Francisco
Aular
Lectura devocional: Salmo 3
Clamé al
SEÑOR, y él me respondió desde su monte santo. Me acosté y dormí,
pero me desperté a salvo, porque el SEÑOR me cuidaba. Salmo 3:4,5 (NTV)
El Salmo 1 nos revela la victoria
del hombre nuevo que pone su confianza en Dios y en su Palabra; el Salmo 2 nos
da una visión del triunfo final del Mesías sobre sus enemigos, la escena es
espectacular; pero el Salmo 3 nos presenta la ocasión de una crisis personal
por la cual el rey David pasó. Se trata de uno de los tantos problemas
familiares que aquel hombre escogido por Dios tuvo que enfrentar, para ser
fundador de una familia de cuyo seno, Dios traería al Mesías prometido, y cuyo
trono será eterno como el Plan de Dios concebido antes de que el mundo fuese
(Efesios 1:4; 3:9-11).
Si me preguntas, ¿por qué creo en
la Biblia?, diría que ella retrata al ser humano como lo que es; esta Palabra
no esconde, ni adorna las fallas de sus héroes, ni aun los que habían recibido
promesas de un Dios santo y apartado del mal, como lo es el Dios de Israel.
Esto nos revela la verdad de que Dios nos escoge, a los seres humanos, para
cumplir su propósito eterno, no porque tengamos algún mérito, sino por su
gracia, eso sí, no nos obliga, Él nos invita para establecer con nosotros una
relación de amor desinteresado.
David había sido escogido por Dios
y soportó con entereza la persecución del rey Saúl, y aunque David pudo haber
derrocado a aquel hombre malvado, nunca “levantó su mano contra el ungido de
Dios”. Esperó cuarenta años para entrar a la escena pública de la mano de Dios.
Es en medio de este triunfo político, que el rey David pasa por una crisis del
alma. Ciertamente, los dolores que producen los hijos desobedientes y rebeldes
en el corazón de sus padres, va mucho más allá de cualquier sufrimiento físico
o necesidad material. Nada perturba más los cimientos de una familia que la
rebelión de sus propios integrantes. En efecto, Absalón, su tercer hijo se
levanta contra David y su reinado. David no lo enfrenta, sino que huye. Aquel
Reino prometido a David por Dios, pende de la voluntad de un hijo desobediente:
“Entonces David subió el camino que lleva al monte de los Olivos, llorando
mientras caminaba. Llevaba la cabeza cubierta y los pies descalzos en señal de
duelo. Las personas que iban con él también se cubrieron la cabeza y lloraron
mientras subían el monte” (2 Samuel 15:30 NTV). Esa noche, David no duerme en
su palacio, sino tal vez en una cueva, pero la oración que hizo aquella noche
ha pasado de generación en generación, y la tenemos aquí: “Me acosté y dormí,
pero me desperté a salvo, porque el SEÑOR me cuidaba” (Salmo 3:5). ¡Ah, cuántas
veces hice que mis niños pequeños repitieran estas palabras conmigo, y así
dormíamos, en la santa paz que Dios da cuando confiamos en Él!
Pues bien, ¿qué hizo David con la
crisis del alma por sus problemas familiares?, David los deposita en las manos
de Dios, y no toma venganza por la ofensa que le ha hecho aquel hijo al
mancillar el buen nombre de la familia. David se postra delante de Dios y ora:
“¡Levántate, oh Señor! ¡Rescátame, Dios mío!” (Salmo 3:7). El dolor de David se
manifiesta cuando se entera de que sus soldados ponen fin a la rebelión de
Absalón, matándolo. Yo no puedo leer este versículo que citaré, sin sentir la
crisis del alma de aquel padre de familia y llorar como David: Entonces
el rey se sintió abrumado por la emoción. Subió a la habitación que estaba
sobre la entrada y se echó a llorar. Y mientras subía, clamaba: “¡Oh, mi hijo
Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si tan sólo yo hubiera muerto en tu
lugar! ¡Oh Absalón, mi hijo, mi hijo!” (2 Samuel 18:33 NTV).
Es imposible saber por qué crisis
del alma estás pasando; es posible que como David, exclames: “Oh Señor tengo
tantos enemigos; son muchos los que están en mi contra. Son tanto los que dicen:
“¡Dios no lo rescatará!” (Salmo 3:1,2). ¡Es peor cuando esos enemigos son los
de tu propia casa! Te digo, no te defiendas, deja que Dios lo haga, sigue
amando y orando por ellos porque un día de éstos veras la paz de Dios que entra
en lo que es de Él, ¡tu familia! Y entonces dirás también: “La victoria
proviene de ti, oh Señor; bendice a tu pueblo” (Salmo 3:8).
Oración:
Padre
eterno:
Señor te
bendigo y alabo por darme una familia humana y una familia espiritual; ayúdame
a buscar la paz y seguirla y así, en tu nombre mantener a mi familia unida y
temerosa de ti. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
El rey David y su familia nos revela
la verdad de que Dios escoge a los seres humanos para cumplir su propósito
eterno, no porque tengamos algún mérito, sino por su gracia y su plan eterno.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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