Francisco Aular
Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. Juan 13:34,35 (NVI)
¡Yo he visto el amor y funciona! A pesar de que amar es un verbo instrumental que los humanos usamos para todo: amo a mi patria, amo a mi perro, amo el deporte, amo la política y amo a mi familia, ¡ah! y se me olvidaba, amo a Dios y me amo a mí mismo, sin embargo, las frases que podamos utilizar, ¡no lo desgatan!, por el contrario, lo elevan y nos hacen darnos cuenta que necesitamos amar más y que nos amen también; como alguien dijo: “Nadie es tan bueno que no necesite ser amado, ni tan malo que no merezca nuestro amor”.
Algo parecido ocurría con la palabra amor en los tiempos de JESÚS; el mandato era muy antiguo: No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor (Levítico 19:18), JESÚS rescata la frase “amor al prójimo”, la saca del baúl de los recuerdos, la toma en sus manos, la pule, la corrige, la reedita y la pone en circulación desde esa vez hasta el día de hoy; y así será por toda la eternidad: Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor (1 Corintios 13:13).
En efecto, usted ve ese amor funcionando en todo el libro de los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas Apostólicas que compones el Nuevo Testamento. En estos escritos se recuerda a los cristianos, una y otra vez, que la única característica que debía brillar para los de afuera era el amor: Amados hijos míos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios (1 Juan 4:7). Sin duda, esta concepción de la Iglesia como comunidad fundada en el amor, donde todos –con sus flaquezas e imperfecciones- tienen cabida, fue el fermento y luego el poder que impulsó el avance y la conquista de un mundo adverso. Prueba de ello, es que en su Apología contra los gentiles, Tertuliano nos ofrece un testimonio de primera mano sobre la vida de los cristianos primitivos, allí leemos que los paganos, admirados de la fraternidad que había entre los seguidores de JESÚS, murmuraban admirados: “¡Mirad cómo se aman!”. ¡Hagamos que hoy se diga lo mismo de los cristianos nacidos de nuevo!
Pues bien, hoy podemos decir que el cristianismo en todas sus ramas practica el amor, porque lo queramos admitir o no, ninguna tiene el monopolio del amor. Admiro a los hombres y mujeres que han dedicado sus vidas al servicio del prójimo a través de los siglos, los que fundaron instituciones y sociedades, y por amor se lanzaron a la conquista de un mundo mejor. De vez en cuando, leo en la prensa las fallas de algunos de ellos, pero no se menciona lo bueno que otros miles han hecho a favor de los menos favorecidos.
Si usted investiga la vida e influencia de JESÚS, observará que sus discípulos, a través de los tiempos, convencidos de que Él vive en ellos, han predicados y vivido su Mensaje delante de los demás seres humanos, y esto ha inspirado cambios en la vida de hombres y de naciones; por el contrario, saque a JESÚS de la historia, y la densa oscuridad y toda la maldad que habita en el ser humano, sale indómita a corromper, matar y destruir.
He militado, por más de cuatro décadas, en la vida cristiana del Pueblo del amor. Soy lo que soy debido a los que me han amado, y pasado por alto mis debilidades y flaquezas. Nadie podrá decir que abandoné en ninguna ocasión al pueblo del amor, porque Dios también me ha dado la capacidad de amar y perdonar, y por sobre todo, de hacerle caso a JESÚS y no a las malas inclinaciones de mi propio corazón: Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. Este amor incondicional del pueblo de Dios ha inspirado a los poetas por todos los siglos. Los dejo con el poema “Oh amor de Dios” de F.M. Lehman; traducido por W.R. Adell.
Oración:
¡Oh, amor de Dios! su inmensidad
Ninguno puede comprender;
Abunda más que mi maldad,
Trasciende todo mi saber;
Es vasto en su extensión
Y más profundo que el mar;
Es una eterna dimensión
Que llega a todo lugar.
¡Oh, amor de Dios! Brotando está
Inagotable raudal;
Por las edades durará,
Inmensurable, eternal.
Si fuera tinta todo el mar
Y el firmamento un gran papel,
Si cada hombre un escritor
Y cada hierba un pincel,
Al describir su inmenso amor
Se secaría el mar,
Y el firmamento en su fulgor
No ofrecería lugar.
Un día todo pasará.
El mundo es sombra vana, sí,
Pues cada reino caerá
Y nada quedará aquí;
Pero la historia de su amor
Por siempre durará
Y por los siglos su loor
Su pueblo cantará.
(Himnos de fe y alabanza #42)
Perla de hoy:
Pertenecer al pueblo del amor es un privilegio eterno que se traduce en acciones prácticas en esta vida, al identificarnos con nuestro prójimo en medio de la persecución, el sufrimiento y las injusticias que todavía existen en nuestro mundo.
Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?
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