Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Jeremías 29:1-14
Porque
yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de
calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11 (NVI)
Tenía yo 38 años, era un líder
internacional de mi denominación, pastor de la Iglesia Bautista Emanuel de la
Castellana en Caracas, en Venezuela mi país; con un feliz matrimonio y padre de
cuatro hijos, el mayor de 12 años y nuestra niña menor de seis años. Aquel año
me había permitido hacer un plan continental de evangelización, promoverlo y
desarrollarlo, cuyo énfasis principal sería celebrar la Marcha Evangelizadora Bolivariana,
es decir, evangelización en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, y por supuesto,
Venezuela. Celebrábamos el bicentenario del nacimiento de nuestro Libertador
Simón Bolívar, así que invitamos a nuestro país, a 22 de líderes
latinoamericanos, los entrenamos por todo un mes, y con ellos fundamos al
Movimiento Discipular Bautista Latinoamericano (MODIBLA). Viajaba
constantemente de un país a otro; mi carácter apasionado por el Señor JESÚS y
por la oración, la evangelización y el discipulado, no me permitió percibir que
poco a poco, entre mis muchos viajes que hacía, estaba haciendo uno que ningún
líder quiere hacer: el viaje hacia el fondo. Porque habían pasado trece años
trabajando sin tomarme vacaciones ni descansar. A nuestros niños, especialmente
en las vacaciones escolares, los llevábamos con nosotros durante esos viajes,
les hacíamos entender que andábamos de vacaciones, esto se cumplía parcialmente
para mi esposa, pero para mí no, no lo eran.
Aquel año de 1983 a finales de
septiembre, terminamos todo el
trabajo, Dios nos había dado excelentes resultados. Feliz regresé a mis
actividades normales de la iglesia; una mañana llegué a las ocho, hice mi
devocional y tomé un lápiz y una hoja en blanco. Como a las doce y treinta,
sonó el teléfono, era Mary, mi esposa: “¿Vienes a almorzar?”, me dijo; miré la
hoja en blanco sobre mi escritorio, en toda la mañana no había escrito nada; comprendí
que algo grave me sucedía -debo decir con un corazón lleno de gratitud al
Señor, que mi Padre celestial estaba conmigo, no estaba solo-; el Señor había
enviado a nuestra iglesia al matrimonio García Urdaneta y me acuerdo que mi
consiervo Jacobo García Miranda llegó a mi escritorio y me dijo: “Francisco ven
conmigo, vamos a descansar”, nunca olvidaré que al salir de mi oficina, en su
vehículo estaban ¡su familia y la mía! Nos fuimos de viaje hacia las hermosas
playas del estado Falcón, a tres horas de Caracas. Llegamos a una pequeña isla,
colgué una hamaca de unos árboles playeros y sobre una playita muy cerca de la
corriente, allí, entre los corales y pececillos de colores, acompañado de la
brisa del mar, pude dormir.
Finalmente en aquellos días, Dios
me mostró lo que siempre he sabido por su Palabra, los hombres y mujeres de
Dios, incluyendo los líderes, no estamos exentos de forzar nuestro cuerpo, nuestra
alma y nuestro espíritu a grandes presiones. Experimenté algo inesperado, en
todo ese proceso descubrí que un verdadero hijo de Dios, nunca tocará fondo
propiamente dicho, en medio de las dificultades, pruebas y aflicciones de esta
vida, saldrá victorioso, porque en el fondo Aquél que nos envió a evangelizar y
a alcanzar a este mundo para Él y su gloria, es la Roca Firme sobre la cual
caemos. El salmista escribió: Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi
corazón y mi porción es Dios para siempre.
(Salmo 73:26 RV60). Graciosamente alguien dijo: “Si tropiezas y caes, aprovecha
para levantar algo del piso”. Siempre hay un aprendizaje en nuestro descenso: Me
hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. (Salmo
119:71 NVI)
Jeremías fue un
profeta que le correspondió hacer su trabajo, cuando el pueblo de Dios estaba
cautivo por sus enemigos, aquel cautiverio duró setenta años, por todas partes
había dolor, desencanto y pérdida de fe, sin embargo, Dios envió un mensaje que
podemos hacerlo nuestro también: Porque
yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de
calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11 (NVI)
Oración:
Amado Padre
Celestial:
Aunque el
sufrimiento por el cual estoy pasando puede ser el fruto de mi terquedad en
obedecerte, o tal vez, por cualquier otra causa, vengo a ti porque sé que en
tus manos y bajo tus alas estoy seguro, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
Cuando nuestros problemas nos
llevan al fondo, descubre que JESÚS es tu Roca.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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