Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Tesalonicenses 5:12-24
Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve
todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro
Señor Jesucristo. 1
Tesalonicenses 5:23 (NVI)
¿Por qué todos los seres humanos, tenemos que
nacer de nuevo para ser hijos de Dios? (Juan 1:12; 3:3) ¿Por qué tenemos que
experimentar esa nueva vida que viene de lo alto? ¿Por qué tiene que existir
esa regeneración espiritual para todos los pecadores? Estas preguntas no son
retóricas, sus repuestas están desde hace milenios en la Palabra de Dios, la
Biblia. Sencillamente, desde la caída de Adán y Eva en desobediencia a Dios,
todos los seres humanos, si bien tenemos un espíritu dentro de nosotros,
estamos muertos en nuestra relación con Dios “y el os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos pecados” (Efesios 2:1,2 RV60), desde luego como seres humanos, poseemos la
facultades del espíritu que son la intuición, la conciencia y la adoración para
poder comunicarnos con el mundo espiritual. Cuando no hemos experimentado el
nuevo nacimiento, ese espíritu humano prácticamente está muerto para
relacionarse con Dios y con la Palabra de Dios, como debe ser. Así JESÚS lo
afirmó: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren.” (Juan 4:24 RV60). Fíjense que Pablo en nuestro versículo
de hoy, enumera primero al espíritu, después el alma, y luego, el cuerpo.
Porque en el ideal de Dios para el ser humano, debe ser nuestro espíritu
-controlado y dirigido por el Espíritu de Dios- quien nos guía en este mundo y
en el venidero. Por eso JESÚS, le dijo a un hombre muy religioso llamado
Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios…lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:3,6 RV60).
Pues bien, la parte más completa del ser
humano es su espíritu “los que en espíritu servimos a Dios, y nos gloriamos en
Cristo Jesús” (Filipenses 3:3) Así vemos que es el espíritu, el lugar en donde
el Espíritu Santo hace su residencia en forma personal después que hemos
aceptado el regalo de la vida eterna que es JESÚS. Es el lugar del trono de
Dios que ha desplazado al ego de nuestra vieja naturaleza como seres humanos, y
desde aquí mediante la docilidad nuestra al poder del Espíritu Santo, es la
parte de la comunión y la adoración a nuestro Dios que está siempre dispuesta
para escuchar y obedecer Su voz “Orad y velad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto pero la carne es débil”
(Mateo 26: 41, RV60). De esta manera con nuestro espíritu dócil a la dirección
de Dios, podemos adorarlo como lo pidió Señor “en espíritu y en verdad” (Juan
4:24)
La principal manifestación espiritual de un
verdadero nacido de nuevo, es adorar a Dios. Esto lo hacemos primordialmente
por la oración. Orar es hablar con Dios. Sin conversación no puede haber
comunión. La oración es comunicarnos con Dios por medio de nuestro espíritu. La
oración es la parte esencial de la vida del espíritu. La oración sin cesar es
la respiración de nuestro espíritu. “Desde que conocí a JESÚS, no puedo vivir
sin orar.” Me confesaba el siempre recordado hermano, Jesús Bolívar. Me consta
que pasaba horas en oración de intercesión delante de Dios por nuestra nación,
por los pueblos y por las ciudades en que andubimos. A esto se sumaba la
oración por los obreros de Dios y las iglesias. Aquel hombre de Dios, respiraba
por su espíritu, la oración por otros. ¡Imposible decir, cuánto lo extraño a mi
lado! La oración debiera ser el ejercicio del espíritu permanentemente en una
forma natural en cada cristiano, nacido de nuevo. Esto es así, porque mediante
la oración activamos todo el poder de Dios, y sus grandes tesoros de promesas
para Sus hijos, como decía uno de los grandes hombres del siglo pasado, Leonard
Ravenhill: “Los dos requisitos para una vida cristiana victoriosa son visión y
pasión; ambos son nacidos y sustentados por la oración.” En realidad el la
oración en espíritu (nótese que hablo del espíritu humano) es orar como la
madre de Samuel: “Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus
labios, y su voz no se oía.” (1 Samuel 1:13, RV60). Es verdad “que Dios no es
nervioso”, como me decía un amado hermano que le gustaba orar a voz en cuello;
pero tampoco es sordo para que le gritemos…En realidad Ana, exclamaba con
gemidos del alma y el espíritu. ¡Dios oyó y respondió la oración que le hizo y
para el gozo de ella y el nuestro: Nació ese gran hombre de Dios, llamado
Samuel.
En realidad, nos hay sustituto para la
oración, por lo tanto, debemos ejercitarnos en la búsqueda devocional de la
comunión con nuestro Dios, y mantenernos en adoración a Dios aquí en la tierra,
por medio de la oración. El en el cielo, no oramos porque allí estaremos
siempre cara a cara con nuestro Dios. Ahora que estamos en el cuerppo la
oración es simplemente un vehículo para transportarnos a Su presencia. O la
ejercitamos o nos debilitamos. Indiscutiblemente podemos afirmar: la oración es
la disciplina de nuestro espíritu.
Oración:
Padre eterno: ¡Te alabo nuevamente en
esta hora en mi tiempo de comunión y adoración contigo! Ayúdame a disciplinarme
y a ejercitarme en la oración, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
En nuestro
tiempo de orar en espíritu, nada es demasiado grande, ni tan insignificante
para llevarlo ante Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios