo señalará, más adelante: Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él, sea la gloria por los siglos. Amén (Romanos 11:36 RV60, mayúsculas mía). Es pensando en la victoria del cristiano por la conquista de JESÚS al morir y volver a vivir, que el Apóstol exclama: “¡upernikáo!”, y ha sido traducido al castellano por cuatro palabras: “Somos más que vencedores”.
En efecto, cuando el ser humano abre sus espacios interiores a Dios, por medio de la fe en JESÚS, y acude a la Palabra y a la oración; cuando siente que sus soledades han sido inundadas por la presencia divina; cuando percibe que su desvalimiento e indigencia, sufrimientos y circunstancias, quedan contrarrestados por el poder y la riqueza de Dios; cuando el verdadero discípulo de JESÚS descubre que habita en él por la fe que posee y que le da solidez, la muerte no es el fin, sino el medio para el triunfo definitivo; es entonces, cuando se adueña de la verdad, y se despoja del temor a los hombres y a las circunstancias, y se rinde al SEÑOR que sirve, se da cuenta que además de Todopoderoso es también Todoamoroso; tiene la seguridad de que Dios es “su” Dios,  el SEÑOR es “su” Padre, que su Padre lo ama y lo envuelve, se compenetra con él y en él, y lo acompaña no solamente en el más acá, sino también en el más allá; Dios es su fortaleza, su seguridad, su certidumbre, su todo, y por tanto, su liberación total…, entonces: “somos más que vencedores”:¡uperninikáo!
Oración:
Señor no busco el sufrimiento ni el martirio, eso sería una enfermedad, pero si es por tu causa que me toca, dame el valor que le das a los doscientos mil, que en este año están sufriendo y muriendo por Ti; ayúdame a vivir y morir en la certeza que soy “más que vencedor”. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Experimentamos paz y no pánico, cuando sabemos que “somos más que vencedores” en el poder de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

martes, 23 de febrero de 2016

¿Quién es el fuerte?

Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Samuel 2:3-9
Él guiará los pasos de sus fieles,
    pero los malvados se perderán entre las sombras. ¡Nadie triunfa por sus propias fuerzas! 1 Samuel 2:9 (NVI)

