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Lectura devocional: Apocalipsis 1:9-19
Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso
su mano derecha sobre mí, y me dijo: "No tengas miedo. Yo soy el primero y
el último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo
poder sobre la muerte. Apocalipsis 1:17,18 (TLA) No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo
os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Juan 14:1,2 (RV60)
Dice una leyenda, que cierta vez
un peregrino oriental le preguntó al cólera morbo: “¿Adónde vas? ¡A Bagdad, a matar
a cinco mil personas!”, contestó la epidemia. Pocos días después el mismo
peregrino se encontró nuevamente con el cólera que salía de la ciudad. “Me
dijiste que ibas Bagdad a matar a cinco mil personas, pero en realidad has matado
cincuenta mil -observó el peregrino-. “No -contestó la epidemia-, maté cinco
mil como dije. Los demás han muerto de miedo”.
En efecto, el miedo es una de las
causas del fracaso en la vida de muchos seres humanos. El temor paralizante los
tiene presos. Son cautivos y no pueden vivir en libertad. Más daño hace el
miedo que la razón psicológica o verdadera, sin embargo, nuestro Dios es grande
en misericordia. JESÚS es el regalo de Dios. Te invito a que reflexionemos
juntos sobre la declaración más grande que nos ha hecho el Señor, concerniente
a la conquista del miedo.
¡Fuera con el temor!, porque JESÚS vino desde el cielo para decirnos:
"No temas". Es evidente que Dios sabe que
los seres humanos nos enfrentamos a cada momento a situaciones de miedo. Y
ciertamente, el problema del temor es un problema que debe ser reconocido en
muchas vidas, tratado y eliminado. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a muchas
situaciones en que el ser humano -es comprensible- tiene miedo; los medios
masivos de comunicación presentan noticias que llegan hasta nosotros al minuto
de producirse en cualquier lado del planeta, para bien o para mal somos una
aldea global, pero como las buenas noticias no bastan para vender, nos llegan
también las malas.
Vivimos momentos en que la
civilización como la hemos conocido hasta ahora, amenaza con tocar fondo. ¡El
mundo está al revés! Como lo dijera el profeta: "¡Ay de los que llaman a
lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por
tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías
5:20). ¡Este es el tiempo en que los hijos de Dios no debemos descuidar el mapa
de la vida que es la Palabra de Dios! Millones de personas en el mundo tienen
que recurrir a medicinas para controlar el miedo que no les permite vivir. Esto
explica por qué millones de seres humanos viven esclavizados por el temor. Este
hecho se ve en toda la sociedad: el rico y el pobre, el anciano y el joven, el
nativo y el extranjero, el erudito y el ignorante, el que gobierna y los
gobernados.
Esta generación tiene miedo de
todas clases: temor a otros y a sí misma, temor al pasado, al presente y al
futuro; temor a vivir en su país y fuera de él; temor de los afuera y de los
dentro de su casa; temor a la enfermedad y a la salud; temor a divertirse y a
sufrir; temor a la vida y a la muerte; temor a la pobreza y a la riqueza; temor
a tener y temor a no tener. Y otros muchos temores.
¡Fuera con
el temor!, porque JESÚS dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios,
creed también en mí”. ¿Cómo podemos vencer el temor? Es la
pregunta que se hace el ser humano. Respondo con mucha sinceridad, ya que
conozco la Palabra de Dios por más cincuenta años. Esta Palabra me ha servido,
primero, para llevarme a la conquista de mi propio temor, con ella he podido
predicar el mensaje liberador de temores de miles de hombres y mujeres. He
predicado esta verdad por más de cuarenta países, en cuarenta y dos años de ministerio a tiempo completo en
la obra de Dios. Esta verdad la he enseñado y anunciado, en hospitales, cárceles,
en universidades, por radio, televisión, prensa, teléfono, y por las redes
sociales. He predicado en las calles, de puerta en puerta, en las plazas, en
coliseos grandes y pequeños. He contado de la verdad de Dios a personas
individuales, grupos pequeños y grandes concentraciones. He anunciado el
evangelio a tiempo y fuera de tiempo. No me he quedado callado. No he rebajado
las demandas de lo que exige el evangelio. No me he vendido ante nadie. La
verdad es que no tengo bienes materiales, no los deseo ni los envidio. Mi
esposa y yo hemos aprendido a contentarnos con lo que Dios nos ha dado.
He vivido lo suficiente para celebrar bodas,
presentar niños delante de Dios, evangelizar y hacer discípulos, y, también me
ha correspondido despedir a personas en los cementerios. Hasta ahora, no he
visto a un solo cadáver que se lleve algo de lo que acumuló en vida. Esta
“Feria de la Vanidad” en la que he vivido, no me fascina, no me atrae; no soy
teólogo de fantasías, ni de supersticiones, ni de la prosperidad, soy cristiano
de la cruz. No creo que JESÚS, que vino del cielo, se humilló al hacerse humano
muriendo en una cruz para darme cosas temporales, solamente. La Biblia dice:
“Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay
nadie más digno de lástima que nosotros” (1 Corintios 15:19; LBLS) ¡Eso es
suficiente!
Aquél que venció la muerte nos
dice: "No tengas miedo". Hay buenas noticias: JESÚS vino,
precisamente, con la misión y el mensaje para librar al ser humano del poder
enervante y depresivo del temor. El mismo día en que nació JESÚS, un ángel de
Dios se le apareció a los pastores que estaban cuidando sus ovejas cerca de
Belén. Los pastores, nos dice la Biblia, se asustaron y sintieron miedo, pero
el ángel les dijo: "No tengan miedo". JESÚS mismo, la noche en que
fue entregado por Judas para ser crucificado, les dijo a sus discípulos: "No
se turbe vuestro corazón", y, luego, como el Salvador y Señor resucitado y
viviente, le dice a Juan, su discípulo amado en el primer capítulo del último
libro de la Biblia: "No temas".
El Señor Jesucristo nos exhorta a no tener
miedo; a no temer a la vida ni a la muerte; a no temer al
futuro, a lo desconocido, ni a la eternidad; Él nos recuerda que
es “el primero y el último,” el alfa y omega: Estuve
muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte. ¡JESÚS es
nuestro éxito y la felicidad! ¡Nuestra pasión y triunfo! ¡No podemos perder
teniéndolo a Él!
El ser humano pequeño se apoya en los hombres; el grande se apoya en Dios.
Oración:
Señor Todopoderoso:
Aquí me tienes, doblada las
rodillas y el corazón frente a tu grandeza, para agradecerte por la voz de mi
fe, el amor y la esperanza. Vengo a agradecerte por la vida eterna que me diste
a través de JESÚS. Ningún don podrías haberme dado superior a ése. Ni fama, ni
poder ni riqueza, pueden compararse a tu hermosa compañía, no solo en esta vida
temporal, sino en la vida eterna la cual ya he empezado a vivir, en mi unión
con tu Hijo. ¡Él venció sus temores para poder cumplir con su propósito eterno!
Él, viviendo en mí, me da el triunfo definitivo sobre todo tipo de miedo que me
domina, y por eso, ¡soy más que vencedor! Gracias amado Dios. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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