viernes, 25 de marzo de 2016

Confianza total

Francisco Aular
Lectura devocional: Lucas 23:44-48
--¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! “ Lucas 23:46

Aquí tenemos la oración de confianza total que JESÚS tuvo en Su Padre Celestial. “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” es una oración que los niños hebreos repetían por las tardes y aparece en el Salmo 31:5, posiblemente, JESÚS la aprendió desde niño. ¡Nosotros también como un niño debemos depositar toda nuestra confianza en las manos de Dios! ¿Por qué JESÚS oró esta oración? A causa de la Persona a la cual la oración se dirige; igualmente a la seguridad de que el Padre la recibiría y haría lo que JESÚS, le pidió; JESÚS nos enseñó a vivir y a morir, sabiendo que el Dueño de esta parte de la vida, también es Dueño de la otra vida.
La Persona a la cual nos dirigimos en oración es el Padre, por medio de JESÚS y en el poder del Espíritu Santo quien nos auxilia en medio de las tribulaciones. Se dirige al Padre porque de Él había venido y volvía a Él como lo había enseñado en Su oración sacerdotal: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.  Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” (Juan 17:4,5) ¡Ese Hijo “había obedecido hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2) Así el Hijo volvía confiadamente a la casa de Su Padre.
Podemos tener la seguridad que una oración como esta es orar según la voluntad de Dios y por lo tanto, somos oídos por Él: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14) Sí, no hay sitio mejor donde encomendarse uno que en las manos de Dios. Allí es el lugar de protección, de seguridad y esperar en la omnipotencia de Dios, lo que Él en Su gracia nos dé es lo mejor que nos puede ocurrir. ¿Cómo podemos tener miedo a la muerte, sabiendo que durante toda la vida estuvimos en Sus manos? Podemos repetir nosotros las palabras del Salmo 23. El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.  El restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre.  Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.”
Del mismo modo, ¡JESÚS, el Buen Pastor estará con nosotros en nuestra hora final, nuestro salto de esta vida a la otra, no será un salto al vacío porque Él nos espera con sus brazos abiertos para pastorearnos para siempre! Conjuntamente con el madrileño Félix Lope de Vega (1562-1635) podemos decir:

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

¡El Pastor divino está esperando por nosotros! Porque nadie entrará al cielo contra su voluntad. ¡Allí estaremos los que queremos estar! Una vez allí al depositarnos para la salvación eterna en los méritos de Cristo, tendremos en todas las circunstancias de la vida presente la confianza en que Dios está con nosotros, y al final como nuestro Señor una confianza total en el Padre.
En su libro “Milagros en la vida de un pastor” El reverendo Germán Núñez Bríñez, relata los últimos momentos de vida de la hermana Siomara Guerrero de Núñez, su esposa, lo narra así: “Dos días antes de entregar el espíritu al Eterno, la visitó el reverendo José Feliz Liscano(…) “¿cómo está doña Siomara?-Ella no tenía fuerzas para contestar, pero haciendo un esfuerzo inaudito, acumulando el resto de energías que le que le quedaban exclamó: -“¡Muy feliz!”-. ¡Qué les parece! Devorada por un cáncer y en el umbral de la eternidad, y sin embargo muy feliz. Esa felicidad no la da la filosofía, ni la ciencia física, ni la religión. Sólo el Salvador Jesucristo” En otras palabras, nuestra amada hermana Siomara, al igual que millones de cristianos de todos los siglos y hasta cuando nos reunamos con Él, repetimos sus mismas palabras: “--¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! ¡De todas las visiones que ponen de manifiesto el amor de Dios, el Cristo crucificado es uníca porque expresa en sí misma que podemos depositar en Él, una confianza total!
Oh Judío crucificado
“¡El mensaje de la cruz es una ridiculez
para los que van rumbo a la destrucción!
Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación,
sabemos que es el poder mismo de Dios.”
 (1 Corintios 1:18)
¡Oh Judío crucificado
Carpintero, desconocido!
Cuántas burlas soportaste
en tu corazón herido.
Tú que dejaste la gloria
por este mundo perdido.
Allá donde mora el Padre
donde nos ha bendecido,
antes de que el mundo fuese
con ese Plan decidido:
levantar un pueblo santo
sin manchas y con prestigio.
En amor, predestinados...
y somos Sus elegidos.
Al adoptarnos hijos suyos
por mediación de Su Hijo.
No para ser jactanciosos
ni sentirnos presumidos.
Porque en Su misericordia
No caben los favoritos.
Te dimos el corazón,
Pecadores arrepentidos.
En Cristo hemos sido salvos
conforme al santo designio:
“Unir a todas las cosas”,
bajo el poder de Sí mismo.
Hacer que este cuerpo humano
sea de gloria revestido.
Alabando al Padre eterno
Por los años infinitos.
¡Oh Judío crucificado
Carpintero, desconocido!
¡Por Ti me encuentro en la gloria
de este cielo, bendecido!
Puedo verte cara a cara
Y ese costado herido...
¡Alto precio has pagado
para verme redimido!
Como lo hiciste aquel día
del cual yo nunca me olvido,
en la cima del Calvario,
en soledad consumido.
Entre el cielo y la tierra
en el aire, suspendido.
Diste cuanto te quedaba
antes de exhalar, rendido:
El perdón a los verdugos,
al ladrón el paraíso,
y contemplando a María
se la entregaste al discípulo.
Por eso amado Señor
aquí me quedo contigo.
De rodillas te contemplo
Por los siglos y los siglos.
¡Bendito seas Señor
Por todo seas bendito!
Tu viniste a los tuyos.
Y no fuiste recibido...
¡Oh Judío crucificado
Carpintero, desconocido!
© Francisco F. Aular, VA012202
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias por enviar a tu Hijo amado! Sé que desde principio a fin de Su preciosa vida en esta tierra, anduvo conforme a tu voluntad. Él tuvo todo el tiempo confianza total en tu plan de salvación para el pecador, desde el pesebre hasta la cruz. Ayúdame Señor a vivir para tu honra y gloria como muestra de mi gratitud a mi Señor y Salvador. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
No existe una confianza más segura que descansar totalmente, en las manos del Padre eterno.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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