Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional:
Habacuc 3:12-19
Con todo yo me alegraré en el SEÑOR, me regocijaré en el Dios de mi salvación. Habacuc 3:18 (La Biblia de las Américas)
Vivimos tiempos difíciles y no podemos ser indiferentes, tarde o
temprano nos tocará a nosotros sufrir también.
¿Qué vamos hacer cuando por todas partes vemos sólo pleitos, peleas,
violencia y destrucción?
¿Qué vamos a hacer cuando vemos que los malvados maltratan a los buenos
y por todas partes hacen injusticias? ¿Qué vamos a hacer cuando nuestros
valores familiares son pisoteados y se da mal ejemplos a nuestros niños,
precisamente por aquellos que debieran ser modelos para ellos?
¿Qué vamos a hacer cuando los poderosos se lanzan sobres sus enemigos
como el águila sobre su presa?
¿Qué vamos a hacer cuando no existe respeto por las autoridades
establecidas por Dios debido a que esas autoridades no respetan a los otros y
se burlan de los demás, de los que están en eminencia en los distintos sectores
de la sociedad?
¿Qué vamos a hacer cuando sentimos que los malos vienen contra nosotros
como un huracán que llega, golpea y se va, pero son culpables de un gran
pecado, no tienen más dios que su fuerza?
¿Cómo vamos a poder enfrentar la vanidad de los orgullosos que son como
la muerte que siempre quiere más; son como la tumba que nunca está satisfecha?
¿Qué vamos a hacer cuando le pedimos con gritos a nuestro Dios que nos
salve pero Él pareciera que no nos escucha y nuestras oraciones no pasan del
techo?
Todas estas interrogantes estaban en el corazón del profeta Habacuc
(alrededor del año 600 a.C.), cuando escribió el libro que lleva su nombre.
Este libro nos presenta la agonía del profeta ante el sufrimiento del ser
humano y la paciencia de Dios, quien no actúa tan rápido como el profeta
quisiera. Dios le responde al profeta diciéndole que todos esos que los
gobiernan y los mantienen esclavos, algún día les rendirán cuenta; y por fin,
el profeta, encuentra la paz y hace su oración inmortal: Cuando yo escucho
todo esto, me tiemblan los labios y todo el cuerpo; siento que mis huesos se
desmoronan, y el que suelo se hunde bajo mis pies. Pero yo espero con paciencia
el día en que castigarás a los que ahora nos atacan. Aunque no den higos las
higueras, ni den uvas las viñas ni aceitunas los olivos; aunque no haya en
nuestros campos nada que cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre
te alabaré con alegría porque tú eres mi salvador. Dios mío tú me das fuerzas;
me das la rapidez de un venado y me pones en lugares altos. (Habacuc
3:16-19, NTV).
Por encima de las circunstancias que nos dominan -y no podemos esconder
la cabeza en un hoyo-, el cristiano nacido de nuevo es realista, sabe que la
solución es divina y no humana, por ello, descansa completamente en Dios,
mientras lleno de ánimo asume su misión histórica a la luz de su destino
eterno: Dios es paciente y no quiere que ninguno se pierda, así que se lanza a
la conquista de los hombres y mujeres para su Señor y Salvador JESÚS, a pesar
de todo.
Oración:
¡Dios mío! A pesar de todo nuestros pecados y errores, yo sé bien que
los seres humanos somos parte de tu plan eterno de unirnos como una familia
bajo el dominio y poder de tu amado Hijo, eso me llena de gozo y por eso
tiemblo en tu presencia; si te enojas contra mi, no dejes de tenerme compasión,
tu grandeza ilumina los cielos; y la tierra entera algún día te alabará en el
nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Saca provecho a la
situación de hoy proclamando el futuro glorioso que nos espera mañana.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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