Lunes, 13 de marzo de 2017
Lectura devocional: Ester 4:1-16
Al repasar las páginas doradas del más venerable de
los libros, la Biblia, encontramos un relato que impresiona profundamente por
su realismo y actualidad, el libro de Ester. En efecto, el libro de Ester nos presente una de las más
emocionantes escenas de la historia sagrada, tanto para los judíos como para
los cristianos. En este libro no se menciona el nombre de Dios, pero la acción divina está
reflejada desde el principio hasta el final. Porque entre otras cosas Dios es
Señor de la historia.
El significado del nombre de
Ester nos puede iluminar algunos rasgos de la personalidad de esta hermosa
reina. En efecto, el verdadero nombre de Ester era Hadasa (2:7), cuyo
significado es “mirto”, preciosa flor aromática que representa al amor puro.
Así que los padres esperaban que aquella niña, al nacer allí en Persia, en un
humilde hogar judío descendiente de Benjamín, ¡sería una mujer especial!
Igualmente, al adoptar el nombre persa Ester, apuntaba al mismo símbolo
exitoso, pues, significa “la estrella de esperanza”, “buena suerte”, “estrella
del gozo”, “preeminencia.” Exactamente, cuando su pueblo fue condenado al
genocidio, Ester se derramó como un perfume y brilló como una estrella en la
oscura noche de su amado pueblo.
¿Qué puede hacer un hijo de Dios
en medio de un gobierno que lo controla todo? ¿Qué puede hacer una reina de
belleza cuando ve a su pueblo injusta e impíamente masacrado? Aunque algunos métodos han cambiado en
los sistemas políticos humanos para intentar suavizar la tiranía de unos pocos
sobre otros muchos, todavía, algunos sistemas humanos continúan igual o peor
que los gobiernos que ellos suplantaron. A veces, los tiranos piensan que ellos
copan la escena, que serán gobierno para siempre y por eso abusan del poder,
cometen injusticias, hacen planes para destruir a sus enemigos, y ciertamente
lo logran; se rodean de colaboradores corruptos, pero tarde o temprano, les
llega su fin.
Repasemos la historia que nos
atañe: Habiendo el rey Asuero (Jerjes) repudiando a la reina Vasti, la judía
Ester vino a ser su esposa y reina de Persia. Ella, confiada en Dios y
sobreponiéndose a su debilidad, intercedió por su pueblo cuando el primer
ministro Amán concibió el proyecto de exterminar a todos los judíos, comenzando
por Mardoqueo, el tío y padre adoptivo de Ester. Ester se preparó
espiritualmente con oración y ayuno, y tuvo un pensamiento que la acompañaba
día y noche, interceder por su pueblo. Valientemente, dijo: “Y entonces,
entraré a ver el rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco que perezca”
(4:16), y con esta convicción metida como fuego en su corazón, en un banquete,
Ester descubrió al rey su nacionalidad hebrea y pidió protección para sí y para
los suyos contra su perseguidor Amán. El rey concedió su pedido, Amán fue
colgado en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo, y el pueblo
judío fue autorizado a vengarse de sus enemigos, el mismo día en que según el
edicto de Amán debía ser aniquilado en el reino de los persas. En memoria de
este feliz acontecimiento los judíos instituyeron la fiesta de Purim (Fiesta de
las Suertes) hasta el día de hoy.
Esto nos enseña la verdad de
que, no se trata del tamaño del que decide hacer algo a favor de su pueblo e
inevitablemente entra en la lucha, sino la intensidad con que una persona de profunda
convicción por la libertad es capaz de luchar por todos los medios pacíficos
posibles, porque como hace muchos años, un estadista oriental lo expresó:
“Quien quiera sangrar menos en tiempos de guerra, tendrá que sudar más en
tiempos de paz”.
Estamos enfrentando días
difíciles, llenos de problemas y dificultades. Los que estamos en cualquier
lugar de la sociedad en la cual Dios nos ha puesto, debemos usar nuestra
influencia e iluminar con nuestra luz la oscuridad reinante. El cristiano
sabiendo que no es de este mundo pero que vive en él, debe asumir
intencionalmente una posición positiva por la justicia y trabajar de todo
corazón para lograr respeto mutuo, la hermandad, libertad y paz en todas las
relaciones entre los hombres, los grupos étnicos y las distintas naciones.
Como Ester, un verdadero hijo de
Dios, debe buscar la dirección divina en tiempos de dificultades (4:15-17); un
cristiano que llegue a ser parte de un gobierno que abraza un sistema contrario
a su fe, debe estar listo para renunciar a sus propios intereses, y levantar su
voz en contra de las injusticias, y ponerse a favor de su pueblo, porque tarde
o temprano, si mantiene sus convicciones originales y lealtad suprema al Señor,
sufrirá persecución (4:12-14); al pensar en el final que le espera a los que no
saben administrar la justicia, vemos que Amán, recibió en sí mismo, todo el mal
que había planeado hacer a Mardoqueo (7:9-10); el cristiano nacido de nuevo,
debe saber, porque así lo enseña la Palabra de Dios, la naturaleza transitoria
de la grandeza terrenal y el triste final de todo poder y de las posesiones
ganadas ilegalmente (9:24,25); tarde o temprano todo aquel que haya luchado
legitimamente contra la corrupción y las injusticias será vencedor, como lo
refleja la historia de Mardoqueo y su sobrina Ester (10:1-3). ¡Alabado sea el
nombre de Dios para siempre!
En el libro de Ester encontramos
la vida de dos mujeres que llegan al poder, la reina Vasti, quien se negó, valientemente, a complacer al rey
persa y sus caprichos ante sus amigos del palacio, y por ello fue destituida; la reina Ester por su parte, arriesgó su vida a favor
de su pueblo, al entrar en la presencia del rey sin permiso y con la
determinación convertida en pasión por la justicia: “¡Y si perezco, que
perezca!”… Estas mujeres, como lo han hecho otras a través de la historia, son
ejemplo para muchos de nosotros que nos sentimos intimidados ante los poderosos
de turno. ¡Ellas han levantado su voz y han cambiado la historia! Imposible
describir en este momento lo que siento en mi ser cuando veo la valentía de las
mujeres de mi pueblo, al poner en riesgo lo que son y lo que tienen. Cuando las
veo, pienso nuevamente en Ester: ¡Belleza y coraje!
Oración:
Padre
eterno, Padre justo:
Aquí estoy
clavado sobre mis rodillas delante de ti. Pase lo que pase, yo te creo Señor,
sé que tu gracia nos acompaña en esta hora difícil que nos ha tocado vivir.
¡Cuántas lágrimas, cuánto dolor, cuanta injusticia, cuantas amenazas de los
poderosos actuales! Lo que más necesito en esta hora Señor es coraje cívico
para no quedarme callado, y proclamar que de las cenizas de este mundo en
llamas, tú harás un fabuloso mañana para todo tu pueblo. Entonces celebraremos
tu glorioso Nombre para siempre en la compañía del Amado JESÚS. Amén.
Somos libres y levantamos nuestra voz
ante la injusticia: “¡Si perezco, que perezca!”.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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