Francisco Aular
Lectura
devocional: Juan 6:1-14
Enseguida Jesús vio que una gran multitud venía a su encuentro. Dirigiéndose
a Felipe, le preguntó:—¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta
gente? Lo estaba poniendo a prueba, porque Jesús ya sabía lo que iba a hacer. Juan 6:5,6 (NTV)
Como deben imaginárselo
en mis primeros 50 años de vida cristiana, he visto al Dios de los imposibles,
hacer milagros. No estoy hablando solamente de curas milagrosas en el plano de
esta vida temporal, -de paso también los he visto, y hasta en mi propia vida-,
pero no hablaré de ello; me refiero a los milagros que en la obra de la
evangelización, en el esfuerzo de llevar la salvación a los demás seres humanos,
han ocurrido. Venciendo el temor a ser criticado por repetitivo, voy a caer en
la misma valentía de los escritores de los Evangelios ¡los cuatro narraron este
evento de la multiplicación de los panes y los pescados! Creo que desde allí en
adelante cada vez que los discípulos se enfrentaron a dificultades, se
acercaban a JESÚS, y le preguntaban: Señor,
y ahora, ¿qué harás?.
Desde el nacimiento de
la Marcha Evangelizadora en 1977, he visto la mano de Dios obrar milagros en la
multiplicación de los panes y los peces en nuestra obra evangelizadora y
misionera, muy cerca de mí. El primer susto que pasamos fue la noche del 15 de
agosto de aquel año 1977, cuando observé el entusiasmo de 25 jóvenes que
llegaron a nuestro primer adiestramiento en el templo de la Primera Iglesia
Bautista de Barquisimeto, Estado Lara en Venezuela. Serían como la una de la
noche del 16 de agosto cuando me reuní con mis compañeros de aventura misionera:
Jesús Bolívar, tesorero, Pablo Jorgez el administrador y yo, el director. Pablo Jorgez, dijo “se necesitarán por
lo menos tres mil bolívares” (en aquellos días, eso era dinero), el hermano
Bolívar sugirió que pasáramos la noche orando y que él estaba seguro de que el
Señor nos enviaría aquella cantidad de dinero y mucho más (él era un nuevo
creyente, y yo pensé “que fe tiene el varón Bolívar”); terminamos la reunión y
nos fuimos a dormir las pocas horas que quedaban de la madrugada porque a la
seis de la mañana, todos nos levantaríamos para orar; pero había una pregunta
en la mente mía: Señor, y ahora, ¿qué
harás?.
Lo demás es historia
que he repetido y seguirá haciéndolo hasta que me vaya porque después de todo,
la existencia de la iglesia y todo lo que se haga alrededor de ella, todavía,
¡es un milagro! Así en aquel primer evento, Dios hizo realidad, lo imposible
según nosotros, pero Dios lo hizo de nuevo como en el relato de los Evangelios.
El hermano Bolívar oró y Dios obró. Durante un mes más de 70 personas nos
involucramos en aquel evento inolvidable. Cuando nos parecía que ya no
tendríamos alimentos para nuestros evangelizadores: Dios usaba a una persona
con una ofrenda especial, o una iglesia u organización como en el caso de la Unión Femenil Bautista Misionera de
la Región Central, nos enviaron alimentos (ah las mujeres, ¡qué haríamos sin
ustedes en la obra misionera!); las otras iglesias de la región se hicieron
presente, y hasta los que no conocían al Señor, ofrecieron sus hogares para
albergar a los marchistas. Sucedía que cada vez que nos encontrábamos en un
encrucijada del camino, llenos de fe y optimismo por la presencia del
Comandante Nazareno con nosotros, le preguntábamos: Señor, y ahora ¿qué, harás?.
El apóstol Felipe, era uno de esos creyentes que
dicen “si lo veo, lo creo”… Entonces, a un hombre como él, JESÚS, le pide un
consejo: ¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta gente? La respuesta del Apóstol, es
característica de uno como él: “¡Aunque trabajáramos meses enteros, no
tendríamos el dinero suficiente para alimentar a toda esta gente!.” Es la respuesta
de los que dudan del poder de Dios, “¡no se puede!”, “es imposible”, “¡nunca lo
hemos hecho!” o tal vez, “podemos lograrlo pero tendremos que sacrificarlo
todo, y no vale la pena.” Pero en la escena entra Andrés, el hermano de Pedro,
optimista, visionario, su lema es “si lo creo, lo veo”, ya aquel discípulo
había visto a un jovencito con su cesta de cinco panes y dos pescados, y lo había
convencido de que si invertía su almuerzo y lo ponía en las manos de JESÚS,
¡Dio haría algo grande y ayudaría a los demás! Así fue. Ahora bien, ¿se imagina
al Aquel quien por Su Palabra todas las cosas fueron creadas pedirle un consejo
a un ser humano? Felipe tuvo ese honor, y no lo aprovechó. ¡Fíjese bien este
detalle, y Juan lo registra para nosotros: “Lo estaba poniendo a prueba,
porque Jesús ya sabía lo que iba a hacer.” ¿Te gustaría frente al desafío
imposible que tal vez tengas, poner lo poco que posees en las manos de JESÚS
con fe y sin dudar como el niño de este relato? Solamente diciéndole con este
gesto: Señor, y ahora, ¿qué harás?
Oración:
Amado Padre eterno:
Lléname de la fe que pone toda su confianza
en lo que Dios hará con lo poco que poseo. Límpiame de todo lastre de
prejuicios mezquinos y amar de veras y con propósito a cada ser humano que no
ha visto tu luz. Ayúdame a ser un visionario con tal de alcanzar a uno más para
ti, en el día de hoy. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Frente a lo imposible con fe y expectación dile a JESÚS: Señor y ahora,
¿qué harás?
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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