Francisco Aular
…Porque nunca decayeron sus misericordias, nuevas son
cada mañana; grande es tu fidelidad (…) Yo, el Señor, no cambio. Lamentaciones 3:22,23 (RV60), Malaquías 3:6 (NVI)
¿Conoce usted a personas cambiantes en su trato con
los demás, un día fueron sus amigos pero ya no lo son? Usted ni sabe la razón
ni el por qué lo dejaron. ¿Adónde ser fueron tantas promesas de amor?, ¿quién
lo sabe? Ya tengo bastante tiempo en este barco llamado vida para saber que
hasta yo mismo estoy viviendo cambios. En realidad, nuestro mundo es portátil,
las cosas se usan y se botan.
Por el contrario, ¡cuán diferente es nuestro Dios! Él
no cambia ni muda de opinión. La seguridad de nuestra salvación eterna se
encuentra en la inmutabilidad de Dios y no en la fidelidad de nuestra humanidad
cambiante. Es contrario a la naturaleza de Dios cambiar de opinión. Salvarnos hoy y echarnos mañana a la
condenación no es su Plan, porque además de ser eterno e inamovible, tenemos un
Dios compasivo; por su amor a nosotros Dios no varia ni se desgasta con el
tiempo, permanece siendo el mismo “ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Su misericordia para con nosotros es constante. Su voluntad es santa e
incorruptible.
En cambio, nosotros nos damos cuenta de que nunca
llegaremos a ser lo que realmente deberíamos ser. Mantenernos humillados bajo su
amparo debe ser nuestra vida normal como cristianos nacidos de nuevo. Ciertamente,
algunos piensan de sí mismos como impecables, según su propia opinión, ellos
son buenos, pero esto se debe al hecho de que nosotros somos muy prestos a recordar y a ver los pecados en los demás, y
tenemos muy mala memoria para recordar los nuestros, y muy ciegos para verlos. No
obstante, Dios nunca se cansará de amarnos y perdonarnos. No es el miedo a
perderlo a Él lo que me hace ser santos, sino el hecho de que soy santo porque
lo tengo a Él, pase lo que pase.
En mi juventud, en nuestra iglesia conocí a un joven que prometía ser uno
de los mejores hombres de Dios que yo hubiera conocido, consagrado, tenía una
amorosa voz al predicar, y cada vez que lo hacía, personas se rendían a los
pies del Señor. Años después se apartó de los
caminos que Dios tenia para él, y empezó a vivir su propia vida, nunca más
volvió a la iglesia; sin embargo, no lo hemos abandonado, lo hemos visitado, le
hemos hecho saber que Dios es fiel, que lo que comenzó en él lo perfeccionará,
que Él lo ama y lo perdona; se mantiene echándole la culpa a otros de su
alejamiento de Dios, la mayoría de sus presuntos enemigos ya murieron, todavía
lo tenemos en nuestra lista de oración; sin embargo, nuestro amigo permanece en
su condición, en realidad, no se perdona a sí mismo.
¿Por qué es tan difícil volverse al Señor cuando hemos fallado o
fracasado? El orgullo herido y la vergüenza juegan un papel importante en ese
proceder. Por eso, arrepentirnos, pedirle perdón y seguir sirviéndole debe ser
nuestra actitud como cristianos en construcción que somos. Nuestro Dios es amor, y como el Padre amoroso que es,
nos espera con sus brazos abiertos: “¿Qué Dios como
tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El
volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y
echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18,19; RV60). Pida
perdón a Dios, y perdónese. ¡Dios no cambia! Ahora bien, si nunca ha hecho una oración para recibir el perdón y el amor
de Dios en JESÚS, hágalo ahora con la oración en el próximo párrafo, y envíeme
por esta misma vía su decisión; tengo material disponible para ayudarlo en su
crecimiento como hijo de Dios.
Oración:
Padre eterno:
Ahora entiendo que Tú me amas y que desde antes de la
creación del mundo, quisiste que yo fuera parte de tu familia. Señor, con
humildad te pido que perdones mis pecados, me arrepiento, y te ruego que vengas
a mi vida. Gracias JESÚS por salvarme y de ahora en adelante, Tú eres mi Señor
y Salvador. Amén.
Perla de
hoy:
La venganza nos
encarcela y nos aleja de Dios; el perdón nos libera.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?