Francisco
Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Colosenses
1:24-29
Es Cristo
en vosotros la esperanza de gloria. Colosenses 1:27b. (RV60)
A los
discípulos del SEÑOR JESUCRISTO, se nos da la esperanza para iluminar con ella
a los que no tienen esperanza.
El
cristiano que ha depositado en JESÚS su única esperanza de salvación, no marcha
hacia la muerte, sino a la vida. La esperanza tiene una propiedad purificadora,
porque mediante ella aprendemos, no sólo a existir, sino a vivir; no sólo a
gustar, sino a saborear; no sólo a tocar, sino a sentir; no sólo a mirar, sino
a observar; no sólo a oír, sino a escuchar; no sólo a escuchar, sino a
entender; no sólo a pensar, sino a investigar; no sólo a hablar, sino a
producir. Como consecuencia, la noche, el frío y la escarcha nunca se ponen
sobre nuestra esperanza. ¡Eso sí!, como todos los dones y virtudes de Dios en
nosotros, estos son usados y desarrollados de dentro hacia afuera, Dios nos los
dio y es nuestra responsabilidad usarlos.
Lo peor
que le puede suceder a cualquier ser humano es la muerte, pero, el verdadero
hijo de Dios tiene la esperanza de la resurrección. El cristiano nacido de
nuevo es realista y ve este mundo y sus millones de habitantes tal y como JESÚS
los ve, necesitados de amor, fe y esperanza. Cuando los
seres humanos se sienten sin esta esperanza, les aterra morir. Algo les dice
que no están preparados para morir, pero el cristiano nacido de nuevo no
cambiará nunca lo temporal por lo eterno, tampoco, anhela quedarse en este
mundo imperfecto porque Dios ha puesto en su corazón que existe un lugar mejor
para él: No
se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre
hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a
prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos
conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté (Juan 14:1-3; NVI).
Por
eso, la tumba no es el final para
el que ha puesto su esperanza en JESÚS, como no lo fue para Él. ¡Este es el
pensamiento que cubre todo el Nuevo Testamento! Aparte de la gran lección que
encierra la vida humana de JESÚS, desde su encarnación hasta el triunfo de su
resurrección, está también la esperanza con que se lanzaron a la conquista de
un mundo adverso al Mensaje de la cruz, sus primeros discípulos, los apóstoles.
En efecto, los apóstoles temerosos el día de la crucifixión, mantuvieron un
bajo perfil, de repente, vieron a JESÚS resucitado. La fe de aquellos hombres y
mujeres que caminaron y comieron en compañía de JESÚS viviente se fortalece, y
desde entonces, nada ni nadie, los pudo detener. Unido a todo esto, está la
esperanza de la Segunda Venida de JESÚS, mientras tanto, alienta saber que
JESÚS ya vive por la fe en todo hijo de Dios. El saberlo lo llena de esperanza.
Por
consiguiente, la Biblia dice: Es Cristo
en vosotros la esperanza de gloria (Colosenses 1:27b.). Siendo así, no
existe desesperación humana, por grande que parezca, que el verdadero discípulo
del Señor no encuentre que su esperanza triunfe sobre ella. No existe dolor
humano que no se redima por el triunfo de la esperanza. No existe pecado
tenebroso o sutil que no sea al final vencido por el triunfo de la esperanza.
No existe tormenta por fuerte y oscura que sea, que impida que nos orientemos
por el triunfo de la esperanza como un faro luminoso al final del camino. ¡No
hay lugar para la derrota, sino para el triunfo!
Hubo en el
Antiguo Testamento, un profeta que era poeta, el escribió una de las oraciones
más hermosas que tenemos en la
Palabra Dios. El profeta le cantó al triunfo de la esperanza:
Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya
frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no
produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado
alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis
pies la ligereza de una gacela (Habacuc 3:17-19).
Sí,
el profeta
y poeta Habacuc le cantó al triunfo de la esperanza.
Oración:
PADRE ETERNO,
Ayúdame a cantar como el himnólogo:
“Oí
bendita historia,
De Jesús
quien de su gloria,
Al
Calvario decidió venir
Para
salvarme a mí.
Su sangre
derramada
Se aplicó
feliz a mi alma
Me dio
victoria sin igual
Cuando me
arrepentí.
Coro:
Ya tengo
la victoria
Pues
Cristo me salva
Buscóme y
compróme
Con su
divino amor.
Me
imparte de su gloria,
Su paz
inunda mi alma;
Victoria
me concedió
Cuando
por mí murió.”
(Victoria en
Cristo, #466, CBP,1994)
Perla de hoy:
La esperanza en sí es medicina para nuestro ser, ¡usémosla!
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios