(Edición especial)
Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura
devocional: Hechos 20: 24-37
Pero mi vida no vale nada para mí a menos
que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de
contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios. Hechos
20:24 (NTV) (…)“Dad gracias en todo, porque esta es
la voluntad de Dios” 1Tesalonicenses
5.18 (RV60)
Hoy por
gracia y el poder de Dios, llego a mis 74 años de edad. Por esta razón les invito a que
escuchen la oración de gracias que he escrito para mi SEÑOR y DIOS. Perdónenme
que les haga partícipe de algo tan personal. Pero la gratitud tiene que manifestarse
públicamente, y yo, no me avergüenzo del evangelio. Ni tampoco de mi Compañero
del camino: el SEÑOR JESUCRISTO.
Hoy amanezco con una acción de
gracias en mis labios, consciente de que he sido hecho para Dios. Hoy es un día
sin desperdicios como todos los que me ha dado, mi SEÑOR y DIOS. Por ello, mi
voz prorrumpe con lo que es natural en el ser humano que ha llegado a entender
que nuestro paso por este mundo, tiene un propósito. No estamos aquí por
casualidad. Hemos sido hechos para DIOS, como lo dice la Biblia: “Por medio de Cristo, Dios nos había elegido
desde un principio para que fuéramos suyos y recibiéramos todo lo que él había
prometido. Así lo había decidido Dios, quien siempre lleva a cabo sus planes”
(Efesios
1.11)
PADRE ETERNO:
Aquí me tienes delante de ti, inclinado de
rodillas y de corazón frente a la grandeza de tu existencia y la muchedumbre de
tus misericordias, quisiera que mi amor por ti, hable desde lo más profundo de
mi ser.
Hoy te doy gracias por la vida que me diste y
porque tu ESPÍRITU SANTO, en el tiempo debido, me trajo a ti contrito, humillado
y me dio Vida Zoé. Mi dicha es muy grande porque me has permitido vivir, esta
única vida humana, feliz y agradecido por cada experiencia que me ha convertido
en la persona que estoy llegando a ser.
Hoy mi gratitud tiene la estatura de la
inmensidad porque me tuviste por fiel y me diste este ministerio. Tan grande y
yo tan pequeño. Tan santo y yo pecador. Sin embargo, no he caminado solo, has
sido mi Compañero en el camino y me has llevado de la mano siempre. Has estado
a mi lado en la risa que ha coronado los buenos momentos que guardo como un
tesoro en mi corazón. Has estado conmigo en los momentos de pruebas y en cada
lágrima que me sirvió de cristal para ver tu rostro mejor y ver que eras
Compañero también en mi tristeza y dolor. Me tomaste en tus brazos para enfrentar
las dificultades y sinsabores, y vencimos. A medida que fui sintiendo tu gracia
y amor sobrenaturales me fui haciendo un ser humano capaz de perdonar y pedir
perdón.
Gracias SEÑOR, porque al mirar hacia atrás he
visto una legión de manos que tu pusiste para que me ayudaran con el arado.
¡Imposible nombrarlos a todos! Pero tú que premias a todos lo que ayudaron a
tus pequeñitos en esta tierra, los conoce y eso, es suficiente. No puedo más
que conmoverme ante lo infinito de tu propósito eterno, tanto para mí como para
todos aquellos que pusiste a mi lado. Ellos me alentaron a seguir el camino aun
en medio de la noche oscura del
alma a la que todo ser humano, consciente de su propia miseria, tiene que
enfrentar. Hubo ocasiones en este transitar por la vida, que me sostuvo el
hecho de saber, que existió un momento en la historia de mi vida que otros
consiervos pusieron sus manos sobre mi cabeza y oraron para que yo fuera fiel
en el ministerio.
