Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional:
Romanos 1:1-17
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para
fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Romanos
1:17 (RV60)
Nos unimos de todo
corazón a la celebración mundial de la Reforma Protestante, al cumplirse el venidero 31 de octubre de 2017, 500
años de aquellos eventos que cambiaron al mundo; y es la historia también de varios hombres de Dios,
liderados por el alemán: Martín Lutero, cuando sin proponérselo inicialmente,
se alejó de Roma y se acercó a Dios.
¿Qué
lleva a un ser humano que ha sido levantado por su familia en un sistema
religioso prolijo, complejo y compacto a abandonar todo ese bagaje
familiar-religioso y a aventurarse en una nueva fe? ¿Qué fuerza poderosa es
capaz de hacer que un solo hombre se levante contra un imperio religioso y lo
haga tambalear por sus cuatro costados? ¿Qué movió a ese individuo a levantar
un movimiento capaz de una revolución espiritual que cambió la historia?
Las
vidas del apóstol Pablo y de Martín Lutero nos van a enseñar una gran verdad.
La religión, por muy perfecto que sea su engranaje, no es suficiente para tener
la seguridad de agradar a Dios y aceptar su Salvación. Tanto Pablo como Lutero
eran hombres profundamente religiosos desde la cuna, Pablo nació en medio de la
religión que Dios entregó a Moisés en el Sinaí, Martín Lutero fue producto del
catolicismo romano de la Edad Media. El primero de los dos tuvo su encuentro
personal con Dios camino a Damasco, el segundo, tuvo su encuentro con Dios al
estudiar la Escritura y descubrir la salvación como regalo de Dios a través de
la fe en Jesucristo. Pablo fue perseguido por los judíos, sus correligionarios,
Lutero fue perseguido por los católicos romanos, sus correligionarios.
Tanto a
Pablo como a Martín Lutero los siglos los han revindicado. Pablo es reconocido
como el teólogo y misionero más grande de la historia del Cristianismo. Martín
Lutero es considerado como el líder principal de un movimiento cristiano
llamado el Protestantismo, y aunque Martín Lutero no quería dejar la Iglesia
Católica Romana, encabezó un esfuerzo para que ésta regresara a sus raíces
bíblicas, pero hasta hoy no ha sido logrado. No obstante, el impulso abrió las
puertas al avivamiento de otras congregaciones que ya existían, como los
valdenses y anabautistas que conquistaron a Europa en aquellos años del siglo XVI.
Nuevos y talentosos hombres de Dios surgieron: Juan Calvino, Ulrico Zwinglio,
Phillip Melanchthon, Tomás Mutzer, Juan Knox y centenares más. No fueron
hombres perfectos, tuvieron sus errores; eran seres humanos, pero estuvieron
por encima del descrédito en que el clero romano había caído en aquellos días.
En efecto, el 31 de octubre del año 1517 el monje agustino Martín
Lutero, caminó resuelto al templo del Castillo de Wittember, Alemania, con
determinación y sin que le temblaran las manos, el sacerdote de 34 años levantó
el martillo y clavó uno de los escritos más estridentes de la historia
religiosa -en esa época las puertas de los templos servían a las comunidades
como medios de comunicación-, no hizo falta ni un mes para que los gritos del
documento se oyeran por toda Europa, y muy especialmente, en el Vaticano. El
documento -que no pretendía ser otra cosa que la voz solitaria en la inmensa noche de la Edad Media-, no
era otro que las llamadas Noventa y Cinco Tesis. Si Roma, hubiera oído aquella
voz, hoy contáramos esta historia de otra manera.
Debo aclarar que, todas las religiones o sistemas religiosos están
basados en una u otra fuente de autoridad, éstas cobran toda su importancia
porque son el basamento de nuestras creencias, propósitos, costumbres, hábitos
y valores. Básicamente son cuatro fuentes de autoridad: El intelecto y las
experiencias que están dentro de la persona, y las tradiciones y las Escrituras
que son externas, pero, Dios nos dejó una sola que es verdadera, las
Escrituras. Si Dios es verdaderamente Dios, tenía que dejarnos una Escritura
inspirada por Él para poder conocerlo, amarlo, obedecerlo y alcanzar su
Salvación, por eso, el Señor JESÚS le dijo a los judíos: “Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en
ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!” Juan 5:39 (NVI). Pablo
aconsejó a uno de sus discípulos: “Las
Sagradas Escrituras (…) te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que
es en Cristo Jesús” 2 Timoteo 3:15 (RV60).
Una de las razones por las que Martin Lutero se había hecho monje,
como muchos otros que han vestido los hábitos, fue el interés en su propia
salvación. Comenzó a trabajar en su salvación personal, pero mientras más
esfuerzos hacía para alcanzarla a través de sus buenas obras, más perdido se
sentía -no dudo que entre todos los documentos, teología, filosofía y los ritos
que tuvo que aprender, había estudiado también la Biblia en latín-, así terminó
sus estudios doctorales en teología en 1512, Lutero había usado su intelecto,
sus experiencias espirituales y las tradiciones en su larga búsqueda de una
verdadera fuente de autoridad espiritual, pero no la halló, fue entonces cuando
la encontró en las Escrituras. Por eso, en medio de los debates que lo acusaban
de hereje, y que sin duda, lo harían caer en manos de la temible Santa
Inquisición, se aferró a su Biblia. ¡Las Escrituras pasaron a ser su única
fuente de creencia y por ella estaba dispuesto a morir! Por eso dijo, que tanto
el Papa como los Concilios Generales podían errar, que solo las Escrituras eran
la verdadera autoridad, y que él reconocería que estaba en un error sólo cuando
se le convenciera de que lo que él creía era contrario a la Biblia y a la sana
razón.
Lutero nunca vaciló en cuanto a la importancia de la Palabra de
Dios, tampoco vaciló en su empeño de hacer que se tradujera al alemán, su
lengua materna. El latín era el idioma oficial de la religión, todo se hacía en
un idioma casi desconocido para el pueblo, pero, sin duda, una de las grandes
facetas de Lutero era la de escritor, así que, escondido en el Castillo de Wartburg, el reformador pasó por momentos de muchas aflicciones y pruebas,
sin embargo, no estuvo ocioso, escribió, casi, una docena de libros y tradujo
todo el Nuevo Testamento del griego al alemán, en solo nueve meses, años más
tarde hizo también la traducción completa de la Biblia de los idiomas
originales al alemán.
A la impresión y distribución de las Sagradas Escrituras, también
contribuyó otro alemán, Johannes Gutemberg quien inventó la imprenta, y así, el
primer libro que se imprime es precisamente, la Biblia. Desde aquel lejano día,
e impulsados años más tarde por las Sociedades Bíblicas, ¡el Sagrado Libro no
se ha dejado de imprimir y distribuir! Debo también dar crédito a las muchas y
excelentes versiones católicas, que, ¡por fin!, se distribuyen en gran manera,
cumpliéndose el sueño de Lutero y de los otros grandes reformadores
protestantes: ¡Por lo menos una Biblia debe estar en cada hogar! En mi caso, y
me emociono mucho al contarlo, un día, por cierto, Jueves Santo, tomé un
ejemplar de la Biblia que había sido dedicada a un primo mío, pero en la
misericordia de Dios conmigo, no era para él, sino para mí, así que la tomé en
mis manos y leyendo San Juan 17:20, ¡esa bendita Palabra habló a mi corazón,
tuve un encuentro con el Señor Jesucristo y nací de nuevo!, nadie me la
explicó, yo era solamente un joven de 18 años, pero el Espíritu Santo me guió y
me ha guiado no solo a oírla, leerla, estudiarla, memorizarla y meditarla, sino
también, a practicarla. Soy producto de lo que Dios ha hecho en la humilde vida
de un hombre de pueblo por el poder de la Escritura. Para mí, la Biblia es
mucho más que una guía doctrinal, toda ella es vida, produce la fe; produce
cambios en mí, con ella asusto al mismo diablo, aliento al enfermo, sana mis
heridas ya sean físicas, emocionales o espirituales, pero, por sobre todo,
mediante la Palabra y el Espíritu Santo, nací de nuevo. ¡Con esta Palabra vivo,
con esta Palabra muero!
El gran
historiador cubano, doctor Justo Gonzáles, estudiado en los grandes seminarios
bautistas y otras denominaciones tanto en inglés como en español de la Iglesia
Reformada, nos dice en su libro: Historia
del Cristianismo tomo 2, pág. 132, al mencionar a los teólogos de la
Reforma Protestante, Lutero, Calvino. Knox, Menno Simón, Melanchton y muchos más,
dice: “Fue tal confianza en el poder de la Palabra de Dios lo que les permitió,
en medio de esa edad convulsa, y aún cuando su vida peligraba, continuar
cantando, el Salmo: “Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida, y
se traspasen los montes al corazón del mar.”
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Gracias
por darnos tu Palabra que es fiel y verdadera. Ayúdame a vivirla por el poder
de tu Santo Espíritu. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Los tesoros de la Biblia están a la disposición de
los que escarben buscándolos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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