Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119: 113-120
Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas. (Salmo 119:113 NTV)
Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.
El hermano Miguel A. Limardo en su libro Ventanas abiertas, de la Casa Nazarena de Publicaciones, escribe una meditación que tituló “Mi iglesia ante todo”, su texto es Josué 24:15. La copio para ustedes:
“Sí, mi iglesia ante todo. Hay muchas iglesias. Todas son hermanas de mi iglesia y sus miembros son también mis hermanos. Siento que debo amarlos a todos, como si fuésemos una sola familia pues así lo pide el Señor de cada uno de nosotros.
Cuando oro, pido por todas las iglesias, que Dios las bendiga y las prospere y que puedan resolver los problemas a las que muchas de ellas se enfrentan. Pido que mantengan el alto el testimonio de la fe cristiana y que proclamen el mensaje del evangelio a todos los hombres.
Cuando voy a dar mi dinero, de mi talento, de mi tiempo y de todos mis haberes, debo hacerlo generosamente, sin reparar a qué iglesia lo doy, pues haciéndolo así estoy contribuyendo a la obra de Dios en el mundo.
Cuando voy a adorar a Dios tampoco tengo reparo de ninguna especie. Puedo hacerlo en cualquier templo o junto a cualquiera de mis hermanos –Si tu corazón es limpio, dame la mano-, eso me basta.
Todo esto es así pero quiero reiterar que mi iglesia es ante todo. Mi primer amor y mi primera obligación son para mi iglesia. Sí, para esta iglesia dónde estoy creciendo y fortaleciéndome espiritualmente. Para mi pastor que vela por mi alma y me prodiga su cuidado pastoral. Para éstos, mis hermanos, que participan conmigo de la comunión con Dios.
Es mi deber atender primeramente las necesidades de mi iglesia. Cuando mi iglesia tiene un servicio, yo no puedo dejarla e irme para otra iglesia pues ella requiere mi presencia. Yo no puedo ser candil de las demás iglesias y oscuridad de la mía” (p.394).
Pues bien, nosotros hemos llegado, en el Salmo 119, a la sesión que pudiéramos llamar: Lealtad y firmeza. Porque aunque existen muchas religiones en este mundo con sus libros sagrados, sus dioses y sus sacerdotes, nosotros hemos resuelto ser leales al SEÑOR y a su Palabra. Y por ello, nuestro mensaje debe ser parecido al del profeta Elías en el Monte Carmelo, frente al pueblo de Israel y a su desleal rey Acab en sus coqueteos con el dios Baal: “Elías se paró frente a ellos y dijo: “¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!”. Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio” (1 Reyes 18:21 NTV). Es verdad que vivimos una hora difícil para la humanidad, algunos tienes sus lealtades divididas, la codicia ha llevado a muchos a postrarse frente a dioses extraños. Esta es la hora de la valentía espiritual y moral. No podemos ni debemos claudicar, y tampoco, mantenernos “en absoluto silencio”. No se trata de lanzarse a la calle en abierta protesta contra ellos, sino de mirar bien dentro de nosotros, pues a los que hemos experimentado las bendiciones de la Palabra de Dios, no podemos echarlas a un lado: “Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas” (v.113).
Lealtad y firmeza significa que decidimos, por nuestra propia voluntad, asumir las consecuencias de obedecer al SEÑOR y no a los demás seres humanos en sus desviaciones; nuestra intención es preferir ser leales a nuestro Dios a pesar de todo, y estar firmes en nuestra decisión de lealtad: “Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza. Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada, porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios” (v.114,115); lealtad y firmeza, porque el SEÑOR cumple sus Promesas: “¡SEÑOR, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza. Sostenme y seré rescatado; entonces meditaré continuamente en tus decretos” (vv.116, 117); lealtad y firmeza, significa que entendemos bien quiénes somos y hacia dónde vamos; no existen atajos para servirle a Dios, o lo hacemos con lealtad a Él y su Palabra o no lo hacemos; por otra parte, la obediencia a Dios siempre trae consigo el gozo del deber cumplido: “Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos, quienes no hacen más que engañarse a sí mismos. Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios; ¡con razón me encanta obedecer tus leyes!”(vv.118,119); viendo que nuestro Dios, exige lealtad y firmeza, con temor reverente sirvámosle a Él, guiados e iluminados por su Santa Palabra: “Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas” (v.120). Así que, ¡mi Dios y mi Biblia ante todo!
Oración:
Amado SEÑOR, que ante todo yo pueda ser fiel a ti y fiel a tu Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios