Francisco Aular
Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Isaías 7:14 (La Biblia de las Américas)
Tengo delante de mí un librito que una secta está distribuyendo por millones en el mundo. Los miembros, como en la mayoría de las sectas, siguen ciegamente a sus líderes y lo que estos proclaman, sus medias verdades, entre ellas, atacar las bases mismas de la fe verdadera como lo es la divinidad de JESÚS. No es de extrañarnos, pues es una secta que ha derivado en religión meramente humana y que como muchas de esas religiones, practica una salvación por obras, por lo cual podemos aplicarle lo dicho por JESÚS de los fariseos: ¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello (Mateo 23:24. NVI). Para sectas como ésta es esencial abstenerse de la celebración de algunas fiestas cristianas, entre ella, la Navidad. Este sacrificio los ayuda -según ellos-, a mantenerse apartados y perfectos para que Dios, los salve. Actualmente, escucho de algunos cristianos evangélicos que no están celebrando la Navidad, y con ello están haciendo eco a los enemigos de esta gran celebración. Nadie niega que la Navidad se haga en muchos lugares sin guardar el verdadero significado, pero, humildemente pienso que, el remedio no es eliminarla, sino rescatar para el cristianismo su verdadero significado.
Los que hemos emigrado a otros países, entre las cosas nuevas que nos encontramos son las celebraciones nacionales. ¿Cómo decidir cuáles practicar y cuáles no?
· En primer lugar, averiguar si tal fiesta va en contra de los principios bíblicos que nosotros hemos escogido como nuestra única norma de fe y práctica.
· En segundo lugar, investigar según la Biblia, si esa celebración es neutral, es decir ni buena ni mala.
· Tercero, aunque la celebración en cuestión no aparezca en la Biblia es celebrable, sino contradice sus principios y valores.
Los judíos que nos han heredado el Antiguo Testamento, tienen hasta el día de hoy muchos días de fiestas y celebraciones. Algunas de ellas muy específicas, y que son de ley celebrarlas para su salvación. Con la venida del SEÑOR JESÚS se abrió el principio amplio de la gracia de Dios. La salvación ya no depende de ritos y fiestas: “No permitan, pues, que nadie los juzgue por lo que comen o beben, o en relación con los días de fiesta, la luna nueva o los días de reposo” (Colosenses 2:16 RVC). La salvación es el Regalo de Dios en la Persona de JESÚS: “¡Gracias a Dios por este don que es tan maravilloso que no puede describirse con palabras!” (2 Corintios 9:15 NTV). Creo que es legítimo que celebremos con mucho gozo y gratitud tan hermoso Don de Dios.
Con esto en mente es propicia la ocasión para recordar en estos días, aunque sea brevemente, los orígenes de la celebración de la Navidad. Primeramente, debemos notar que el cristianismo surgió teniendo como marco histórico el Imperio Romano, cuando éste se hallaba en la plenitud de su poder, y eso constituía el mundo civilizado de entonces. Como dice el historiador Latourette: “Puesto que el cristianismo tuvo su nacimiento, sus primeros triunfos y su primera plaza fuerte en el mundo grecorromano, fue profundamente afectado por este mundo. En su organización y su modo de pensar se conformaba en parte con él”.[1] En otras palabras, el cristianismo nació en un contexto pagano, por lo tanto, paganos fueron los idiomas, las vías de comunicación, las distintas religiones, lo socio-cultural y por supuesto, el gobierno. Así que, le correspondió al cristianismo, abrirse paso en un mundo adverso. Es admirable el triunfo del cristianismo sin el uso de la espada, y el derrumbe del Imperio Romano en el cual nació. Como lo reconociera el mismo Napoleón: “Alejandro, César, Carlomagno y yo fundamos imperios. Pero ¿sobre qué reposaba la obra de nuestro ingenio? Sobre la fuerza. Jesucristo edificó Su imperio sobre el amor, y aun en este momento millones de hombres darían la vida por Él".
Otro trasfondo pagano es el mes de diciembre, sí ¡diciembre!, y lo digo con exclamación, debido a que es un mes de muchas emociones. ¿Fue siempre así? La historia nos dice que sí. En el primer calendario romano el año tenía diez meses. Se hacía comenzar el año nuevo en Marzo, por lo tanto, Diciembre era el décimo y último mes del año. Esa es la razón de su nombre actual. Después, el año pasó a constar de doce meses, intercalando los meses de Julio y Agosto, los cuales fueron nombrados así para rendirles honor a los emperadores Julio César y Augusto. Así diciembre pasó de ser el décimo a decimosegundo mes pero conservó su nombre hasta hoy. ¡Parece ridículo y una locura que digamos que no vamos a utilizar el calendario porque es pagano!
Ahora decimos con mucho gozo: ¡Llegó diciembre! Y es un mes de grandes celebraciones en ocasión de fin del año. Entre todas, la más importante: el Nacimiento de JESÚS. Pero la fecha no tiene una fuerte evidencia histórica. Algunas fuentes han sugerido en otoño, algunos piensan en agosto, otros el 29 de Septiembre o en primavera, tal vez el 2 de Abril. La Iglesia Ortodoxa celebra el nacimiento de Jesús el 6 de Enero, día dedicado en el calendario católico romano a la festividad de los Magos.
Todo lo que podamos decir en contra de la celebración de la Navidad, revela nuestra condición legalista y no el énfasis que la celebración lleva implícita, la gracia y el amor de Dios. Vale decir, que cuando los cristianos lograron la conquista de celebrar en esa fecha el Nacimiento de JESÚS y sustituir con ello la que se hacía en honor del dios sol, hicieron lo que todos nosotros deberíamos hacer, hoy: ¡Abrir espacios para celebrar con mucho gozo de espíritu al SEÑOR JESUCRISTO porque Él y solo Él es y será siempre nuestro Sol de Justicia!: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2 (RV60)). Lo importante es el hecho en sí, poco importa el día o el mes en que verdaderamente nació: “El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. El Nacimiento de JESÚS no es un accidente, como tampoco lo es el de ningún ser humano, pero en el nacimiento de JESÚS más de trescientas profecías del Antiguo Testamento lo apuntaron. En efecto, el SEÑOR JESÚS nació en un paréntesis de la eternidad, como lo es la vida humana. Nació en el tiempo de Dios y para la eternidad. Con ello, Dios mismo se puso a nuestro lado. ¡Puso su tienda de campaña al lado de la nuestra! ¡Eso hay que celebrarlo! No solamente en diciembre, sino cada día de nuestras vidas.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
De todos los goces del espíritu, nada se puede comparar con el hecho maravilloso de la Encarnación de tu Hijo JESÚS. Nada se puede comparar con esa Natividad. Gracias por todos los dones que con Él nos diste, especialmente la Vida Eterna. Como ofrenda de gratitud te ofrezco mi vida para tu servicio. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No se tiene el verdadero significado de la Navidad si JESÚS, el Cumpleañero, no está en el corazón de los que celebramos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
[1]. Kenneth Scott Latourette, Historia del Cristianismo, Tomo 1. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1967, p. 51
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