Se celebraba la Escuela Bíblica de Vacaciones en pleno verano, la lección de aquel día hablaba de la fortaleza del cristiano. En el segundo piso del edificio, la maestra del grupo de los niños de seis a ocho años, tuvo la idea de invitar al pastor de la iglesia para que él diera la aplicación final de la clase. El pastor se preparó con tiempo para ello, se le ocurrió vestirse de “Superman”. Entró de repente al salón clases, moviendo su capa, los niños más pequeños ¡estaban emocionados al ver al conocido personaje! Uno de ellos preguntó: “¿Tú eres superman?” Sí, dijo el “Superman” mostrando sus músculos y la enorme “S” roja en medio de su pecho. “¡Muy bien!” Exclamó el niño: “¡Lánzate por la ventana y vuela!”… Aquel niño había ratificado con su petición lo del conocido proverbio: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
¿Quién es el fuerte? En la vida cristiana, nuestra fortaleza proviene de Dios. De hecho, la fortaleza no es virtud humana, somos débiles. En la conocida “Oración de Ana” en el primer libro de Samuel, aquella mujer sabia lo expresa en su poema al poder de Dios: Nadie es santo como el Señor;
    no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. San Pablo advirtió: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.” (1 Corintios 10:12, NVI). En aquella época-y todavía en algunos círculos esotéricos-, algunos filósofos enseñaban que el ser humano podía ejercitarse mentalmente de tal manera que sin necesidad de Dios podían vencer su naturaleza pecaminosa; es más el ser humano podía llegar a ser su propio dios. Para ellos, tal asunto como creer en JESÚS y ser salvo, era una locura. Contra ellos Pablo escribe: Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana. (1 Corintios 1:25)
¿Quién es el fuerte?  Mi gran problema es la firmeza de mi carácter en medio de las circunstancias de la vida. Hacer buenos propósitos y establecerse metas es fácil. Lo verdaderamente difícil es cumplirlos; aferrarse a ello como un perro a su hueso y no soltarlos hasta realizarlos. Tampoco es difícil hacer alarde de nuestros talentos y dones, la arrogancia toma matices muchas veces de falsa humildad. Necesito toda la ayuda de Dios para darle a Él la honra, el poder y la gloria por lo que soy y por lo que hago, si hubiese algo digno de alabanza en ello.
¿Quién es el fuerte? La verdad es que no necesito ir muy lejos para buscar la raíz del problema porque mi carnilidad y naturaleza débil, todavía viajan conmigo. Otra vez, voy a consultar a mi teólogo favorito San Pablo, buscando su apoyo y me estremece su franca respuesta: “De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal.” (Romano 7:19-21, NVI). Algunos cristianos amigos míos, sin duda sinceros, pero equivocados, creen que ellos son ¡impecables! Evidentemente Pablo, no era uno de ellos: ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?” (Romanos 7:24, NVI). Suele ser más fácil enfrentarse a un gran peligro y vencerlo que admitir humildemente que debo dominarme a mi mismo dándole el control a Dios, como clamó el Apóstol: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25, NVI)
¿Quién es el fuerte? El autor de la Epístola a los Romanos, me hace recordar aquellas peliculas de acción; los malos han logrado someter a todo un pueblo; surge un hombre para enfrentar él solo a los malos que son pocos pero bien armados y no juegan limpio; le hacen trampas a nuestro héroe, lo humillan, lo amenazan de muerte; llega el inevitable momento de la escena final, los enemigos de nuestro héroe, están por todas partes, lo atrapan y lo humillan, parece que no hay salida. Pero de repente, nuestro héroe saca fuerzas de donde menos se esperaba, y mientras él pelea, sabemos que todavía es débil. ¿Vencerán los malos?; pero en el horizonte, la gente buena, esa que nunca se mete con nadie, se ha unido y vienen en ayuda, los malos empiezan a huir. La gente que está en el cine, los espectadores, también se entusiasman se ponen de pie y aplauden. ¡Nuestro héroe está allí, el bien ha triunfando sobre el mal! Me imagino al Apóstol escribiendo con lágrimas, la derrota de todo ser humano pecador y separado de Dios. De repente ve a JESÚS entrar a la escena principal. ¡JESÚS es nuestro Héroe del plan de Dios para el hombre perdido! -Prometido desde antes de la fundación del mundo-; JESÚS hizo Su entrada triunfal en una Navidad y entregó Su preciosa Vida en una Semana Santa. ¡JESÚS nuestro Señor y Salvador, se levantó de los muertos y ahora está en los cielos y de allí volverá en gloria para llevarnos con Él! JESÚS dio Su sangre para salvarnos, y por Su resurrección, nos libra para siempre “de este cuerpo de muerte” Sí, esta es la verdad: ¡Soy libre, soy libre! Me pongo de pie en la escena final. ¡JESÚS es el
Dios Todopoderoso como Ana, exclamo: Nadie es santo como el Señor;
    no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. Y por eso, con San Pablo proclamo la victoria que tenemos porque el Fuerte y Verdadero ha vencido, nosotros también vencemos: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25).
Oración:
Padre eterno:
Tal como soy, sin más fuerzas que las tuyas obrando en mí cuerpo mortal, vengo a ti para implorarte que hagas el milagro de librarme de mi mismo para que tú reines en mí. Todo lo que soy y lo que tengo, lo rindo delante de ti. Esta vida no es vida sin tu fuerza para vivirla. ¡Gracias Señor! En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
La fuerza de la vida cristiana es la fuerza que proviene de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 22 de febrero de 2016

¡No tires la toalla!

Francisco Aular
faular@hotmail.com
— ¿Qué haces aquí, Elías? He servido con gran celo al SEÑOR Dios Todopoderoso; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también. 1 Reyes 19:13b,14 (Nueva traducción viviente)