Gracias SEÑOR, por la familia que me diste,
¡que hermoso regalo de tu amor por mí! Mi esposa, nuestros cuatro hijos, sus
respectivas parejas y nueve nietos. Ellos me han enseñado a vivir y me han dado
autoridad para predicarte a ti, Creador de la familia. Hoy veo con la claridad
de los años vividos que sin el apoyo de ellos, no hubiera sido igual. Ellos me
han amado, sin esperar nada a cambio. Ellos me han colmado de paciencia frente
a mis defectos y con perdón frente a mis errores. Hoy contemplo a mis nietos y
oro por ellos. Porque un día sus voces proclamen tu Nombre en sus generaciones
y puedan llamarte: el DIOS de mis padres. ¡No estaremos allí para oírlos y
aplaudirlos! Así que hoy, te doy gracias porque delante de ti, ninguna plegaria
se pierde: “Nuestros
hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como lo estamos nosotros, y
vivirán contigo para siempre”.(Salmos 102.28, BLA)
Gracias SEÑOR por el don de la amistad, el
amor y el respeto; y por ello, mis familiares y amigos han sido también un
regalo tuyo. Pusiste a mi lado y en mi generación, verdaderos hombres y mujeres
de DIOS. Ellos han sido fuente de gozo y esperanza. Ellos tuvieron un carácter
para amarme y moldearme sin dolor. ¡No soy fruto de la casualidad y si
devolviera a ellos cada una de sus enseñanzas que las he hecho mías, sería tan
sólo un cascarón vacío!
Gracias SEÑOR por todos los que me han adversado en la visión, pero que me
han amado como ser humano. Ellos me dieron motivos para buscarte a ti y orar
por ellos, porque un día podamos andar en las mismas huellas y en las mismas
pisadas. Ellos me ayudaron en mantener el equilibrio y no apoyarme tanto en mis
propios criterios. Bien sabes que un día pusiste este pensamiento en mi
corazón, por medio de aquel cuadro que tenía mi primer jefe en su oficina que
decía: “Sé como el sándalo que perfuma el hacha que lo hiere”. Ese pensamiento
es la versión humana de tu sentencia: “Si
alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita
la camisa, no le impidas que se lleve también la capa.” (Lucas 6.19) ¡Cuánta verdad y sanidad hay en
esa actitud frente a la vida! ¡Todo sufrimiento de ayer lo exhibo como la perla
de hoy! Y me digo a mí mismo: ¡Adelante, siempre adelante!
Gracias SEÑOR por el altísimo honor de
servirte y honrarte. Gracias porque cuando he venido delante de ti a confesarte
mis pecados y buscar tu dirección, nos has volteado tu rostro, no me has dado
la espalda y he sentido tu perdón para comenzar de nuevo. ¡Cuanta felicidad he
sentido al colocarme en tus manos y he podido ir a otros para anunciar de tu
gracia y amor! ¡Gracias SEÑOR, infinitas gracias por todo lo que has hecho,
haces y harás por mi! A medida que siento el final de la jornada, Compañero del
camino, gracias por tu paciencia y amor para trabajar conmigo y moldear mi ser
entero conforme a tu propósito de hacerme útil para ti y tu reino. Un sólo
ruego me queda en esta hora en que el sol se pone sobre el horizonte y la noche
llega: ¡Quédate conmigo que se me hace tarde y mi día ha empezado a declinar!
¡Por sobre todas las cosas, gracias por esta salvación tan grande y utíl, no
solo en este mundo sino también en el mundo del glorioso mañana que me espera!
En este día amado PADRE en mi septuagésimo cuarto cumpleaños; siento en todo mi ser:
espíritu, alma y cuerpo, el repique de campanas de plata, de gozo, gratitu y de
gloria. ¡Te alabo SEÑOR de la mies por haberme puesto en tu ministerio, te devuelvo
tu arado -perdóname que te lo entregue desgastado-, la culpa la tienen mi sudor
y mis lágrimas! ¡Gloria a tu santo Nombre! ¡Ayúdame a terminar mi carrera
y agarrado de tu mano, cruzar la
meta! ¡En el nombre de JESÚS!
Soli Deo
gloria
Perla
de hoy:
JESÚS, es mi pasión y triunfo, sin Él nada,
con Él todo.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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