jueves, 19 de octubre de 2017

Castillo fuerte es nuestro Dios

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Salmo 46:1-9
Dios es nuestro amparo y fortaleza,
nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Salmo 46:1 (RV60)

En esta magna celebración de los 500 años del inicio de la Reforma Protestante, y que estaremos celebrando en todo el mundo el 31 de octubre de 2017, se hace necesario acercanos a Martín Lutero para comprender aquel difícil entono del año 1517 y que él tuvo que vencer con la Palabra de Dios como guía y como norma de su vida. Hoy consideraremos al Lutero músico y teólogo porque él nos llevó de nuevo al canto congregacional. Tenemos mucho que aprender en esta oportunidad.
En efecto, Lutero hizo mucho uso de la música como parte de la liturgia evangélica, y como lo dice el especialista y músico Cecilio McConnel en su libro “Comentario sobre los himnos que cantamos”: “Martín Lutero fue una de las figuras más sobresalientes en la historia de la iglesia cristiana. Su influencia en el himno también era descollante. Cuando el apareció, el canto cristiano estaba en el nivel más bajo. Los pocos himnos eran cantados por personas eclesiásticas especializadas en un idioma que la mayoría de la gente no entendía (…) Lutero insistió en que tenía que ser en el idioma del pueblo y que toda la congregación cantase su regocijo en el Señor…”.
Pues bien, Martín Lutero fue también un poeta y escritor de muchos himnos, uno de ellos es considerado el himno nacional del pueblo evangélico, me refiero a “Castillo fuerte es nuestro Dios”, porque entre otras cosas, gracias a su amigo el elector Federico el Sabio de Sajonia, señor de Wittemberg dentro de cuya jurisdicción vivía Lutero, y al llevárselo a su castillo, lo salvó de las garras de sus enemigos que querían matarlo, como lo habían hecho cien años antes con Juan Huss. También Lutero sabía que su verdadero enemigo era el mismo Satanás. Por eso, la primera estrofa del himno, dice:
Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo;
Con su poder nos librará en todo trance agudo.
Con furia y con afán acósanos Satán;
Por armas deja ver astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.
Pero la segunda estrofa, nos presenta a Jesús el verdadero triunfador:
Nuestro valor es nada aquí,
Con él todo es perdido;
Mas con nosotros luchará de Dios el Escogido.
Es nuestro Rey Jesús, el que venció en la cruz,
Señor y Salvador. Y siendo solo Dios,
Él triunfa en la batalla. (HB#26, CBP).
Apasionado como era Martín Lutero toma su laúd, instrumento musical que dominaba a la perfección, y con aquella voz que tanto le había dado de comer en su días de estudiante, ahora la utiliza para rendir adoración musical al Dios vivo. Esa misma voz  es la que se levanta ante sus contrarios en la Dieta de Worms, cuando dijo: “No puedo, ni quiero retractarme de cosa alguna, pues ir contra la conciencia no es justo ni seguro. Dios me ayude. Amén”. Hoy en día algunos teológos  ya no creen en la realidad de la existencia de Satanás y sus demonios, el enemigo los ha vencido convenciéndolos que él no existe, ciertamente, el maligno no está contento cuando estamos firmes en la Palabra de Dios, porque ha sido juzgado precisamente por el triunfo definitivo de la Biblia: 
Y si demonios mil están pronto a devorarnos,
No temeremos porque Dios sabrá como ampararnos.
¡Que muestre su vigor Satán y su furor!
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya
Por la Palabra Santa.
Termino con esta reflexión, Martín Lutero, al igual que otros héroes de la fe, nos dejó un gran legado que los evangélicos modernos no debemos echar al olvido. El mismísimo Papa Juan Pablo II pidió perdón ante las injusticias que se hicieron con aquel monje que leyendo la Escritura descubrió lo que Pablo ya había escrito 1500 años antes, que nuestra justificación delante de Dios es solamente por fe, Martín Lutero lo subrayó en su Biblia cuando escribió: “Sola fide”, solamente por fe. No convirtamos el glorioso evangelio que costó sudor, lágrimas, sangre y muerte a muchos amados para que nos llegara a nosotros, en una fórmula mágica para triunfar en este mundo material y por lo tanto, temporal. No me canso de decirlo, Jesucristo no dejó su Gloria para que yo viva un evangelio de pura oferta y fácil. Martín Lutero pagó un precio en sus días: Se alejó de Roma que representaba para él todo en esta vida y se acercó a Dios, aceptó la salvación como un regalo, mantuvo la fe y triunfó. Tú y yo tenemos que dejarle a la futura generación, al salir de este mundo, lo único que también nos podremos llevar al salir de él, la “herencia incorruptible” de la salvación por fe. No puedo imaginarme siquiera lo que diría Lutero al ver cómo algunos líderes ecuménicos del mundo protestante de hoy, quizás vayan a celebrar los 500 años de su Reforma Protestante, en compañía del Papa…, por ello, creo que el versículo que le habló a Martín Lutero, también nos habla hoy: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17, RV60).
En conclusión, cuando usted como cristiano nacido de nuevo, por su fe y convicciones, sea perseguido y humillado, a pesar de todo, el Eterno sigue siendo: Castillo fuerte, como muchos años, antes de Lutero, el salmista, lo había escrito: Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Salmo 46:1 (RV60).
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Gracias por darnos tu Palabra que es fiel y verdadera. Ayúdame a vivirla por el poder de tu Santo Espíritu. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
“¡Que muestre su vigor Satán y su furor!
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya
Por la Palabra Santa.”
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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