miércoles, 4 de noviembre de 2015

Más allá de la duda

Francisco Aular
faular @hotmail.com

Lectura devocional: Mateo 11:1-11
¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Mateo 11:3 (NVI)

Definitivamente Juan el Bautista, fue un hombre excéntrico. Su nacimiento fue milagroso, y es muy seguro que en las piernas de su padre Zacarías, un sacerdote, aprendió la historia de su pueblo Israel.  Su crecimiento fue a campo abierto, a cielo descubierto mientras la lluvia acariciaba su cara, el sol le había curtido la piel y la bóveda celeste era el único techo sobre su cabeza. En su juventud no bebía vino ni sidra como los demás hombres. Andaba por el desierto buscando la dirección de Dios, porque sabía desde muy pequeño que él era el mensajero que abría el paso a JESÚS, dice la Palabra que “Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langosta y miel silvestre” (Marcos 1:6) Su carrera ministerial fue exitosa para su cometido profético, llamó al arrepentimiento, bautizó a los creyentes e hizo discípulos. También bautizó a JESÚS. Juan tuvo que quedarse admirado cuando en el momento del bautismo de JESÚS, los cielos se abrieron y él vio al Espíritu Santo que en forma de paloma se posó sobre Él. Claramente también oyó la voz de Dios que decía “Tú eres mi Hijo amado y en ti tengo complacencia”. La predicación de Juan era apasionada y no podía ver el mal sin condenarlo, viniera de donde viniera. Todo hubiera ido bien para él, si no  se mete con el terrible Herodes Antipas de Galilea. Públicamente, lleno de valor y osadía, condenó la conducta de aquel déspota oriental; Herodes se vengó y Juan fue arrojado a la cárcel. Condenado a una muerte segura, el ministerio de Juan había terminado en una forma inesperada.
Encerrado Juan, repasa su vida una y otra vez. Está completamente seguro que dada todas las circunstancias proféticas, JESÚS, es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". En una de esas oportunidades, lo ataca la duda. No estoy aquí para juzgar a Juan, más bien hago este relato  para agradecerle ese gesto de sinceridad que nos ha ayudado a los más pequeños en el reino, a saber que la duda no es un pecado imperdonable. Por el contrario cuando la duda tiene como finalidad la búsqueda de la verdad para seguirla, es necesaria y bienvenida. Juan acude directamente a JESÚS con su duda y nosotros debemos hacer lo mismo: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” La respuesta de JESÚS, está basada en Sus hechos: “—Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas” (Mateo 11:4-5 NVI)
Conociendo a Juan el Bautista según sus rasgos biográficos y predicador lleno de fuego y de juicio, es posible que a Juan le hubiera gustado otra respuesta como por ejemplo: “Juan espérame allí. Voy a convocar los ejércitos celestiales y le voy a enseñar a ese Herodes quien somos nosotros, los revolucionarios del momento…” ¡Pero no fue así! Más aún, su respuesta es: ¡Toda la misericordia y la justicia de Dios está en movimiento para salvar a los pecadores!
Cuando los discípulos de Juan se marcharon, el SEÑOR alaba a Juan el Bautista, y lo hace en gran manera: Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista…” (Lucas 11.11a NVI) Juan era el mensajero del Altísimo, por cierto Juan sería el último de los profetas. Juan, no tenía como nosotros ahora, un cuadro completo del propósito final de la venida de JESÚS a la tierra. Nada sabía Juan, que el secreto de su venida era y es para establecer una nueva relación con el ser humano pecador. Dios había llegado en JESÚS a transformar al mundo, no por medios violentos, sino por medio del amor. El reino de Dios había llegado. En este mundo los hombres son grandes por sus posesiones y poder, pero en este reino cuyo fundador es JESÚS, las distinciones se miden por otra regla:”Sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él” (Lucas 11b) Todos los que llegamos después de Juan el Bautista, y por aceptar el regalo de la vida eterna en JESÚS en Su muerte en la cruz del Calvario, somos por así, decirlo, más grandes que los que alcanzaron misericordia solamente por la promesa. Podemos decir como el otro que dudaba el Apóstol Tomás, al contemplar a JESÚS, resucitado de la muerte: “¡Señor mío y Dios mío!”… “Jesús le dijo: porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:28-29 RV60) Es decir, felices los que van por respuestas, y al recibirlas alaban a Dios, porque están: más allá de la duda.
Oración:
Amado Padre:
Cuán hermoso es morar bajo tu protección y guía. Sabemos que Tu Palabra es la verdad, es confiable y segura. Ayúdame a compartir la certeza de la fe, la esperanza y el amor que depositaste en mí, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
JESÚS y Su obra es la respuesta más segura en las tormentas de duda.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún nuevo pensamiento para llevarlo conmigo 

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