¿Alguna vez has pensado en abandonar lo que Dios te comisionó? ¿Te sientes fatigado de tus mejores intentos y no ves fruto? ¿Sientes en la labor que realizas presiones que te vienen de todos lados, especialmente, dentro de ti mismo? ¿Has pensado en rendirte y tirar la toalla? Bueno, tirar la toalla es una frase prestada del lenguaje boxístico, y significa claudicar, renunciar, rendirse ante las dificultades de algo. En el boxeo, cuan­do el entrenador de uno de los contendientes considera que su pupilo está siendo claramente derrotado, y el seguir la pelea pone en peligro la salud del boxeador, arroja la toalla para dar a entender al árbitro que debe parar la pelea y dar como vencedor al otro púgil. 
Permítanme relatarle una experiencia personal que viene al caso. Yo tenía apenas seis meses en los caminos del Señor, cuando la iglesia me nombró director de la Unión Bautista de Preparación; fue la primera responsabilidad que asumí en la iglesia, y la primera persona nombrada para fundar ese departamento dentro del liderazgo de la iglesia; el Padre Celestial vino a mi auxilio, como lo ha hecho siempre que se me ha dado una responsabilidad. Tuve muchas presiones internas, pero la posibilidad de renunciar nunca vino a mi mente. Entendí que el Señor me había dado aquella responsabilidad y la tendría que llevar hasta el final del período designado. Así ha sido toda mi vida frente al liderazgo. Sé que cualquier decisión que haga afectará, directa o indirectamente, la obra de Dios. Por ello, y alabado sea Dios por su gracia, no se sabe que yo haya renunciado a nada en la obra que se me haya pedido hacer. Es decir, tirar la toalla no es una opción en mi liderazgo, ¡cuando sé que es una designación del Señor para mí! ¿Cómo sé que Dios me ha puesto en ese lugar? Bueno, porque no creo que yo sea un accidente en este mundo, y por lo que Dios me permita ser y hacer con los dones y talentos que me ha dado para servir en su Nombre en cualquier lugar en que me coloque; por eso mi lema es el mismo del apóstol Pablo: Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios” (Hechos 20:24 NTV).
En la actitud del profeta Elías -de huir por temor a la diabólica Jezabel, después de haber sido el instrumento de la divinidad para mostrarle al pueblo de Israel, quién es el verdadero Dios-, encontramos el camino al desánimo en el liderazgo, que termina en la renuncia. La depresión en que cayó el gran profeta fue tal, que sus mismas palabras expresan el dolor de su alma y de su espíritu: “Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, SEÑOR; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron” (1 Reyes 19:4).  Sin embargo, en toda la huida del profeta Elías, él no va solo, Dios va con él, lo alimenta, lo arrulla, lo sostiene: “Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse” (1 Reyes 19:5,6). Elías cayó en un síndrome que yo denomino el terrible PY (pobrecito yo).
Así que, como al Profeta, Dios te sostendrá para que termines tu labor con éxito: “Mientras iban caminando y conversando, de pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de fuego. Pasó entre los dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo por un torbellino” (2 Reyes 2:11). ¡Dios se llevó a Elías directamente para el cielo, sin ver la muerte física! Unos mil años después de la experiencia del profeta, en solo dos versículos se describe su biografía: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17,18 RV60).
Es posible que como Elías, estés desesperado por las circunstancias, por las luchas y peligros que te rodean y amenazan tu vida. En lugar de renunciar y huir, detente, deja que Dios tome tu defensa en sus manos, Él y sólo Él, conoce tus potencialidades porque Él te hizo; Él está trabajando, y trabajará contigo hasta el final que Él mismo te ha designado. En su trabajo con nosotros los seres humanos, Dios nunca ¡tira la toalla!
Oración:
Padre Celestial:
En esta hora difícil en que estamos, tú necesitas a hombres y mujeres que crean, lo que tú en tu gracia has prometido para ellos. Por favor, dame de tus fuerzas para vencer. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Cuando estés convencido de que el trabajo que estás realizando lo haces para la gloria de Dios, (Colosenses 3:23), la palabra renuncia, nunca pasará por tu mente.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 19 de febrero de 2016

¡Descubre el entusiasmo contagioso!

Francisco Aular                                          
Lectura devocional: Números 14:1-19
Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo! Números 14:9 (NVI)

El diccionario define el término entusiasmo como: “exaltación y emoción del ánimo, producidas por algo que se admira. Adhesión e interés que llevan a apoyar una causa o a trabajar en un empeño”. Etimológicamente, viene de una palabra griega compuesta que significa “en Dios”, es decir, dinamizado por Dios. En efecto, al caminar por los senderos de la Biblia nos encontramos a menudo con que el punto de partida para salir airosos en la labor que nos ha tocado hacer,  asciende o desciende según el estado de ánimo que tengamos. Sin embargo, no es pecado estar desanimados en un momento dado, el pecado está en dejarnos dominar por el desánimo. Grandes hombres de Dios pasaron por el desánimo, Job, Nehemías, Elías, Jeremías y para no ser tan extensos, Juan el Bautista y Pedro, pero todos ellos se libraron del desánimo. Al descubrir que Dios andaba con ellos y en ellos, ¡se levantaron y triunfaron!
El entusiasmo es la fuerza que nos pone en acción, el desánimo nos la quita. El salmista eleva su alma deprimida por la nostalgia de los éxitos pasados, el asecho de sus enemigos y los recuerdos de Jerusalén con su templo. Pareciera que el salmista ha tocado fondo y no le quedan esperanzas para salir adelante; pero nuestro Dios está allí en esos momentos, cuando, como seres humanos, conocemos y reconocemos nuestro desvalimiento, cuando no nos quedan asideros de donde agarrarnos, porque pareciera que todas las vigas de sustentamiento crujen y ceden ante nuestro peso; entonces ahí, Dios -que hasta ese momento ha estado acompañándonos sin que lo notemos-, se levanta en el camino como la única columna de seguridad del creyente, y al igual que ocurrió con el salmista, el creyente hace esta resolución: “¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:25,26 NVI)
La tentación permanente del ser humano es la idolatría, es decir, poner cualquier cosa entre él y Dios: éxito, fuerza, poder, juventud, sexo, negocio, dinero, belleza, y el activismo político, deportivo o religioso; todo esto seduce al ser humano, y lo hace sucumbir y doblar sus rodillas ante esas cosas que lo mantienen ocupado y sin tiempo para Dios. Su alma pide eternidad, pero él intenta vanamente llenarla con lo temporal. Un día se da cuenta de que el gusano roe las entrañas de sus ídolos, que los sueños huyen, los muros se vienen abajo piedra por piedra, y es capaz de pensar la brevedad de su paso por este mundo; en esas condiciones el ser humano queda desnudo y desarmado ante la realidad, este puede ser el momento del desánimo pero, también, puede ser una manera que Dios encuentra para entrar en un corazón endurecido, entonces, descubre condiciones de adorar  a Dios de manera consistente y en verdad, como nunca antes lo hizo. Claro está, si asume la crisis como su única esperanza y pone su mirada en Dios: “Salvación mía y Dios mío”. De esta manera podemos también exclamar como David en frente de sus enemigos: “En Dios haremos proezas, Y él hollará a nuestros enemigos” (Salmo 108:13 RV60). ¡Nada ni nadie es capaz de detener a un ser humano “en Dios”, es decir: entusiasmado!
Josué y Caleb, estaban entre los hombres enviados por Moisés para investigar, la tierra a la cual Dios, los había enviado. Diez de aquellos hombres, dieron un informe negativo: “—No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros!” (Números 13:31, NVI). No conforme con esto, comenzaron a esparcir sus rumores entre el pueblo, el desánimo como ya lo sabemos es contagioso, y rápidamente, el pueblo se debilitó, perdió la esperanza y la fe. Sin embargo, tanto Josué como Caleb, permanecieron firmes: “Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!” (Números 14:9,NVI) ¡Dios premió a estos dos hombres valientes y entusiastas, que creyeron en las promesas de Dios! ¡Ellos fueron los únicos de aquella multitud que salió de Egipto que entraron a la tierra prometida!
Esta historia del pueblo de Israel, nos revela esta verdad, cuando nos damos cuenta que Dios es lo único que nos queda, y que con Él, es suficiente para el triunfo definitivo en esta vida; entonces podemos estimular a otros para que tengan esta misma actitud, porque hemos descubierto: ¡El entusiasmo contagioso!
Oración:
Amado Padre y Dios:
¡Te alabo en esta hora por mi entusiasmo en ti! Todo lo puedo por medio de tu gracia y misericordia. Hoy me enfrentaré a muchas decisiones pero me lanzo a conquistar cualquier desafío porque tu compañía es todo lo que necesito, y sé que vas conmigo. Ayúdame a ser un entusiasta contagioso en todo lo que soy y hago. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Con el entusiasmo frente a todos los gigantes que se levantan: “¡Ya son pan comido!”
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 18 de febrero de 2016

¡No al desánimo!

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 1 Reyes 19:1-8
El anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un enebro; pidió morirse y dijo: Basta ya, SEÑOR, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres. 1 Reyes 19:4 (LBLA)

Hoy escucho decir que el mundo está lleno de maldad y que el mal se manifiesta en todo lugar. Es verdad. No lo niego. Pero no permitiré que el desánimo se anide en mi vida y me obligue, a vivir aplastado bajo el peso de una mortal congoja que anhele morir antes que enfrentar la vida con sus demandas normales. La vida es breve, es tan solo un paréntesis de la eternidad, está abierto como un papel en blanco en dónde yo soy el escritor, no cerraré ese paréntesis, sin cumplir el propósito para el cual, Dios me dio esta preciosa vida humana y también la Vida que viene del cielo. Por muy oscuro que hoy aparezca el horizonte, sé que más allá brilla el sol, también sé que Dios es real y va conmigo, Él me sostendrá. En efecto, Dios, tiene hombres y mujeres clamando día y noche por un mundo mejor. ¡Me uniré a ellos!
Hoy busco los tonos claros y las notas mayores en el teclado de la vida. No nací en una cuna dorada, ni rodeado de privilegios. No provengo de una familia pudiente. Pero en esta hora, reconozco que esta preciosa vida que poseo es todo un milagro de Dios, durante los nueves meses de mi gestación, mi madre tuvo que enfrentar el fuerte desafío de su vida campesina y ser una mujer luchadora y tenaz que al lado de mi padre, tenía que buscar algo para comer cada día, porque los rigores mundiales de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, hasta allí habían llegado. Así nací en un caserío, bajo las matas de café, de cacao, de aguacate, de limones agrios y dulces y éramos tan pobres y tan alejados de un hospital que mi padre y mi abuela materna, fueron los parteros que me recibieron en sus manos y me cargaron llenos de amor. De todas maneras, algo me dice, que soy parte del propósito de Dios para este mundo y Él, estaba allí con nosotros. ¡No soy un accidente en la cadena de seres humanos que el mundo ha tenido! ¡No permito que el desánimo me quite el gozo de saber que soy único, porque Dios rompió el molde, después que nací!
Hoy, confieso que muchas veces, el desánimo ha tocado la puerta de mi vida, pero nunca he permitido que el desánimo, se anidara en mi corazón y me postrara. He comprendido en mi largo vivir, que tal estado de ánimo podría quizás explicarse, y aún tolerarse, considerando las vicisitudes y las penurias por las cuales los seres humanos pasamos, pero también he descubierto que en muchos casos se trata simplemente de debilidad de carácter y del complejo de mártir que poseen. Son personas que, no encaran los problemas normales de la vida con criterios de vencedores. Por el contrario, se dejan vencer por las circunstancias. Aún habiéndoles Dios provisto desde la cuna muchas bendiciones, que otros no hemos tenido, el pesimismo les llena la vida sin que hagan el menor esfuerzo por librarse de él. Afirmo, más aún, si los observamos bien veremos que tales personas justifican su estado de ánimo y amargura de la vida, echándoles la culpa a otros, y de ello no se escapa, ni el mismo Dios.
Hoy abro la puerta y las ventanas de mi vida de par en par quiero que el sol entre a raudales, porque la luz siempre hace huir a las tinieblas. Quiero que la luz del Señor haga el milagro de vestir de gloria, amor, fe y esperanza hasta el rincón más oscuro de mi ser. ¡JESÚS es mi Luz y mi Salvación! ¡Me llenaré de Dios y seré “mas que vencedor”! Me acercaré a las rosas de mi jardín para verlas mejor y olerlas y palparlas por los lados sin espinas. Me inclinaré para ver la simetría y belleza de sus pétalos, y nuevamente diré: ¡Dios es real! Quien hizo esto, cuidará también de mí.
Hoy me asomo al espejo de mi mismo, y quito todo lo malo que pueda reflejar, quiero que se miren en mí y en los sentimientos que les puedo inspirar. Ellos verán que soy frágil, pero que soy limpio. Aunque me rompa en mil pedazos, cada pedazo de mí, los seguirá reflejando. He decido seguir el consejo de Pablo: “Estad siempre gozosos” (1 Tesalonicenses 5.16) He decido también, reflejar alegría y optimismo, los cuales viven en mí por el poder del Espíritu de Dios. Nadie da lo que no tiene. Hoy salgo a repartir lo que poseo, y nadie me lo puede arrebatar y mucho menos el desánimo. Se trata del fruto del Espíritu Santo que vive en mí: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza” (Gálatas 5.22-23)
Como en la vida cristiana el “dar es mejor que recibir” ¡Hoy salgo con la ayuda de Dios, a darme a los demás, sin quejas, sin lamentos y sin retiradas.
¡Hoy salgo a triunfar en donde los desanimados, han fracasado!
Oración:
Amado Dios Todopoderoso:
Hoy mi acción de gracias llega delante de ti por lo que has hecho en mi vida. Bendigo el día en que nací y el cuidado que has tenido de mi vida, aún antes de nacer. Nací esclavo y me has hecho libre. Nací perdido y me encontraste. Nací sin conocer Tu propósito y hoy lo sé y esa es la dinamita que me hace explotar de alegría por dondequiera que voy. Ayúdame a que mi optimismo por la vida humana y la vida espiritual, sean tales, que contagie con el gozo de servirte a los desanimados que pongas a mi lado. ¡Que tu nombre sea honrado y alabado! En el nombre de JESÚS, mi SEÑOR Y SALVADOR, amén.
Perla de hoy:
Cuando solo nos queda Dios, no tenemos más nada que buscar para ser optimistas.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?