Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:33-40
Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el
fin (…) hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde
encuentro felicidad. Salmo 119:33,35 (NTV)
El
salmista nos dice, a través de este texto, que la Biblia nos transforma.
Les cuento
que muy cerca de donde escribo estas reflexiones, cerca de mi oficina en el
templo, existe un cementerio –muy hermoso por cierto-, sólo camino unos pasos y
lo atravieso. La cultura bíblica, sobre cuyos fundamentos se forjó la nación
canadiense, hizo posible que los cementerios estuvieran alrededor de los
templos cristianos, porque los creyentes querían estar cerca de sus iglesias,
aun después de muertos, para cuando el SEÑOR regrese, se levanten de sus
tumbas, juntamente con sus otros hermanos en la fe, para irse a morar para
siempre con sus cuerpos glorificados. ¡Aleluya! Cuando camino por ese
cementerio, me doy cuenta de que mucha de la riqueza y la sabiduría de este
mundo está allí, porque yacen personas que fueron ricas, gente de distintas
profesiones y vocaciones; percibo, que sus familiares les han puesto en sus
placas, que dejaron tras sí un hermoso legado; entonces, me vienen a la mente
pensamientos sobre la brevedad de nuestra vida aquí en la tierra, y la
eternidad e inmutabilidad de Dios.
En efecto,
comparado con la grandeza divina, nuestro breve paso por este mundo es
simplemente como el día de ayer que ya pasó; como el torrente del Niágara que
cae a 800 toneladas por segundo; como un sueño del cual nos despertamos de
repente y nos parece que no dormimos lo suficiente; como la hierba y las flores
del camino real; como un pensamiento; como una sombra; como la nube y el
humo. Pienso, al salir del
cementerio, que un día estaré allí. ¡Dentro de pocos años, todos mis problemas
y mis preocupaciones no me inquietarán más!, y si todavía no estoy allí es
porque el SEÑOR me necesita de este lado, sin embargo, no me gustaría vivir en
vano lo que me resta de tiempo aquí. Por lo tanto, con la misma Escritura me
respondo: “Enséñame tus decretos, Oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin”.
Entusiasmado, regreso a mi oficina y sigo el consejo de Salomón: “Todo lo que hagas, hazlo
bien, pues cuando vayas a la tumba, no habrá trabajo ni proyectos ni
conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10 NTV).
Todos en
esta vida necesitamos, urgentemente ser transformados, enseñados y guiados por
un poder divino, que estaba aquí cuando llegamos a esta tierra y que seguirá
aquí después que nosotros salgamos de ella. Por eso, si Dios es quien dice ser
y puede hacer lo que Él dice que puede hacer, entonces, Él tendría que habernos
dejado un manual de conducta que nos enseñara y guiara en la brevedad de
nuestro paso por esta vida. Sí, ese Libro existe y es la Biblia.
Pues bien,
la Palabra de Dios nos enseña (v.33); nos hace entender y a obedecer a Dios
(v.34); nos hace andar por los caminos de Dios, y nos hace felices (v.35); la
Biblia nos da entusiasmo para adquirir la sabiduría divina, en vez de llenarnos
de cosas materiales que algún día dejaremos atrás (v.36); la Biblia nos aparta
de pensar, decir y hacer cosas inútiles y nos da vida en abundancia para poder
repartirla a otros (v.37); la Biblia nos confirma cada día que sus verdades,
valores y principios son eternos y sabios, y sus promesas son verdaderas
(v.38); la Biblia nos ayuda a entender que las pruebas, tribulaciones y
problemas son parte del plan de Dios para enseñarnos que la vida aquí, en el
“más acá” es tan sólo un lugar de entrenamiento para nuestra vida al lado de
nuestro Dios, en el más allá (v.39); por ello, la Biblia nos enseña y guía: “Enséñame
tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin (…) hazme andar por el camino
de tus mandatos, porque allí es donde encuentro felicidad” (Salmo 119: 33,35
NTV).
Oración:
Amado Padre
Celestial:
¡Gracias
Señor por la Biblia que me has dado que me enseña y guía hacia ti! Tu Palabra
es una Palaba viva; tu Palabra es una Palabra que nos enseña a vivir para lo
grande, lo noble y lo puro; Tú Palabra está viva y activa en mí. Ayúdame a
oírla, leerla, estudiarla, memorizarla, meditar y aplicarla. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La Biblia
nos ayuda a entender que las pruebas, tribulaciones y problemas son parte del
plan de Dios para enseñarnos que la vida aquí, en el “más acá” es tan sólo un
lugar de entrenamiento para nuestra vida al lado de nuestro Dios, en el más
allá.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?