Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Miqueas 4:1-5
Dios mismo juzgará entre muchos pueblos,
y administrará justicia
a naciones poderosas y lejanas.
Convertirán en azadones sus espadas,
y en hoces sus lanzas.
Ya no alzará su espada nación contra nación,
ni se adiestrarán más para la guerra.
—Miqueas 4:3 (NVI)
Nuestro mundo actualmente se debate entre la guerra y la paz. Pero creo que los partidarios de la guerra están ganando. Oigo con toda claridad el sonido de los cascos del caballo rojo de la guerra, que nos describe el Apocalipsis. Espada en mano, el jinete del caballo rojo se ha lanzado a galope por el mundo otra vez. ¡Estamos escuchando sus cascos muy cerca de nosotros! ¿Estamos listos para una guerra global?
En realidad, no, no lo estamos. Ni lo estaremos tampoco. Como una vez, con tono pesimista lo dijera el presidente Reagan: “El hombre ha utilizado todas las armas que ha inventado…No hace falta una bola de cristal para predecir una guerra nuclear.” Reagan también declaró: “En una guerra nuclear toda la humanidad saldrá perdiendo”. Por esa misma época el periódico Los Ángeles Times (12 de septiembre de 1980) cita a Den Xiaopin, de China, quién se refirió a lo inevitable de la guerra mundial: “La guerra estallará tarde o temprano, y quien crea otra cosa comete un trágico error”… Aunque los nombres de los líderes mundiales han cambiado, el escenario es el mismo. No hay otros males mayores que la guerra y su socio la tiranía como lo dijo el Libertador Simón Bolívar: “Aunque la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de todas las guerras”. Sí, en efecto, solamente las tiranías son peores que la guerra misma. Pero los tiranos, irresponsablemente buscan la guerra para ocultar sus fracasos en el poder. Para ellos, siempre el culpable es otro, el enemigo.
Vivir en un país que se encuentra en guerra es una experiencia terrible. Sin, embargo, los que vivimos en Canadá o Estados Unidos sabemos que estamos en un país en guerra por los medios de comunicación. Esta guerra no se siente. En realidad, ni se habla de ella. De cuando en cuando, se ve y escucha una marcha en contra y otra a favor de la guerra.
En las iglesias a menudo, se ora por los que están en la guerra. Me estremecí cuando en una reunión de líderes bautistas, nuestra directora del movimiento de oración, oró por los enemigos y entre ellos, Osama Bin Laden. Ella oró para que este hombre tuviera un verdadero encuentro con el verdadero DIOS. Sí con JESÚS, nuestro DIOS que dejó Su gloria para vivir entre nosotros. Ese JESÚS que lloró por Sus amigos y por su ciudad.
Acerca de la imagen de DIOS llorando, nunca podrá ser admitida por los pueblos gobernados por gente que no conoce al DIOS que es amor. Ellos tienen la capacidad de mover sus ejércitos y a sus pueblos para que la guerra sea algo colectivo y no individual.
Sin embargo, el ejército estadounidense prácticamente se enfrenta solo al enemigo. Aquí el gobierno no hace ni patrocina, marchas a su favor. Aquí vivimos en una sociedad individualista, que espera que el gobierno, gobierne. Así que, en cuanto a la guerra que este país esta haciendo en otros lugares del mundo, no la sentimos en carne propia. Mientras tanto en el frente de guerra hombres y mujeres en la mayoría de los casos, jóvenes están dando sus vidas. Me imagino que sus familiares si sienten y lamentan esta guerra, ellos y sus amigos deben vivir llenos de temor por esos que están allí en el frente. Me imagino también que la vida de esos soldados debe ser una lucha diaria y constante, el peligro debe estar al acecho continuamente.
De vez en cuando escuchamos por los medios informativos que mueren algunos de esos soldados, y entonces, se abre un espacio en las noticias. Si no fuera por eso, ¡no sabríamos que estamos en guerra!... Pero la guerra que se aproxima, nos tocará a cada uno de nosotros. Un ejemplo de ellos son los últimos acontecimientos. Por una parte los musulmanes, han convertido a unas caricaturas humorísticas que publicó un periódico danés, en un motivo de una guerra religiosa en gran escala. Se han rasgado sus vestiduras ante la blasfemia cometida. En su furia amenazan con llevarse por delante a toda la civilización occidental.
Con respecto a la venganza de estos grupos: ¡No están jugando! En sus términos, sólo la muerte de esos que cometieron el sacrilegio, pudiera tal vez, aplacarlos. ¿Cómo decirles a esos fanáticos religiosos? Que occidente ya pasó por allí hace siglos. ¿Qué de la Santa Inquisición?, ya nadie ni se recuerda. Tampoco el sufrimiento de los primeros evangélicos que se convirtieron en España y los países latinoamericanos. Bueno, era una época de nuestro infantilismo religioso.
¿Cómo decirles a los gobiernos confesionales de los países islámicos, la diferencia entre un estado laico y la religión? Lo que llamamos en este país, la separación entre el estado y la iglesia. Cómo explicarle lo que dijo JESÚS hace dos mil años: “Dad al César lo es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pero la Iglesia del SEÑOR, tiene armas que son eficaces contra los demonios de la guerra, y las potestades que son realidades espirituales que intervienen en toda guerra, sembrando el terror, el sufrimiento, el caos y la muerte. El Apóstol reconoció a estas potencias demoníacas y escribió:
“Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”. (Efesios 6:12, NVI).
La situación que se nos presenta en estos momentos es una gran oportunidad para buscar a DIOS de todo corazón y orar por la paz! Esto es decisivo porque en el fabuloso futuro que nos espera anunciado por el Profeta:
“Dios mismo juzgará entre muchos pueblos,
y administrará justicia
a naciones poderosas y lejanas.
Convertirán en azadones sus espadas,
y en hoces sus lanzas.
Ya no alzará su espada nación contra nación,
ni se adiestrarán más para la guerra”.
(Miqueas 4:3 NVI).
¡Adelante, siempre adelante!
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