Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
“Cierto día,
mientras estos hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:
«Consagren a Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he
llamado». Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les
impusieron las manos y los enviaron.” (Hechos 13:3,4 NTV)
En agosto de 1997, llevé desde
Canadá un grupo de veintidós personas para participar en el Adiestramiento de
la Marcha Evangelizadora de aquel año. Entre aquellas personas que llevé estaba
César Parra, un joven de dos años de convertido y que se perfilaba como un buen
líder en nuestra obra. César, cuenta que andaba muy emocionado al estar allí
porque la asistencia era casi de un millar de personas. “Pastor”, -me decía
cada rato-, “estoy asombrado de ver a tanta aquí, ¡y jóvenes!”…Mas tarde, Cesar
nos contó que muchas cosas ocurrieron en ese Adiestramiento, entre ellas, César
dedicó su vida, y hoy en día es uno nuestros hombres con un liderazgo creciente y desafiante. César dice
que hubo otra experiencia que marcó su vida, conoció a un jovencito de doce
años, con el cual trabó amistad; esa tarde al inicio del evento, con su plato
de comida en la mano, César, se sentó en una mesa en donde ya estaba el
jovencito quien lo observaba. Cesar, no le gustó para nada la comida y
dejándola se la ofreció al jovencito, quien le respondió: “¡Gracias hermano!
Pero la gente de mi iglesia y yo, decidimos hacer ayuno y oración en este
primer día para que el Señor se glorifique en este evento.”…
¿Qué es el ayuno? Ayunar es
abstenerse voluntaria y deliberadamente de comida con el propósito de
concentrarse en la oración. Es decirle al Señor, Padre, te amo y quiero tener
un tiempo largo de comunión contigo y no para solucionar algún problema en particular.
El ayunar no busca “torcerle el
brazo a Dios”, intentando manipularlo o forzarlo para que responda a mi
oración, y satisfaga mis deseos. El ayuno me disciplina al detener la rutina
para pasar un mayor tiempo con Él y con Su Palabra. En efecto, los grandes
hombres y mujeres de Dios han sido personas de ayuno y oración. Pero nadie
después de JESÚS, ha mantenido una comunión tan intima con Dios y con los
humanos, hasta el punto que el comer fue algo secundario: “Entonces Jesús,
lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán. Y el Espíritu lo llevó al
desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días.
Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre.” (Lucas
4:1,2 NTV).
Sin embargo, al ayunar no es
asunto de privarnos de comer un tiempo para después desquitarnos comiendo y
bebiendo sin control. Ayunar no es hacer dieta. Igualmente, nunca debemos
ayunar para impresionar a otros, en el Sermón del Monte, JESÚS dijo:”Cuando
ayunes, que no sea evidente, porque así hacen los hipócritas; pues tratan de
tener una apariencia miserable y andan desarreglados para que la gente los
admire por sus ayunos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que
ésa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y péinate. Así, nadie se dará
cuenta de que estás ayunando, excepto tu Padre, quien sabe lo que haces en
privado; y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.” (Mateo 6:16-18 NTV). ¡JESÚS esperaba que Sus discípulos ayunaran!,
por eso dijo “cuando ayunes.”
Por otra parte, ayunar y orar es
interceder delante de Dios con humildad, contrición, arrepentimiento,
confesión, es vernos a nosotros mismos delante de Dios, como lo que somos,
seres humanos pecadores sin méritos alguno pero con gratitud por su gracia al
oír nuestro clamor y súplica; es buscarlo intensamente sin que lo más valioso
que es la comida, interrumpa mi comunión con Él. Dios espera que todo
avivamiento espiritual que favorezca a la iglesia y a la patria, surja del
corazón de Su pueblo que le ama y sirve: “Si se humillare mi pueblo, sobre el
cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren
de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus
pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14 RV60).
De hecho, los cristianos nacidos
de nuevo del primer siglo, ayunaban y oraban en forma colectiva, buscando
conocer y fuerza para obedecer la voluntad de Dios: “Cierto día, mientras estos
hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Consagren a
Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he llamado». Así que,
después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los
enviaron.” (Hechos 13:3,4 NTV). ¡El ayuno y la oración, no son un castigo al
cuerpo, ni un tiempo de aflicción del alma; sino una oportunidad maravillosa
que Dios nos ofrece para amarlo a Él, sin ninguna distracción; expectantes con
fe, amor y la esperanza a que Su voluntad sea hecha en la tierra como en el
cielo! Nuestro lema ante la evangelización de la patria y el mundo debe ser: ¡Patria, ayuno y oración!
Oración:
Amado Padre
Celestial:
Señor, en
tus manos quiero poner todo mi ser: espíritu, alma y cuerpo, sin más mérito que
el que tu gracia y amor me han dado. Soy pecador, soy frágil, soy inútil y sin
ti nada puedo hacer. En este momento, me quiero olvidar de todo para
concentrarme en ti y en tu Palabra, y después salir a conquistar mi Patria y el
Mundo para ti. En tus manos me pongo Señor. Hágase en mí tu voluntad, y no la
mía. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
El momento más importante en
nuestro tiempo del ayuno y la oración es estar dispuesto a ser parte de la
respuesta que Dios nos da.
Interacción:
¿Qué me dice Dios
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna
promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección
por aprender?
¿Existe alguna
bendición para disfrutar?
¿Existe algún
mandamiento a obedecer?
¿Existe algún
pecado a evitar?
¿Existe algún
pensamiento para llevarlo conmigo?
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