jueves, 5 de mayo de 2016

Romance a una madre

Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Isaías 66:7-13
Los consolaré allí, en Jerusalén, como una madre consuela a su hijo. Isaías 66:13 (NTV).

Se han escrito y dicho muchas palabras hermosas que por supuesto, nunca se agotarán:
Una madre bienaventurada es aquella que ama a Dios porque sus hijos no podrán ignorar su fe, su esperanza y su amor.
Una madre excepcional es la que ama la Palabra de Dios y extrae su sabiduría como mujer ejemplar.
Una madre es una fuente de consuelo que no admite comparación, excepto el consuelo de Dios.
Una madre abre sus labios, y con ello basta para calmar los pesares de sus hijos.
Una madre ora y hace que su clamor pueda mover el delicado músculo que derrama las bendiciones de Dios sobre sus hijos y nietos.
Una madre es una voluntad que no se cansa, ni la frena el dolor y las lágrimas.
Una madre es alguien que se queda al lado del hijo, cuando todos se van.
Una madre joven, llena de vida, expone su salud para salvar a la del hijo.
Una madre anciana se rejuvenece por el triunfo de sus hijos y nietos.
Una madre es un ángel enviado del cielo para decirnos que Él vive.
Por todas estas cosas y muchas más, el profeta Isaías nos dice: Los consolaré allí, en Jerusalén, como una madre consuela a su hijo. Isaías 66:13 (NTV) ¡El profeta, no compare a la madre con Dios, sino a Dios con una madre! Hace varios años, escribí el poema: Romance a una madre, el cual dedico con mucho amor a todas nuestras madres. Disfrútenlo y ¡Feliz día de las Madres para todas! Y a todos, valórenlas.
 ROMANCE A UNA MADRE
Madre, los que no saben
medir bien el sentimiento,
los que nunca han comprendido
que ser madre es un portento;
te echan la culpa por todo,
voy a probar que no es cierto.
A ti te acusa la escuela,
de mi mal comportamiento,
y hasta el psiquiatra me dice
que son tuyos mis complejos,
y mi esposa que es tu nuera
por las fallas que yo tengo;
y el esposo de mi hermana
lamenta hoy ser tu yerno,
y hasta mi padre critica,
y me extraña mucho oír eso,
como una que compra todo
y lo tiene sin dinero.
Pero yo que te he sentido
como una flor en mi pecho,
yo que he vivido en tu sangre
y soy hueso de tus huesos,
yo que sé cómo te agrada
que todo quede derecho;
y a lo blanco llamas blanco
y a lo negro llamas negro;
no llamas bueno a lo malo
ni a lo malo llamas bueno,
voy a enseñarle a esta gente
que eres mujer de mi pueblo,
lo que he aprendido contigo
no lo enseñan en colegios:
me enseñaste a ser hombre
de ti aprendí el Padre nuestro
me condujiste a Cristo
como el regalo del cielo;
a obedecer a mi padre,
a no faltarle el respeto;
llevarme bien con mis hermanos
sin contiendas y sin celos;
me enseñaste a levantarme
a no quedarme en el suelo.
A andar con la frente en alto
sin miedo y sin misterios…
Y hoy reconozco, madre,
que tu pelo que era negro
se ha puesto blanco por mí
y la nieve de los tiempos;
pero tú, sigues igual,
como cuando éramos tiernos:
“Hijo mío,  ¿te sientes mal?…
¡Abrígate del invierno!…
¡Muchacho se te hace tarde,
es hora de ir al templo!…
Porque quiero que tu esposa
en compañía de mis nietos
vean en ti a un hombre fiel,
sincero y de buen ejemplo…”
¡Madre mía,  aquí me tienes!
He venido de muy lejos…
Madre mía estoy cansado
No es sino un poco de sueño;
quiero dormirme en tus brazos
como cuando era pequeño,
y que sólo pueda oírse
la tenue voz de mis versos,
que me cantes mi canción
con los compases del viento…
©Francisco Aular
Toronto, mayo de 1998
Perla de hoy:
El mejor testimonio de una madre a sus hijos es hablar con su vida.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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