Francisco Aular
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad. 1 Juan 3:18
Se ha dicho que al final del primer siglo del
cristianismo, un anciano acostumbraba a visitar las congregaciones, al
reconocerlo los líderes de la iglesia, con frecuencia, le daban la oportunidad
de decir algunas palabras a los feligreses. Solemnemente se ponía de pie, con
su báculo golpeaba el piso, mientras decía: “Ámense los unos a los otros”; y
todos respondían: Amén. Aquel anciano era el apóstol Juan. Con razón es
conocido como el apóstol del amor.
Cuando el apóstol afirma que los cristianos “no
amemos de palabra, sino de hecho y en verdad” está diciendo que nos
relacionemos de tal manera que podamos ayudarnos los unos a los otros.
Ciertamente, el amor sólo puede conservarse cuando lo ponemos en acción. Será
muy difícil encontrar la felicidad, si todo lo que poseemos es un monumento a
nosotros mismos. En cada uno de nosotros habita tanto el deseo de amar como el
de ser amados. Pero el amor es importante en la medida que nos relacionemos con
los demás; sin la relación de los unos con los otros no puede circular el amor.
El amor sólo fluirá en mí, si lo pongo en acción con los demás, de lo contrario
se convierte en egoísmo que a la postre será como el mar Muerto, que recibe,
pero no da.
Una persona que es capaz de amar, y darse sin
esperar nada a cambio es la mejor imagen de nuestro Señor JESÚS. Creo que el
amor nos mantiene jóvenes y llenos de ilusión, porque la juventud se mide por
el esfuerzo y la actividad a favor de los demás. En el otro extremo está la
ancianidad, no existe nada más bello que ver a un anciano, como el caso del
apóstol Juan, sobre cuya persona flota una sensación de vida y frescor por su
insistencia sobre el amor.
A veces palpamos en nosotros un amor que fluye
hacia todo lo que existe y que respira, especialmente hacia el pueblo de Dios,
nuestra familia espiritual aquí en la tierra. Eso se debe a que la Biblia dice:
“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.
Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1
Juan 4:16); y también nos dice que ese amor “…ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5). De tal manera, que todos, sin
excusa alguna, podemos amar como Dios ama.
Oración:
Señor, que yo pueda comprender y experimentar que:
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor
nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia
acabará (1 Corintios 13:4-8.) En
el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El amor de Dios nunca deja ser y está en el corazón
de sus hijos.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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