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Cuarta Palabra: SOLEDAD TOTAL
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Marcos 15:34 (RV60)
“Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado” …
Allí está JESÚS en una soledad total
Su sangre brota de sus manos y
Costados…
Palabra que traspasan el ámbito
eternal…
Palabra de victoria
sinigual…
Nosotros nunca podremos imaginar lo que era el tormento de la crucifixión. La agonía en la cruz duraba a veces varios días. En el caso de nuestro SEÑOR y SALVADOR, los tormentos más crueles tal vez, no fueron los físicos, sino los del alma, los del espíritu. El doctor Francisco Lacueva, gran teólogo español, exsacerdote católico-romano, convertido al Evangelio, especialista tanto en hebreo como el griego, dice que una mejor traducción al español de estos versículos tanto en Mateo como en Marcos, literalmente, diría: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿para qué me desamparaste?”. Si fuese por qué, estaría pidiendo explicaciones.
En efecto, JESÚS no está demandando una respuesta sino un propósito. No es un rebelde sino un SALVADOR. Porque el mismo había dicho en Getsemaní, “Padre mío, si quieres pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas 22:42). Aquella soledad que ahora caía sobre Él tenía un propósito, mostrar que CRISTO VIVIÓ DE ALGÚN MODO EL INFIERNO POR NOSOTROS. No en un sentido cuantitativo, pero si cualitativo.
Después de la tercera palabra como dice la Biblia: “Hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”. (Marcos 15:33). Así que en medio de aquellas tinieblas surge esta cuarta palabra. No es un grito triste del SIERVO SUFRIENTE en silencio, en medio de Su soledad total de tres horas, sino es también una palabra de conquista. JESÚS, destinado para ser SEÑOR desde antes de que el mundo fuese, estaba a punto de conquistar para todos los pecadores un lugar en el cielo.
Soledad indecible
En esta cuarta palabra, encontramos: Una soledad indecible, una salvación y un gozo indecibles por el triunfo final. Una soledad indecible: JESÚS sufrió una soledad que desafía descripción alguna, una tristeza que no podemos entender plenamente. Nadie como Él, perfecto, puro y sin mancha puede sentir en todo su ser divino, lo que es el pecado. Nunca nuestro sufrimiento se podrá comparar con el de JESÚS:
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. (1 Pedro 3:18.).
Salvación indecible
JESÚS estaba comprando para nosotros una salvación indecible. ¿Qué podemos decir? Esta salvación es indecible por la Persona que conquistó para nosotros un lugar en el cielo. En efecto, Pablo dijo: “¡Gracias a Dios por su don inefable!”. (2 Corintios 9:15). JESÚS es el Regalo de DIOS para nosotros los seres humanos. JESÚS es la ofrenda propiciatoria por nuestros delitos y pecados. JESÚS es el sustituto en la cruz, Él tomó nuestro lugar en la cruz. Sí, por unos instantes que parecieron una eternidad, JESÚS fue separado del amor y la presencia de DIOS cuando fue hecho pecado por nosotros, de esta manera nos conquistó una salvación que nunca nos podrá separar del amor de DIOS:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:35,37).
Gozo indecible por el triunfo final
Nunca obtendremos algo bueno sin que alguien pague el precio. Todo asunto que valga la pena tiene también su cuota de sacrificio. Debido a que el propósito de la muerte de JESÚS era traernos una bendición muy grande a los seres humanos, a través de la historia del cristianismo, el gozo del cristiano nacido de nuevo es indecible e imposible de medir. Es un gozo indecible y lleno de gloria; la paz que poseemos sobrepasa a todo entendimiento: la salvación es inmensurable y sin fin. A todos nos espera un fabuloso mañana en la Nueva Jerusalén donde moraremos para siempre con el SEÑOR. Todo esto fue hecho posible porque JESÚS exclamó: “¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. ¡Bendito y alabado sea nuestro DIOS!
Oración:
A Cristo Crucificado
(Anónimo Siglo XVI)
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
Que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Perla de hoy:
Las Siete Palabras de JESÚS en la Cruz expresan el propósito de Su muerte en nuestro lugar.
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