Francisco Aular
Lectura devocional: Lucas
14:15-24
Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid,
que ya todo está preparado. Lucas 14:17 (RV60)
En los
tiempos de JESÚS, cuando los hombres acaudalados celebraban una gran fiesta
cursaban dos invitaciones. La primera era la noticia preliminar, contenía la
invitación y las indicaciones para que los invitados hicieran los preparativos necesarios
para asegurar la asistencia; la segunda invitación, informaba que la fiesta
estaba lista, y que los invitados debían acudir; era un honor ser invitado por
aquel anfitrión tan importante y una ofensa rechazarlo. Así pues, podemos decir
que, ese Anfitrión, esa gran cena y los invitados a ella, representan la gracia
divina. Hoy, Dios está celebrando una gran cena y nos invita a ella; llegará el
momento en que el tiempo de la gracia habrá terminado, y sólo los que acudieron
a la invitación, disfrutarán de la gracia de Dios para siempre.
En la película
premiada con un Oscar, “El banquete de Babette” -no es una película cristiana-,
se argumenta una historia del contraste en el plano religioso del legalismo y
la gracia. En efecto, pertenecientes a una rama del luteranismo legalista, un
pastor, con sus dos bellas y talentosas hijas reúne en un pueblo de Austria a
su congregación. Sus feligreses lo aman; él forma con ellos un grupo que se
aísla de la sociedad. Todos visten de negro, consumen una misma comida que
consiste en pescado y papas sancochadas, aderezada con cerveza y pan. Sólo se
cantan himnos, y algunos de ellos cuyas letras prometen un gran futuro en la
Nueva Jerusalén.
Pues bien,
el pastor muere y en su lugar, quedan sus dos hijas: Martina, llamada así en
honor de Martín Lutero, y Phelippa, en recuerdo de Felipe Melancton, dos
grandes héroes de la fe. Todo está lleno de austeridad. Sin embargo, el pecado
ha hecho entrada entre ellos, y con los años, las raíces de amargura han hecho
estragos en las relaciones de los lugareños.
Se
introduce en la historia, una francesa de nombre Babette, que viene huyendo de
la guerra de Francia, en donde ha
perdido todo lo que poseía; la mujer, en una fría noche de invierno, en medio
de un torrencial aguacero, llega a la playa cercana de aquella secta. Es casi
la medianoche cuando toca la puerta de la casa de las hermanas Martina y Philippa;
Babette les pide posada, y durante 12 años les sirve sin cobrar nada por ello,
sólo recibe hospedaje y comida. Una inesperada circunstancia, pone en las manos
de Babette, ¡diez mil francos! Las hermanas se alegran de que Babette sea rica,
pero saben que con ese dinero ella saldrá a vivir una nueva vida, lejos de
ellas; pero, sorprendentemente, Babette se queda con ellas y como celebrabarán
el centenario del natalicio del pastor, Babette les promete hacer una gran cena
al estilo francés. Así lo hace y en la fecha establecida, 15 de diciembre,
entre los recelos de las hermanas y de los feligreses, sirve un banquete
inolvidable. Los invitados acuden, entre ellos un general que en tiempos
anteriores había cortejado a Martina; este general, había visitado en París un
famoso restaurante llamado el “Café Anglais”, en donde la jefa de la cocina era
una mujer. Los aldeanos empiezan a degustar aquella comida tan diferente a los
que por tantos años habían saboreado; habían acordado no preguntar nada sino
comerla toda. Todos los aldeanos hacen en la mesa lo que ven hacer al general;
solamente él va comentando cada plato y cada bebida; a medida que la cena va
avanzando, los feligreses se confiesan unos a otros sus faltas y se piden
perdón. Termina la fiesta, y en medio de la nieve se pierde el carruaje del
general… se ve el cielo azul y estrellado en el horizonte.
En “El
banquete de Babette” la penúltima escena es inolvidable: afuera, los ancianos,
como niños se toman de las manos alrededor de la fuente, y cantan en medio de
la noche los cánticos de su fe y de esperanza. Es una escena que refleja que el
banquete de Babette les había abierto la puerta a la comunión y la paz unos con
otros, y había comenzado en la aurora, el despertar de la gracia. Como lo dice
la autora del libro en el cual se basó la película, Karen Blixen, los
feligreses se sentían, “como si de veras sus pecados hubieran sido lavados, tan
blancos como la nieve, y en este atuendo de inocencia recuperada, estuvieran
brincando como corderillos”.
En la
escena final se ve a Babette sentada y la cocina en completo desorden. Ella
luce satisfecha, había honrado a sus visitantes con una gran cena. “Babette,
fue una escena encantadora”, le dice Martina con gratitud. Babette, que había
cocinado por 12 años la misma comida en aquella casa, añade: “Yo fui la jefa de
cocina del Café Anglais”.
Al mismo
tiempo, las hermanas piensan que Babette se regresará a París, pero Babette,
les dice: “He gastado todos los diez mil francos en esta cena, ¡no se asombren.
Eso cuesta una cena como ésta en el Café Anglais” ¡Los comensales no habían
pagado nada, tal y como el festín de la gracia: gratis pero no barata!
¡Qué
parábola! Así Dios, por su gracia, sin que nos cueste nada a nosotros, nos
invita a la salvación. El Señor
nos invita a Su cena. Así se unen las dos caras de la gracia para que
sea efectiva: La gracia da, la fe recibe: “Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen
ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho,
así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.” Efesios 2:8,9 (NTV). ¡Todos
estamos invitados al festín de la gracia!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Gracias Señor porque un día viste que yo no tenía, por
mí mismo, ningún mérito para llegarme a ti; pero por tu gracia me invistas a tu
cena y me diste el nuevo nacimiento para poder disfrutarla por medio tu amado
Hijo, lleno de méritos, “lleno de gracia y verdad”. Ayúdame a decir a los demás
que hay Vida en JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
La salvación por gracia se desprende de la invitación que Dios nos hace a
través de JESÚS. Usted está invitado a esta gran cena; no ponga excusas y honre
al Anfitrión.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe una lección por
aprender?
¿Existe una bendición para
disfrutar?
¿Existe un mandamiento a
obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento
para llevarlo conmigo?
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