Francisco Aular
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El anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un enebro; pidió morirse y dijo: Basta ya, SEÑOR, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres. 1 Reyes 19:4
Escucho decir en todas partes que el mundo está lleno de maldad, y que el mal se manifiesta en todo lugar; es verdad, pero no permitiré que el desánimo se apodere de mi vida y me obligue a vivir aplastado bajo el peso de una mortal congoja, tanta, que anhele morir antes que enfrentar la vida con sus demandas normales. Por muy oscuro que esté el horizonte, sé que más allá brilla el sol, y que Dios tiene a hombres y mujeres clamando día y noche por un mundo mejor. ¡Me uniré a ellos!
Hoy busco los tonos claros y las notas mayores en el teclado de la vida. No nací en una cuna dorada, ni rodeado de privilegios, tampoco provengo de una familia pudiente, pero en esta hora, reconozco que esta preciosa vida que poseo es todo un milagro de Dios, y que durante los nueves meses de mi gestación, mi madre tuvo que enfrentar el fuerte desafío de su vida campesina y ser una mujer luchadora y tenaz, y quien al lado de mi padre tenía que buscar algo de comer cada día, porque los efectos de la Segunda Guerra Mundial, hasta allí habían llegado. Nací en un caserío, bajo las matas de café, de cacao, de aguacate, de limones agrios y dulces, porque éramos tan pobres y estábamos tan alejados de un hospital, que mi padre y mi abuela materna fueron los parteros que me recibieron en sus manos y me cargaron llenos de amor.
Algo me dice que soy parte del propósito de Dios para este mundo y que Él estaba allí con nosotros. ¡No soy un accidente en la cadena de seres humanos que el mundo ha tenido! ¡No permito que el desánimo me quite el gozo de saber que soy único porque Dios rompió el molde después de mi nacimiento!
Hoy confieso que, muchas veces el desánimo ha tocado a la puerta de mi vida, pero nunca he permitido que se anide en mi corazón y me postre. He comprendido en mi largo vivir, que tal estado, podría, quizás explicarse, y aun tolerarse, considerando las vicisitudes y las penurias por las cuales los seres humanos pasamos, pero también he descubierto, que en muchos casos se trata simplemente de debilidad de carácter o de complejos de mártir. Algunas personas no encaran los problemas normales de la vida con criterio de vencedores, por el contrario, se dejan vencer por las circunstancias, habiéndoles Dios provisto desde la cuna muchas bendiciones, que otros no hemos tenido,; el pesimismo les llena la vida sin que hagan el menor esfuerzo por librarse de él; tales personas justifican su estado de ánimo y amargura de la vida, echándole la culpa a otros, no escapando a ello ni el mismo Dios.
Hoy abro la puerta y las ventanas de mi vida de par en par, quiero que el sol entre a raudales porque la luz siempre hace huir las tinieblas. Quiero que la luz haga el milagro de vestir de gloria, amor, fe y esperanza hasta el rincón más oscuro de mi ser, ¡JESÚS es mi Luz y mi Salvación! ¡Me llenaré de Dios y seré “más que vencedor”! Me acercaré a las rosas de mi jardín para verlas mejor, olerlas y palparlas por los lados, sin espinas, me inclinaré para ver la simetría y belleza de sus pétalos, y nuevamente diré: ¡Dios es real! Quien hizo esto, cuidará también de mí…
Hoy me asomo al espejo de mí mismo, y quito todo lo malo que pueda reflejar, quiero que se miren en mí y en los sentimientos que pueda inspirar. Ellos verán que soy frágil, pero limpio, y aunque me rompa en mil pedazos, cada pedazo de mí lo seguirá reflejando. He decido seguir el consejo de Pablo: “Estad siempre gozosos” (1 Tesalonicenses 5:16). He decidido reflejar alegría y optimismo, los cuales viven en mí por el poder del Espíritu de Dios.
Hoy salgo a repartir lo que poseo, y nadie me puede arrebatar el gozo que siento, mucho menos el desánimo; se trata del fruto del Espíritu Santo que vive en mí: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza” (Gálatas 5:22,23). Como en la vida cristiana el “dar es mejor que (el) recibir”, ¡hoy salgo, con la ayuda de Dios a darme a los demás. sin quejas, sin lamentos y sin retiradas! ¡Hoy salgo a triunfar!
Oración:
Amado Dios Todopoderoso:
Hoy mi acción de gracias llega delante de Ti por lo que haz hecho en mi vida. Bendigo el día en que nací y el cuidado que has tenido de mi vida, aun antes de nacer. Nací esclavo y me has hecho libre. Nací perdido y me encontraste. Nací sin conocer tu propósito y hoy lo sé y esa es la dinamita que me hace explotar de alegría por dondequiera que voy. Ayúdame a que mi optimismo por la vida humana y la vida espiritual sean tales, que contagie con el gozo de servirte a los desanimados que pongas a mi lado. ¡Que tu nombre sea honrado y alabado! En el nombre de JESÚS, mi SEÑOR Y SALVADOR, amén.
Perla de hoy:
Aquéllos que por la fe son hijos de Dios, no tienen nada más qué buscar para ser felices en esta vida.
Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?
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