Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Lucas
23:26-34
Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas 23:34 (NVI)
Me invitaron a una reunión de
liderazgo judeocristiana. El rabino principal de la sinagoga nos dio una
conferencia en el marco de la conmemoración de las víctimas de la “Noche de
Cristal”, hecho que ocurrió en Alemania el 9 de noviembre de 1938 y que marcó el
inicio de los indecibles sufrimientos del pueblo judío durante la dictadura de
Hitler. Todavía recuerdo dos frases que nos dijo: “Los judíos tenemos un
doctorado en sufrimiento”, y la otra que nos sacudió a todos al final de
su conferencia: “Se debe perdonar, pero no se debe olvidar”.
Muy cierto es que no se debería
olvidar lo que ocurrió ese nefasto día y siempre hay que tener presente de lo
que es capaz de hacer el ser humano fanático y sin Dios, sin embargo, cuán
diferente es el ofrecimiento de la gracia divina hacia nosotros los pecadores respecto
al más terrible de los crímenes que se haya cometido en esta tierra, tanto así,
que Pedro se puso en pie una vez y levantó la voz de los seguidores de JESÚS
diciendo: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y
vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor” (Hechos 3:19; NVI).
Sí, Dios nos da un perdón total por nuestros pecados. Aun el pecado más grande
–el asesinato de JESÚS, el Santo y Justo- Dios quiso perdonarlo y borrarlo para
siempre, y eso quiere decir que nunca más nos acusará, a ninguno de nosotros,
los seres humanos, por la muerte del SEÑOR JESÚS, y no sólo eso, a través del
arrepentimiento del pecador y la fe en esa muerte, alcanzamos su perdón y
entrada a la vida eterna.
Pues bien, hoy en día, JESÚS
quiere obrar de la misma manera con cualquier persona que, arrepentida,
confiese su culpa y le pida perdón, y, Dios promete que nunca más se acordará
de sus “pecados y transgresiones”. Pero, al mismo tiempo, quien no cree en esta
promesa, es dejado todavía con sus delitos, culpas y pecados, y algún día
tendrá que encontrarse con JESÚS, no ya como Señor y Salvador, sino como Juez.
Por eso, los que hemos aceptado este Regalo de la Salvación y perdón total de
nuestros pecados, no podemos dejar de anunciar a los demás la gran bendición de
poder encontrar, únicamente en JESÚS, la paz con Dios para siempre.
Te invito a aceptar ahora el
ofrecimiento de la gracia de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan
14:6; RV60). “De hecho, en ningún
otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres
mediante el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12; NVI).
¡Vamos
al Calvario! Y contemplemos a JESÚS colgado en una vergozosa cruz; los que morían de esa manera, en la agonía y crueldad del
castigo, maldecían, ¡JESÚS bendijo a sus enemigos! Allí el Señor oró por ellos
y también por nosotros, que hemos alcanzado por su gracia, el perdón de
nuestros pecados y hemos nacido de nuevo. Dos mil años han pasado y todavía
estamos viviendo en este período de la gracia de Dios.
En
realidad, aquellos que estaban allí no sabían lo que hacían; pero hoy nosotros
que tantas veces hemos oído esta historia de la Pasión y Muerte de JESÚS, no
podemos ser indiferentes. ¡Tenemos que volvernos a Dios, mientras todavía
tengamos tiempo en esta vida temporal que poseemos! Todavía es tiempo de
arrepentirnos de nuestros pecados, confesarlos a Dios, aceptar el regalo de la
vida eterna por el sacrificio de nuestro amado JESÚS, y hacer la resolución de
servir al Señor como discípulos aceptando su desafío: “Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas
9:23).
¿Qué
podemos dar a JESÚS por su perdón total? El poeta español Pedro Calderón de la
Barca, del siglo XVII no los dice en su soneto ¿Qué quiero mi JESÚS?
¿Qué
quiero mi Jesús? Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí del todo darte.
Sin tener más placer que el de adorarte,
sin tener más temor que el de ofenderte.
quiero cuanto hay en mí del todo darte.
Sin tener más placer que el de adorarte,
sin tener más temor que el de ofenderte.
Quiero
olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo para hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo para hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero,
amable Jesús, abismarme
en ese dulce hueco de tu herida
y en tus divinas llamas abrasarme.
en ese dulce hueco de tu herida
y en tus divinas llamas abrasarme.
Quiero, por fin, en ti transfigurarme,
morir a mí para vivir tu vida;
perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.
morir a mí para vivir tu vida;
perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.
Oración:
Amado
Padre Celestial:
Mi espíritu,
mi alma y mi corazón te alaban al comienzo de este día. Sé Tú mi Señor y Salvador
y mi amigo en todo lo que haga. Tú has recreado tu imagen en mí a través de
JESÚS, me has dado un perdón total; tengo paz contigo para siempre. Ayúdame a
perdonar a los demás, y perdonarme a mí mismo. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
JESÚS
elimina para siempre nuestro pasado culpable y nos da un glorioso futuro de
amor y perdón.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento a obedecer?
¿Existe
algún pecado a evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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