martes, 20 de septiembre de 2016

El Espíritu y la Palabra

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Juan 3:1-8
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5 (RV60)

“Esto es demasiado bello e inteligente para haberlo inventado el ser humano”… dijo la nueva creyente, cuando le explicaba el plan de salvación. En efecto, la salvación es el plan eterno de Dios por el cual, Él, en Su gracia, nos adopta como parte de Su familia para vivir con Él por toda la eternidad. Cuando se habla de la salvación, muchas preguntas surgen espontáneas. Entre ellas: ¿Cómo se obtiene? ¿Qué tenemos que hacer para merecerla? ¿Cuál es el proceso, estado o experiencias por las cuales la persona pasa? Consideremos lo que la Biblia, nos enseña.
La salvación se entiende como el propósito misericordioso de Dios según el cual Él hace posible el Nuevo Nacimiento. Dios aparta el pecador salvado para Sí mismo, sostiene hasta final a los que son suyos, y después de esta vida humana los glorifica con un cuerpo resucitado para morar con Él para siempre. La salvación es la redención total del ser humano, de todo lo que el ser humano es; y se ofrece gratuitamente a todos aquellos que acepten por fe la gracia de Dios, se arrepientan de sus pecados, y acepten el regalo de la vida eterna en JESÚS, y lo hagan Señor y Salvador quien, con su propia sangre, obtuvo la redención eterna del creyente.
Algunos aspectos de la salvación incluyen: la regeneración (nacer de nuevo en una experiencia puntual), la santificación (el proceso de toda la vida) y culmina en la glorificación (un cuerpo resucitado e inmortal en la presencia de Dios para siempre).
Claramente vemos en el nuevo nacimiento o regeneración, en la Biblia, una obra de la gracia de Dios por la cual los creyentes llegar a ser nuevas criaturas en JESÚS. Aquí la Palabra de Dios y el Espíritu Santo tienen un papel fundamental, JESÚS le dijo a Nicodemo: Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. (Juan 3:5,6 NVI) Una simbología de la Palabra de Dios en las Escrituras es el agua. Uno nace de nuevo por el poder de la Palabra de Dios, el agua de la vida: “Así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra” (Efesios 5:25,26 NVI). Además, el nuevo nacimiento es producido también por el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios. El trabajo del Espíritu Santo se ve a lo largo de las Sagradas Escrituras y en nuestra vida diaria. El Espíritu Santo inspiró a los escritores de la Biblia desde la antigüedad: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Pedro 1:21, RV60). El Espíritu Santo ilumina al pecador en tinieblas, lo trae al conocimiento de las verdades eternas; el Espíritu Santo, le da vida al pecador “muerto en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1).
Ciertamente, el Espíritu Santo le quita la venda al pecador, lo libera del maligno y nos hace libres. Simutáneamente, el Espíritu Santo nos bautiza dentro del cuerpo del Señor, mediante el nuevo nacimiento, y así va poco a poco en el proceso de la santificación, haciéndonos conforme a la imagen de JESÚS en el creyente, por medio del fruto del Espíritu Santo, que son nueve virtudes, las cuales embellecen nuestro carácter, nuestra forma de vivir y nuestro testimonio de nuestra vida humana, cada día: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22,23, RV60).
Ahora bien, se nos amplía el horizonte cuando comprobamos esta verdad: En el momento de la concepción espiritual Dios pone, en el ADN del nuevo nacido, todo lo que el creyente es y será en el reino de Dios. “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Juan 3:34 RV60). ¿No es esto digno de alabanzas a nuestro Dios? ¡No existen improvisaciones en el plan de salvación! ¡No hay cambios de última hora! Todo lo que ocurra en nuestra vida espiritual, desde la eternidad y hasta la eternidad, es obra de Dios por medio del Espíritu Santo y la Palabra. ¡Gloria al Señor!
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Me siento lleno de gozo, seguro y desafiado para vivir cada día en esta vida, tu vida que has puesto en mí por medio de tu Espíritu y ti Palabra! Ayúdame a vivir para tu gloria. En el nombre de Jesús, amén.
Perla de hoy:
Siendo hijo de Dios por el poder de la Palabra y el Espíritu Santo, nada ni nadie podrá quitarme mi herencia.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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