Francisco
Aular
Lectura
devocional Isaías 41:8-13
No tengas miedo, porque yo estoy contigo;
no te desalientes,
porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré;
te sostendré con mi
mano derecha victoriosa. Isaías 41:10 (NTV)
Cuando llegué a la iglesia, hace 53 años, a menudo los himnos que
cantábamos, hablaban con claridad la verdad de que la vida cristiana, no es un
refugio para cobardes, sino una cruz para valientes; es una batalla contra el
mundo, el demonio y la carne. Algunas personas que estaban allí cuando yo
llegué, procedían de España; por ellos, me enteré de primera mano que ser
cristianos evangélico en esa nación europea se pagaba caro, en la escuela, en
el trabajo, en las calles y sobre todo en el ejército. Públicamente, no se
podía predicar el Evangelio y mucho menos cargar una Biblia en las manos para
ir al templo, los domingos. El estado y la religión unieron sus fuerzas para
impedir el avance del protestantismo. Sin embargo, el valiente pueblo
evangélico español, siguió avanzando hasta hacerse respetar dentro de la
sociedad moderna.
¿Qué ocurría cuando alguien venía al Evangelio y nacía de nuevo? Allí
en España, muchas a veces a puerta cerrada, los hermanos encontraban alivio en
la Palabra, en las predicaciones, las oraciones y en los himnos. ¡Ah que himnos
tan hermosos esos himnos españoles surgidos en medio de aquellas injusticias!
Por el contrario, en aquella época de mi conversión, en mi país, no se
perseguía a nadie por la fe, pero la discriminación por ser evangélico, estaba
allí, algunas veces soterradas y en otras con burlas y críticas. No obstante,
el pueblo evangélico venezolano era respetado y hasta admirado en algunos
sectores de la sociedad.
En lo particular, mi iglesia me nutrió con las enseñanzas de la
Palabra, las predicaciones de mi amado pastor, las oraciones y los sabios
consejos de los que llevaban muchos años en el Evangelio. Así que cantábamos un
himno cuyo coro, dice así:
La lucha sigue, oh cristianos,
Y brazo a brazo lucharéis;
En Jesucristo seguid confiando,
Y por la fe en el venceréis;
La lucha sigue, oh, cristianos,
Sed fieles y en Jesús confiad;
La lucha siempre, seguid hermanos,
Y la victoria esperad.
(Luchando estáis NHP, #209, CBP,1973)
¡Qué gran verdad dice el himno! “La lucha sigue, oh cristianos”…Y
mientras más fiel le sea al Señor, más lucha vendrá: “Es cierto, y todo el que quiera vivir una vida de sumisión a Dios en Cristo
Jesús sufrirá persecución.” (2 Timoteo 3:12 NTV). En efecto, los especialistas
en derechos humanos y otros voceros, dentro de las denominaciones, nos dicen
que cada cinco minutos un cristiano muere por su fe en países de tradición
musulmana tanto en el medio oriente como en países africanos, igualmente, la
China Comunista y Corea del Norte. Así vemos que estos cristianos de hoy como
los de ayer, se enfrentar a una lucha sin tregua contra los peligros de afuera,
y sin duda también, una lucha espiritual decisiva dentro de sí mismos con el
pecado, con Satanás, la carne y con el miedo al martirio. Sé que en esos
terribles momentos, el auxilio de la Palabra de Dios, viene a ellos: “No tengas
miedo, porque yo estoy contigo;
no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te
ayudaré;
te sostendré con mi
mano derecha victoriosa.” Isaías
41:10 (NTV).
Los que ahora andamos anunciando el Evangelio dentro de los países
democráticos, sabemos que se están introduciendo en algunos países, leyes que
amenazan nuestra fe cristiana. ¿Cuánto tiempo nos queda todavía? No lo sabemos.
De allí que la promesa del Profeta Isaías, sigue en pie. Sigamos, ¡adelante,
siempre adelante!, porque “la luche sigue, oh cristianos…” JESÚS, es nuestro
Comandante Nazareno, marchemos con fe, esperanza y amor, y Él hará.
Por otra parte y en lo personal como ser humano que soy, enfrento mis
luchas y batallas, pero sé que no estoy solo. A mi lado están otros amados
cristianos nacidos de nuevo que como yo, enfrentamos sin tregua la batalla de
la fe, la esperanza y el amor. ¡Todavía estamos aquí en esta tierra para dar a
conocer el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo a mayor número posible de los
que serán salvos! Nuestras armas en esta lucha, son espirituales: “Usamos las
armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del
razonamiento humano y para destruir argumentos falsos.” (2 Corintios 10:4 NTV).
¡Esta es una batalla espiritual y nos vestimos con la armadura de Dios!: “Pues
no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos
y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo
tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.” (Efesios
6:12 NTV).
Puede ser que a veces me distraiga y pierda de vista momentáneamente
el horizonte y el glorioso mañana que me espera al final de mis luchas. En esos
momentos recuerdo al levita Jahaziel, inspirado por el Espíritu Santo, le dijo
a su rey Josafat y al ejército, ante la presencia de sus enemigos, y antes de
la batalla: “¡Escuchen habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Escuche, rey
Josafat! Esto dice el Señor: “¡No tengan miedo! No se desalienten por este
poderoso ejército, porque la batalla no es de ustedes sino de Dios.” (2
Crónicas 20:15 NTV). ¡Y ciertamente, aquel día, el ejercito de Señor obtuvo la
victoria profetizada! ¡Nosotros también libramos nuestras batallas pero la
guerra está ganada por la muerte y resurrección del Señor JESÚS! “Somos más que
vencedores” (Romanos 8:37, RV60).
No niego que la vida humana es un continuo batallar desde que nacemos
hasta que nos vamos de aquí. Tampoco niego el hecho de que la vida cristiana
consiste en llevar la cruz bajo la poderosa mano de Dios. Sea que seamos
cristianos o no de todos modos, moriremos. ¡Si hemos nacido de nuevo, la vida
verdadera habita en este cuerpo que se marchita en este invierno pero al salir
de aquí, seremos libres, en la eterna primavera que nos espera! Por lo tanto a
la pregunta ¿quién nos sostiene? Respondemos: No tengas miedo, porque yo estoy contigo;
no te desalientes,
porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré;
te sostendré con mi
mano derecha victoriosa. Isaías 41:10 (NTV).
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias Señor por tu presencia constante en esta
vida! Gracias porque estás aquí en el ahora, en el más acá; y estarás conmigo
mañana, en el más allá. ¡Señor que yo pueda decir al final de mis días como tu
Apóstol. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe.” (2 Timoteo 4:7). En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La vida
cristiana no es un refugio para cobardes; sino una cruz para valientes.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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