Francisco Aular
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MARTES, 11 de abril de 2023
Lectura devocional: Juan 17:20-26
JESÚS ORÓ POR MÍ
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Juan 17:20 (RV60)
El ESPÍRITU SANTO llevaba muchos años tratando conmigo, pero aquel llamado Jueves Santo, 11 de abril de 1963 fue el día definitivo para llegar a JESÚS. Mi familia se había ido a la playa para disfrutar el tiempo de la Semana Santa. Todavía me pregunto ¿Qué hizo posible que un joven de 17 años se quedara solo en la casa? En mi búsqueda de DIOS, Él tenía para mí, el Regalo más grande que los humanos podamos recibir en esta tierra: nuestra salvación. Yo era de aquellos que pensaban cruzar el puente antes de llegar a él, quería tener el comportamiento de un buen cristiano, sin haberme convertido.
La verdad era que me sentía confundido con tantas iglesias, denominaciones y sectas, todas diciendo ser las únicas dueñas de la verdad absoluta. Pero en esta oportunidad, el ESPÍRITU SANTO me estaba llevando a Su Palabra viva. Tomé de un estante, la Biblia que había regalada a un primo mío. Abrí la Biblia en el Evangelio según San Juan. En aquella mañana leí completo, los veintiún capítulos, con pequeñas pausas de reflexión. Aunque por mi trasfondo religioso católico romano, yo había escuchado la historia de la pasión y muerte del SEÑOR JESUCRISTO; pero leerla era toda era una experiencia diferente.
En la tarde, volví a leer el evangelio de San Juan. La historia se me iba encarnando poco a poco, con la convicción producida por el ESPÍRITU SANTO. Todo me pareció tan claro y convincente. ¿Por qué no lo había entendido antes? Así, llegué al capítulo 17, versículo 20: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por lo que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Me conmovió de una manera que no lo puedo describir en un idioma terrenal, el gran hecho de que JESÚS, el SEÑOR, ¡había orado por Sus discípulos! Y sus descendientes espirituales y, ¡también por mí! Sí, en efecto, ¡yo estuve en la mente del SEÑOR JESÚS todo el tiempo! Una cosa es compararse con otros seres humanos, porque según nuestro propio juicio, tal y como ellos somos imperfectos, pero otra medida, el SEÑOR JESÚS, ¡aquel hombre extraordinario y santo, había orado por mí!…
En efecto, hoy todavía no lo puedo comprender. ¡Estoy cumpliendo exactamente 60 años de esta experiencia que cambió mi vida en forma total! Lo recuerdo muy bien, aquella tarde, en la azotea de la casa en donde vivía, frente al majestuoso Ávila, -la montaña que rodea a Caracas, la capital de Venezuela- mi país de origen. En medio de esta conmoción, no pude más, me arrodillé y oré pidiéndole perdón al SEÑOR JESUCRISTO.
Por lo emotivo que soy, lloré un largo rato al considerarme amado por el SEÑOR, me levanté de allí, con la seguridad de que mi amado SEÑOR me había escuchado. Excepto por mis lágrimas, la única sensación fue, la seguridad de que, desde ese momento en adelante, el JESUCRISTO cultural y religioso que yo había conocido se me había vuelto “carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Efesios 5:30). Y la certeza sigue conmigo y me conmueve esta verdad: ¡JESÚS oró por mí! Y no lo dude, ¡por usted también!
¡Hoy mi corazón le da gracias al PADRE que me incluyó en Su plan de Salvación! ¡A JESÚS quien oró, murió y resucitó por mí! ¡Al ESPÍRITU SANTO quien me convenció “de pecado, de justicia y de juicio”! En el plano humano, a aquella familia que me había traído desde mi pueblo natal en Yaracuy. Desde luego, a mi familia espiritual que me recibió en la Misión Bautista Emanuel, el primer domingo de agosto de 1963. A mi amada esposa y mis hijos y ¡gracias a mis nietos que están creciendo y sirviendo en las iglesias. Toda nuestra familia son socios en el trabajo de la extensión del reino, cumpliéndose así esta Palabra:
“Nuestros hijos y nuestros nietos
estarán a tu servicio,
como lo estamos nosotros,
y vivirán contigo para siempre”.
(Salmos 102:28, TLA)
Igualmente agradezco, a la Convención Nacional Bautista Venezuela quien hizo posible mis estudios en el Seminario Bautista de Venezuela, y el desarrollo de un ser humano que todavía está aprendiendo a ser el discípulo del SEÑOR que estoy llegando a ser. A la Convención Nacional Bautista de Canadá, en donde he servido durante más de treinta años.
No olvido, a tantos familiares y amigos que DIOS usó en este breve paso, que es mi vida humana, convivir con otros seres humanos, sin ocultar mi fe y por el contrario, darles mi testimonio me ha permitido ser luz y sal para muchos de ellos. No quisiera olvidar a los médicos, enfermeras y técnicos de los hospitales y consultorios que me han ayudado a que todavía esté en pie.
No se me escapa en esta hora que, durante las siete décadas de mi vida humana y miles de años atrás, millones de personas lucharon y sufrieron para ayudarme que esta hora, en sola mirada veo y disfruto de muchas ventajas que hoy puedo disfrutar. No tengo espacio para detallar; pero siempre habrá lugar para agradecer porque ellos son: ¡Mis héroes anónimos!
En fin, soy deudor de ustedes que me regalan sus oraciones, todos los días. Su amistad y apoyo hacen que haya llamas y fuego en mi corazón. ¡Gracias por trabajar para mí!
¡Bendito y alabado sea el SEÑOR hoy hace sesenta años que DIOS usó una Biblia que no había sido dedicada para mí, fuera entonces y lo será siempre una fuente verdadera de la VIDA ETERNA que vivo todavía en este cuerpo! Mi amado JESÚS dijo una vez: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Mateo 20:28, RV60). ¡En realidad he sido bendecido para, en los límites de mis posibilidades, servir a otros!
¡Adelante, siempre adelante!
Oración:
PADRE ETERNO:
Comprendo con la poeta, Frances R. Havergal esta gran verdad que me dices en el poema “Mi vida di por ti”:
I
Mi vida di por ti,
Mi sangre derramé,
Por ti inmolado fui,
Por gracia te salvé,
//Por ti, por ti inmolado fui,
¿Qué has dado tú por mi?//.
II
Mi celestial mansión,
Mi trono de esplendor,
Dejé por rescatar
Al mundo pecador.
//Si, todo yo dejé por ti,
¿Qué dejas tú por mi?//.
III
Reproches, aflicción,
Y angustias yo sufrí,
La copa amarga fue
Que yo por ti bebí;
//Reproches yo por ti sufrí;
¿Qué sufres tú por mí?//.
(Himno 427. HB, CBP 1990)
Perla de hoy:
Toda nuestra vida aquí en la tierra es un monumento a esta verdad: ¡JESÚS oró por mí!
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