Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional Lucas
2:1-7
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley. Gálatas 4:4
La Navidad está llena de recuerdos imborrables. Es admirable, que una
sociedad secular, materialista y global como en la que estamos viviendo, no haya
sido capaz de acabar con el amor, la fe, la esperanza, y aún la ilusión de
estas fechas. Todavía más adimrable son los Ebenezer Scrooge, el personaje
central de la novela de Charles Dickens (1812-1870) El Canto de Navidad, “allí el protagonista, es un hombre avaro y
tacaño que no celebra la fiesta de Navidad a causa de su
solitaria vida y su adicción al trabajo”. Hace
algunos años, se le preguntó a un millonario chino de Hong Kong, que estaba
abriendo nuevas empresas aquí en Canadá, su parecer sobre el calendario laboral
de esta nación, el millonario respondió: “Es una lástima que se pierda tanto
tiempo en días de fiestas como los domingos y Navidad.” Otro enemigo de la
Navidad son los neoevangélicos que han llegado y que están haciendo todo lo
posible por demostrarnos que la celebración de esta fecha es contra la Biblia,
esta gente sigue las pisadas de las sectas, el judaismo extremo e igual el
islamismo. Sin embargo, la Navidad es todavía ocasión para sacar lo mejor de
nosotros, entre ellos, el dar; como lo recordó el Apóstol Pablo a sus
discípulos en Mileto: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que
dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hechos 20:35 RV 60).
Ciertamente, el Señor nos dijo que no solo de pan y del
bienestar material vivirá el ser humano. Porque el ser humano además de cuerpo
y alma, es también espíritu, y por eso, aunque sea de
manera superficial, necesita alimentarse de una fiesta del
espíritu, como lo es la celebración de la verdadera Navidad. La Navidad nos
lleva al relato bíblico y nos pone en contacto con los secretos de Dios para
salvar al pecador y volverlo a una relación con Él.
En efecto, cada año al llegar diciembre, los relatos de la Palabra de
Dios sobre la Navidad desfilan ante nosotros con todo su contenido espiritual,
humildes y verdaderos. Si tuvimos el privilegio de venir al mundo en un hogar
en donde la Biblia ocupaba su verdadero lugar, entonces, estamos familiarizados
con esos relatos desde que tuvimos conciencia, y los recordaremos años tras
años, contándolos a nuestros hijos y nietos; esos relatos son seguros,
aleccionadores e inmortales, ente los más resaltantes encontramos: La
fascinante Anunciación del ángel a la Virgen María; la
vigilia de los pastores cuidando sus rebaños, y de repente la aparición de los
ángeles que no pudieron callar el Nacimiento de JESÚS, y alabaron a Dios,
diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad
para con los hombres!” (Lucas 2:14); el nacimiento de Juan el Bautista; el
sueño de José confirmando que un milagro había ocurrido en el seno virginal de
María; el nacimiento de JESÚS en un lugar de pobreza extrema, un sucio pesebre
en dónse se colocaban los corderitos que después serían sacrificados en el
templo; el asombro y gozo de los pastores al verificar la realidad de la
noticia y de las profecías; la circuncisión de JESÚS; el descanso definitivo de
Simeón porque el Espíritu Santo le había revelado de que no moriría sin tener
en sus brazos al Mesías prometido; y las acciones de gracias de Ana, la ancianita
que permanecía en el templo desde hacía ochenta y cuatro años, orando y
ayunando en espera del Mesías; la estrella con su fulgor
que apareció en el cielo para guiar a los tres sabios que vinieron desde
lejanas tierras para adorar a JESÚS; la matanza de los niños decretada por el
rey Herodes; la huída a Egipto, y el posterior regreso a Jerusalén: “Y el niño
crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era
sobre él” (Lucas 2:40 RV60).
Sí, el Cristianismo tiene historia y es historia que estamos haciendo,
empezando desde un humilde pesebre en la primera venida de JESÚS, hasta llegar
a su Entronización definitiva como SEÑOR de señores y Rey de reyes al final de
la historia, tal y como la conocemos: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles
alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los
ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El
Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado
que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y
a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono,
y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos
de los siglos” (Apocalipsis 5:11-13 RV60).
Cierto, ¡otra vez Navidad!, y
con esta celebración, una nueva oportunidad se nos presenta a los cristianos
nacidos de nuevo para volver a contar la bella historia que cambió al mundo;
porque ese hecho fue la culminación de la historia de la salvación del ser humano, lo que habíamos perdido en el Edén, lo
recobramos en el pesebre y en el Calvario y la Resurrección. La Navidad, la
Encarnación del Verbo, es la suma de las verdades divinas
reveladas por el mismo Dios que vino a buscarnos y salvarnos. Poco importa si
JESÚS nació en diciembre, en abril o en septiembre. La Navidad no es una fecha;
es un estado de salvación espiritual concebida en la mente divina para
llevarnos a ser familia de Dios. ¡Esto hay que celebrarlo!, ¡Y yo, me uno de
todo corazón a esta celebración porque esto no me añade ni me quista nada en
cuanto a la salvación, la cual es un Regalo de Dios! ¡Yo me entusiamo, y con mi
familia e iglesia cantamos los aguinaldos e himnos, y celebro con toda
sobriedad estas verdades eternas! ¡Gracias mi amado Emanuel, “Dios con nosotros”!
¡Gracias mi amado JESÚS por venir a buscarnos! Así que cualquier hora, día o
mes del año es bueno para hacerlo, porque no es un día al
año, nada más, en definitiva, Navidad es la memoria de todas las memorias
nobles que el ser humano percibe con todo su ser, espíritu, alma
y cuerpo. Recibamos la buena noticia que celebramos en estos días, y digamos
con gozo espiritual: ¡Otra vez Navidad! ¡Feliz
Navidad!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por darnos esa primera Navidad! Ayúdame a contar otra vez, esa
bella historia; que no me pierda nada más en la celebración, sino en ver al
Celebrado, y darle un lugar en el pesebre de mi corazón; darle las gracias, por
la fe, el amor y la esperanza en Él. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Navidad
es una fiesta del espíritu, en donde JESÚS ha entrado
dándole vida en abundancia.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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